lunes, 14 de diciembre de 2015

Cuatro palabras sobre el Atleti - Athletic




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Nota: por motivos que no vienen al caso, es muy posible que la frecuencia de las crónicas decrezca o que directamente el blog no se actualice en semanas. Perdón por las molestias.
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Para el que suscribe es un placer que venga a casa el Athletic de Bilbao, por lo que significa para el Atleti de Madrid y por lo que significa en general. Más aún cuando la llegada viene precedida de una iniciativa bien bonita para niños que han pasado un mal rato entre esos ratos buenos que pasan pensando en Rojo y Blanco. A todos aquellos que tuvieron la idea de unir este partido a la iniciativa que tanto reconocimiento se llevó en los días previos gracias a un precioso vídeo, enhorabuena y gracias por haber hecho partícipe de ella al Atleti y su afición.

El Athletic planteó un partido inteligente y llevó a cabo el planteamiento como hacen los equipos buenos: con convencimiento y ganas, creyendo en lo que hacía y sabiendo qué tenía que hacer. Que Valverde es un buen entrenador lo sabemos todos, que había estudiado y había visto bien qué venía haciendo el Atleti también. Con el juego volcado a la banda izquierda y Juanfran inédito en el primer tiempo, sólo ocupado en no perder de vista a Iñaki Williams, el Athletic tuvo al Atleti donde quería durante buena parte del partido: encajonado, sin espacios, en la banda en la que Filipe, Koke y Carrasco intentaban sin mucho éxito progresar hasta zona de tiro y pase. Con Vietto algo blando para la envergadura del partido y Griezmann lejos de la acción todo el primer tiempo, el Athletic se mostró como un equipo duro, trabajado, tenaz e inteligente. Un buen equipo con un delantero, Adúriz, que es un tormento para los defensas: pelea, las gana por arriba y por abajo y, cuando no lo hace, le persigue a uno como si le debieran dinero o, lo que es peor, como si le hubieran robado el paraguas. Con Raúl de pareja de baile, la furiosa delantera del Athletic ha conseguido un efecto colateral valiosísimo para su equipo: que la media corra menos y pueda pensar más, que Beñat, por ejemplo, sea un jugador presente en todas las fases en vez del espectro con barba de hípster y pelo de seminarista que pululaba durante los partidos de no hace tanto tiempo. Ole por el Athletic, un buen equipo que hizo un buen partido.
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En el Calderón empieza a sonar Rosendo últimamente, cosa que nos alegra. Suena “Agradecido” últimamente y también ha sonado “Maneras de Vivir”. También por megafonía nos han regalado con “Thunderstruck” y “Satisfaction”; ayer, sin embargo, el partido terminó y, en seguidita, sonó “Nine to five” de Dolly Parton. Entre tanta guitarra a alguien le ha dado por el country festivo, y eso nos deja, como poco, perplejos.

Entre “Agradecido” y “Nine to five”, el Atleti jugó un buen partido. No brillante, no majestuoso, sí áspero y trabajado, sí un buen partido. Con poco que decir en ataque el primer tiempo, con mucho que trabajar desde el primer momento para poder seguir con el ritmo infernal impuesto por los visitantes, pero un buen partido. El Atleti pasó del 4-4-2 al 4-1-4-1 con facilidad mecanizada, haciendo que los analistas tuvieran que echar mano de escuadra y cartabón mientras entornaban los ojos viendo los cambios en el dibujo. Koke lo mismo estaba echado hacia dentro que salía a presionar el primero, Saúl corría y corría espesando la salsa en la que juega el equipo y sólo Gabi parecía indudablemente asociado a su posición de pivote por delante de la defensa. El Atleti del Cholo, a quien la prensa adjudica como únicos méritos la testiculina y el ardor guerrero, tiene estas cosas y es capaz de cambiar sobre la marcha de un dibujo a otro, atacando de una forma y defendiendo otra muy distinta sin que haga falta más que tres o cuatro voces de Gabi o Koke mientras los rivales intentan entender qué ocurrió en el dibujo de los de rojo y blanco, cambiante como la ristra de pañuelos de un prestidigitador.

Con Carrasco algo desdibujado ayer ante el entramado del centro del campo bilbaíno, Vietto algo sobrepasado (de nuevo) por la intensidad del juego y Griezmann dimitido durante bastantes minutos (algo que tampoco es novedad), en la grada se respiró una vez más la sensación de que costaría Dios y ayuda marcar un gol, más aún dos tras ponerse por delante el rival en un balón parado, qué cosas. Menos mal que Saúl marcó en un momento importantísimo, menos mal que Griezmann tiene ese don prodigioso de meter un gol de cada dos balones que toca. Si alguien llevara la estadística de cuántos balones necesita tocar Griezmann para meter un gol, probablemente estaríamos ante el delantero más eficaz de la historia. Ayer, antes del gol había tocado dos o tres balones, después otros tantos; no necesitó más para conectar un zurdazo maravilloso, meter el gol que daba los puntos y dejar con las manos agarradas a la cabeza a medio estadio. A su asombrosa aportación contribuyó, de nuevo, Torres: su salida coincidió con el retroceso de las líneas del Athletic y la mejoría de las prestaciones de Griezmann. Más sólido e intimidador que Vietto, Torres supo presionar a Beñat y salir al galope en un par de ocasiones con el objetivo, conseguido, de meter al rival veinte metros más atrás y alejar el balón del enjambre de jugadores bajo presión y malhumorados que Adúriz consiguió agrupar en torno al área chica de Oblak.

Si Griezmann sólo necesitó un par de balones para ser protagonista, Oblak consiguió, con casi el mismo número de intervenciones, estar en disposición de reclamar el papel protagonista del partido de ayer. Un mano a mano a la manera de Fillol, un balón sacado por alto tras un control y vaselina espectacular de Aduriz y alguna intervención marcando territorio en el área pequeña convirtieron el partido de Oblak en un nuevo prodigio, algo importante sobre todo cuando Giménez, por tercera o cuarta vez en los últimos tiempos, mostró una imprecisión y nerviosismo impropias de él.

A pesar del gran rival, a pesar de las dudas de hace unas semanas, de las predicciones catastrofistas de propios y extraños y a pesar – o precisamente por ello – de que los focos iluminan otros equipos, el Atleti, sin hacer ruido, se ha puesto co-líder. Sin ser el que más luz despide, sin ser el que mejor juega ni el que más goles mete, sin celebrar cada triunfo con un bailecito ridículo, sin sonreír en exceso hasta que el trabajo no esté hecho, el Atleti está ahí, donde quería. Es decir, el Atleti está ahí, a la manera de Raúl García.