domingo, 23 de noviembre de 2014

Crónica marciana del Atleti - Málaga

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Hay gente que tiene un talento especial y se dedica a crear cosas para que el resto de gente disfrute en vez de dedicarse única y exclusivamente a observar con gesto complacido su propio ombligo. Entre esa gente con talento, que no es mucha, hay quien se entretiene en hacer saber a todo el mundo lo listísimos que son, pero hay también algunos que no alardean ni un solo segundo sobre su valía extraordinaria, haciendo estar cómodo a cualquiera que esté junto a él por muy limitado que sea. Hay quien, teniendo esa capacidad especial, reclama para sí el centro de las conversaciones, haciendo girar al grupo en torno de su ingenio y capacidad para decidir qué es ocurrente y qué no, pero hay también quien hace sentirse bien al resto, escuchando cada frase, manteniendo la capacidad de agradecer y asombrarse amistosamente ante las ocurrencias quieroynopuedistas de la concurrencia sin juzgar ni mostrar condescendencia.

Hay quien tiene una cultura vastísima y un excelente gusto musical y se entretiene en hacer saber a los cuatro vientos lo muchísimo que sabe, lo refinado de su paladar, lo simplón que le resulta el gusto de la masa, lo profundamente que aprecia las caras Bs de los singles inéditos de los primeros trabajos de las bandas más oscuras, siempre y cuando fuera con la formación original y antes de su primer éxito comercial porque, como bien saben los expertos e ignora el pueblo, el realmente bueno del grupo era ese bajista que sólo grabó una maqueta y luego desapareció para hacerse encargado de la planta de caballeros de un gran almacén; pero también hay quien, sabiendo todo esto y habiendo estudiado todo esto y hasta coincidiendo a lo mejor con los extremos más elitistas de la reflexión precedente, ni menosprecia el gusto de los demás ni alardea del paladar propio, quien comparte las joyas ocultas para que el resto también las disfrute, quien agradece al vecino cuando éste le descubre algo que luciría como una condecoración en la solapa de algún gurú cultural o le recuerda una canción olvidada de esas que alegran la mirada cuando se vuelven a ver.

Hay gente capaz de mostrar sentido común, respeto y sensatez mientras trabaja, mientras toma un vino o mientras opina en un foro de Internet sobre algo tan importante y a la vez tan tonto como es el fútbol, por el que otra gente pierde las formas, la razón y el saber estar. Hay gente, muy poca gente, que teniendo ese don de la observación y el talento - y posiblemente por eso – es capaz de disfrutar de las cosas pequeñas tanto como de las más asombrosas, quien valora una cerveza tras el partido tanto como una obra maestra de la HBO. Hay gente que tiene el don de convertir un día especial – una final de la Europa League, por ejemplo – en un día inolvidable entre cervezas en bares oscuros y conversaciones sobre música, fútbol, fanzines ingleses y la vida en general.

Hay gente admirable que se comporta como si admirase al resto y hace sentirse cómodo a todo el que le rodea. Hay tipos que tienen el don de brillar sin cegar, de asombrar sin incomodar, de provocar admiración sin hacerle a uno sentirse más pequeño. Hay gente que pasa su tiempo trabajando para que el resto seamos mejores y más felices y no siempre nos damos cuenta. Hay gente capaz de ver en un muñeco de futbolín cosas que llevaría páginas describir.

Hay gente, muy poca gente, verdaderamente extraordinaria. Hay gente increíble que habita entre nosotros y a lo mejor no se conoce tanto como debiera. Hay gente gigante llena de talento y de nobleza, superhéroes que sobrevuelan por encima del resto viendo cómo entramos y salimos de los bares, tomando nota y devolviéndonos cosas que nos hacen ser mejores. Y de estos, suerte que tenemos, alguno es del Atleti.

Hay tipos realmente increíbles, y luego, ya en un nivel superior, está Pablo Olivares.

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En sábado de noviembre con temperatura de marzo, tras dos semanas sin fútbol de clubes en las que, como viene siendo tradición, hay que aguantar un chaparrón especialmente copioso de tontunas triunfalistas y partidistas sobre jugadores que hicieron partidos de época contra selecciones que en España no llegarían a jugar en Segunda B Grupo 4, en el que milita la Gloriosa Balompédica Linense, volvió el Atleti al Calderón.

A modo de inciso, uno nunca ha entendido bien por qué, cuando el Atleti vuelve a casa tras dos semanas de audiencia, no repican desde un par de horas antes las campanas de la catedral de La Almudena, no se corta el centro al tráfico para que la afición desfile en pasacalles hacia el estadio, no se lanzan fuegos artificiales y pétalos de rosas rojas y blancas desde los balcones más altos de las calles más antiguas, no suena a las horas en punto y las medias “The Boys are back in town” de Thin Lizzy por la megafonía antiaérea, no se hace un cambio de guardia en el Palacio de Oriente al ritmo de cierta canción de Glutamato Ye-yé, no ondea la bandera rojiblanca en edificios oficiales, sedes diplomáticas, clubes de ajedrez, locales parroquiales, puentes del Manzanares, antenas de comunicaciones, aviones de línea y monumentos histórico-artísticos (lo que obviamente excluye La Violetera de Gran Vía) y no hay hora feliz en todas las tascas de los distritos de Latina, Carabanchel y Arganzuela, subvencionada por la duplicación simultánea de precios en los bares de Chamartín, Salamanca y Puerta de Hierro. Hay cosas que no se explican, a ver si se va ya esta alcaldesa que, además, tiene la ciudad hecha una guarrería.

El caso es que el Atleti volvía a casa tras ese mal partido de San Sebastián que nos hizo a todos quedarnos con cara de bobo unos días, echando de menos a ciertos jugadores y sospechando sobre la verdadera capacidad de otros, pensando en qué cambiar para que no cambie el recuerdo de ese equipo rodillo que convirtió el mes de mayo de 2014 en el mejor mes de nuestras vidas. Venía además al Calderón el Málaga, buen equipo que llegaba a Madrid con la posibilidad de adelantar al Atleti en la clasificación en caso de ganar el partido, arropado desde la grada por un grupo numeroso concentrado en el fondo Norte y multitud de aficionados mezclados en zona de socios del Atleti que, como debe ser, celebraron el gol de su equipo y charlaron con la grada sobre sus propios jugadores y esperanzas para el año en curso con total tranquilidad y acento del Rincón de la Victoria.

Salió el Atleti con un equipo que nos gusta, sin Miranda pero con Giménez, jugador joven que juega como un veterano y se comporta como un treintañero con miles de tiros pegados al que el futuro ofrece días de vino y rosas si accede a dejarse aconsejar por el enorme Godín. Salió el Atleti con Ansaldi en la banda izquierda, jugador que transmite mucha más sensación de sensatez que el enloquecido Siqueira, y con tres jugadores finos tras Mandzukic, esto es, Koke, Arda y Griezmann, ahí es nada. Salió el Atleti con un único punta que anduvo espeso y medio lesionado, y salió con un doble pivote en el que el que suscribe ve la clave de muchas cosas.

Por delante de la defensa, en esa zona que es sala de máquinas, puente de mando y documento de identidad del equipo a la vez, el Atleti salió con Gabi y Tiago. Gabi, que quizás no esté al nivel estratosférico del final de temporada del año pasado pero ni  mucho menos – piensa el que suscribe – está al nivel mediocre que algunos aficionados denuncian, jugó bien y acabó expulsado. Gabi corrió, ocupó espacios, recuperó balones y también hizo algún pase directamente al rival y se llevó una segunda amarilla justa y bastante tonta. Gabi volvió a marcar el inicio de la presión, el toque a rebato que marca la salida general al galope que tanto temen los equipos rivales; sin llegar a la intensa perfección del año pasado, Gabi hizo un buen partido que terminó siendo de color más pálido por una expulsión evitable, y que volvió a lanzar al foro una cuestión recurrente: ¿es Tiago la clave de muchas de las mejorías que experimenta el equipo?

Tiago volvió a dar ayer un curso acelerado sobre las virtudes del medio centro: intuición a la hora de ir al espacio, visión de juego para anticiparse, robar y salir, colocación para hacer más fácil el juego de todos los demás, contundencia en el corte, complicidad con la grada cuando un compañero necesita un aplauso. Sin necesitar un despliegue físico excesivo, sin tener que recurrir a sprints ni galopadas, Tiago aparece donde hace falta por mera visión, anticipación, inteligencia, experiencia. Esa ocupación de espacios parece hacer más fácil la vida del resto, contentos por tener que limitarse a cubrir su parcela con la dedicación que les pide el banquillo, sin preocuparse de cubrir esos huecos en el mismo centro de la acción que a veces se producen. Con Tiago y Gabi en el campo los centrales parecen más cómodos, para encimar, robar y despejar, porque los pocos balones que llegan a los centrales lo hacen en situaciones poco ventajosas para el rival: con Gabi y Tiago, los talentosos trescuartistas pueden desentenderse algo de sus misiones de defensa, sabiendo que la parcela central está ocupada siempre con rigor táctico y compromiso y las bandas por dos laterales serios y rápidos. Con Tiago, cree el que suscribe, el equipo mejora, el equipo es más equipo, menos blando que con Mario y tiene más solidez en la zona de cimentación, la clave del éxito del Atleti del Cholo.

Pero, ¿y delante? Pues delante la cosa parece un poco más complicada. Mandzukic, que tuvo que retirarse lesionado, no tuvo su mejor día y únicamente aportó trabajo a la línea de detrás, con Arda, Koke y Griezmann jugando más cómodos por el apoyo que les llegaba del Sur pero sin la referencia norteña que otras veces es el croata, que únicamente brilló en un pase a Arda en la jugada del segundo gol.  Koke, sobresaliente como tantas veces y más listo aún si cabe en varios robos y anticipaciones, y Arda, con unos de esos partidos en los que se ve que está cómodo desde el primer momento, recibían menos miradas que Griezmann, el tercer hombre. Griezmann, que no acaba de hacerse con la confianza de grada y banquillo, salía en casa de titular con dos finos espadas a su lado, en una ocasión señalada para mostrar su importancia. Griezmann marcó y mostró su clase, pero también algo de ansiedad, algo de prisa, algo de exceso de ganas de agradar. En un par de ocasiones abusó de la jugada individual, en otro par mostró pocas luces cuando la situación las requería. Junto con el partido gris de Mandzukic y la poca entidad del juego de Raúl Jiménez (de nuevo poco interesante y poco intenso, de nuevo sembrando de interrogantes su futuro en el Atleti), el partido del Atleti deja sin resolver la cuestión que nos ocupa desde hace unas jornadas.

Y es que la sensación que da el Atleti este año es de buen equipo que funciona al que le falta la guinda. Mientras que la defensa y el centro del campo  - sobre todo cuanto está Tiago – sigue dando sensación de solidez y solvencia, al Atleti le falta algo arriba. Griezmann aún no es el Griezmann que creímos haber fichado, Mandzukic es muchas veces más un defensor que un atacante. Cerci, reivindicativo y bastante mal peinado, no ha demostrado ser una alternativa solvente al día de hoy  y Raúl Jiménez va dejando cada vez más claro que, por ahora, este Atleti le queda grande. Sólo Raúl García, intenso desde el primer segundo de cada una de sus apariciones, parece ser capaz de mantener el nivel  que el equipo requiere y, hoy por hoy, sería una alternativa más sensata al delantero centro de la que es Jiménez. El Atleti saca adelante partidos gracias al talento de muchos de sus jugadores y a la maquinaria defensiva cuyo manual de empleo ha grabado Simeone a fuego en el cerebro de la platilla. El día que Griezmann se quite el peso del precio de su fichaje y la ansiedad por demostrar su valía y – quizás – coja los tres kilos de  músculo que sus tareas defensivas demandan, la máquina defensiva puede convertirse en un tanque imparable.  

Mientras tanto, suma y sigue, el Atleti sigue ahí a pesar de los pesares, invitando a pensar en positivo una vez se resuelva el dilema de la punta de la lanza. Intacta la confianza en las dos líneas de atrás, se antoja urgente afinar la delantera sin perder ritmo con el resto de equipos de cabeza.

En espera de la llegada de la solución, por ahora sólo hay una cosa cierta: desde hace pocos días uno de los nuestros, sin duda uno de los mejores y al que echaremos mucho de menos en todos y cada uno de los partidos, puede por fin conocer cómo es la vida en Marte.


domingo, 2 de noviembre de 2014

Crónica del Atleti - Córdoba o a ver si hay más días de estos



El Atleti jugaba en casa por primera vez tras los cómicos premios de la LFP y la afición aprovechó para hacer llegar unos cuantos mensajes. El primero, desde el fondo Sur, que una pancarta con ingenio y sin insultos puede ser muchísimo más efectiva y valiosa que una portada de periódico. El segundo, que la pantomima del otro día no pasó desapercibida.  El tercero, que al final la afición se tomó lo del otro día efectivamente como eso, como una pantomima.

Ya es llamativo, cree el que suscribe, que la LFP organice una gala como si fuera la de la entrega de los Oscars con alfombra roja, smoking y trajes de largo entre las invitadas consortes. Es llamativo también que la gala se retransmita por televisión (la Sexta en este caso, cadena que alterna información política mordaz y ácida que busca irritar al establishment político con información deportiva servil, amarillista y superficial, muy del gusto del establishment deportivo) y se convierta en comentario mayoritario en las redes sociales. Es más llamativo aún que aficionados de aquellos equipos que no cortan los bacalaos económicos y mediáticos se rasguen las vestiduras al ver los resultados de los premios, como si no fuera lo esperado que los premios tengan por objeto no premiar a los mejores, sino resaltar una vez más las virtudes (incluso las inexistentes) de los equipos que crean audiencia en Asia, provocar la foto de los astros con trofeos que justifiquen inversiones millonarias en países con contratos potentes de obra pública en concurso, y pasar de nuevo la mano por el lomo a la masa alienada que necesita que le recuerden continuamente lo bueno que es su equipo para que así desconecte un poco y no caiga en la cuenta de que lo que no es tan bueno es todo lo demás.

Ante la filfa de la LFP y su reparto de derechos económicos, ante el oscuro mecanismo de designación de árbitros, ante el escandaloso criterio que gobierna el tratamiento mediático de los partidos y los méritos de unos y otros, hay varias posibilidades. Hay quien prefiere verlo todo y leerlo todo y consumirlo todo y, una vez hecho todo lo anterior, enfadarse muchísimo y decir con grandes voces la vergüenza que le parece todo, el asco que le produce la corrupción y la mentira y la injusticia con la esperanza de que algún radical de algún equipo privilegiado le conteste con insultos y argumentos infantiles para, así, enzarzarse en una discusión semipública de esas que no llevan a ningún lado y dan mucha vergüenza ajena. Todo ello, claro, hasta el día siguiente, en el que volverá a leer los medios a sabiendas de que le pondrán de mal humor y, así, poder enfadarse muchísimo y decir una vez más con grandes voces la vergüenza que le parece todo, el asco que le produce la corrupción y la mentira y la injusticia.

Hay también quien, harto de todo esto, a sabiendas de que nada de lo que uno diga servirá para nada a menos que lo haga en un círculo de confianza en el que casi siempre todo el mundo piensa lo mismo, consciente de que cualquier comentario sensato en según qué ambientes deriva en una conversación subida de tono en la que los seguidores de los equipos mayoritarios despliegan toda su argumentario de niño pequeño, recuerdos de épocas que ni vivieron ni conocen, acusaciones de envidia y celos y otros disparates poco rebatibles – no por la enjundia del mensaje sino por la incapacidad del que lo emite para entender nada que no sea de una simpleza primate – y lugares comunes infantiloides repetidos en los medios que viven única y exclusivamente de satisfacer a la masa que sólo quiere escuchar lo que quiere oír y en ningún caso la verdad - no sea que ésta explique cosas que no quieren entender - opta por ni consumir ni opinar, ni valorar ni enfadarse, limitándose a encogerse de hombros y echar una media sonrisa de esas que en el fondo es un clavo hundido a martillazos en la anoréxica capacidad intelectual del que pregunta, que ni aun así es capaz de enterarse de lo que está pasando.

Finalmente hay quien, consciente de que por más que quiera no conseguirá no enterarse de todas las tontunas que rodean al fútbol patrio e incapaz de comprometerse al aislamiento hermético necesario para no escuchar toooodos y cada uno de los piropos que se echen a los jugadores de ciertos equipos en detrimento del resto, opta por reírse directamente del panorama. Hasta que no se comercialice el traje anti-ebola que proteja contra el contacto mediático de los gérmenes que a diario vomitan periódicos y espacios deportivos de los telediarios, hay quien prefiere directamente reírse de la situación y, lejos de hacerse mala sangre, aprovechar el viaje de los envalentonados aficionados de las multinacionales para, como en el judo, usar esa inercia para sumergirles en el barro de su propia idiocia. No parece mala política ante esos comunicadores y aficionados que, encantados de ser incapaces de ver más lejos de su propio ombligo, únicamente perciben que se están riendo de ellos unos minutos después de que se haya reído a su costa toda la reunión.

Allá cada uno con su elección; servidor de Vds no entiende a los primeros, entiende bien a los segundos y admira y agradece su tarea a los terceros.
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Hacía tiempo que en el Calderón no se veía un desplazamiento de aficionados como el del Córdoba de ayer. Desde muchas horas antes del partido, ya en el Centro, en la Latina y demás barrios cercanos al Calderón (por enésima vez, ¿cuánto vale tener un estadio accesible a pie desde el centro histórico de la ciudad? ¿hay muchos planes mejores que ir al fútbol por la tarde y antes comer o tomar el aperitivo en la parte más animada de los barrios más antiguos?), tabernas, monumentos y aceras estaban llenos de aficionados vestidos de verde y blanco en busca de a las barras comparables a las barras maravillosas del centro de Córdoba.

También en el estadio la presencia de visitantes era numerosísima: agrupados en el fondo Norte y ocupando el 100% de la zona reservada para los aficionados rivales y mezclados por las gradas en zonas de socios y no socios, cientos de aficionados cordobeses poblaban grada, fondo y anfiteatros con camisetas de su equipo. Majos y muy lejos de la imagen johncobrizada con la que últimamente nos obsequia cierta afición levantina, los aficionados del Córdoba resultaron ser la mar de educados, celebraron sus goles sin faltar al respeto a nadie, comentaron con el vecino las jugadas destacadas y animaron a los suyos aun cuando las cosas iban mal, todo ello sin acusar al Atleti de ser un equipo violento ni recordarle a todo el mundo que vienen de una de las ciudades más bonitas de España. Como los suecos del Malmoe hace unos días, también numerosos, respetuosos y uniformados, el Calderón disfrutó con la afición visitante casi tanto como con la suya.

Sin una mala palabra, mucho color y buena educación, la afición del Córdoba dio una lección de comportamiento. Quizás inspirada por su propio equipo, que ni dio patadas ni perdió el tiempo ni provocó broncas con la insistencia y mezquindad con la que hacen tantos otros equipos, la afición no tuvo ni una palabra descortés ni una provocación ni una falta de respeto. Por una vez, tampoco se faltó al respeto a los visitantes desde las zonas del estadio donde tantas veces se provoca la vergüenza a los aficionados locales más sensatos. Algo es algo.

Viendo el percal y conociendo la ciudad, la fecha de vuelta en Córdoba queda ahora mismo marcada en el calendario para más que posible visita este año. Ojalá le vaya bien al Córdoba y tengamos la ocasión de programar este viaje muchos más años.
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El Atleti ganó bien ganado un partido en el que se llevó dos goles en contra, uno bueno y otro un poco churrero. El partido, eso sí, sirvió para ir confirmando algunas cosas.

Una de las primeras cosas que quedan claras es que en la portería sobrevuelan dudas. Moyá cumple, sí, y suele tener en sus partidos alguna buena intervención y también alguna mala. Es normal que Simeone le mantenga en la portería pero da a veces la sensación de que no será así para siempre y, lo que es peor, que quizás acabe saliendo del equipo titular porque en algún partido esa sensación que revolotea cristalice y nos llevemos un disgusto. Mientras tanto, esperemos y confiemos: esperemos equivocarnos y confiemos en Moyá.

En la defensa también se van despejando incógnitas, o bien la única incógnita que sobrevive aunque con poco pulso. Confirmado el buen momento de Juanfran y la solvencia de Miranda y sobretodo Godín, este año a un nivel asombroso, en el lateral izquierdo se sigue librando la lucha por la titularidad que, en opinión del que suscribe, va ganando Ansaldi con unos cuantos cuerpos de ventaja.  De hecho, el gran beneficiado de la lesión de Ansaldi parece ser el propio Ansaldi, toda vez que Siqueira ha demostrado también algunas cosas: Siqueira ha demostrado que corre mucho pero que frena regular, que tiene empuje pero no mucho control de su propia inercia, que no siempre toma la decisión adecuada y que necesita pensar más y correr menos si quiere jugar en el equipo. En el partido de Getafe Siqueira pareció gustar al público y gustarse a él mismo, y como resultado, contra el Córdoba salió como más contento, más confiado. Tan contento estaba Siqueira que en cada ocasión que tuvo salió corriendo en línea recta hasta no muy lejos del córner donde, casi siempre, se paraba un par de metros más lejos de donde pretendía, se erguía, esperaba la entrada del defensor o defensores que acudían a tapar e intentaba un regate virtuoso con la esperanza de que le dejara el camino libre hacia un gol de calendario. No le salió. Lo intentó, eso sí, y corrió y corrió como si se hubiera apostado una cena, pero dejó una cierta sensación de atolondre y de entenderse poco con los compañeros.  Veremos en el futuro próximo, pero por ahora nos alegrará ver a Ansaldi de vuelta.

En la media salieron Mario, Gabi, Koke y Arda. Mientras Koke y Arda dejaron claro que no tienen absolutamente nada que demostrar (salvo, en el caso del primero, quizás que su  tope está aún lejos), Gabi volvió a dejar claro que aún no está como el año pasado, aunque no esté tan mal: a pesar de fallar algunos pases de los que no fallaba, a pesar de no estar en su pico de forma física ni mostrar esa superioridad aplastante que el año pasado exhibió cuando los partidos se ponían feos, Gabi se hinchó a robar balones, una de sus especialidades. Gabi aún no es el Gabi del año pasado, pero no anda tan lejos, y terminó siendo sustituido por Saúl, quizás para darle algo de descanso a Gabi ante el martes. Saúl, por el contrario, no estuvo bien, cometiendo fallos por exceso de confianza y perdiendo algún balón por esa querencia suya a tomar riesgos regateando donde mejor es apoyarse en un compañero que guarda la espalda, esa querencia que exaspera a Simeone según nos dicen.

También jugó Mario, la incógnita andante del momento, el centro de muchas miradas, el tipo del que no sabemos bien qué pensar. Y, a diferencia de otras veces, Mario jugó bien. Mantuvo el sitio, dejó detalles y no tuvo esa desesperante querencia a hacer una cosita y automáticamente pararse y ponerse a andar señalando a los compañeros qué hacer con gesto de mariscal. Ayer Mario estuvo entonado, entró a los choques y se los llevó, filtró con claridad varios pases rasos y fuertes que rompían líneas rivales poniendo al receptor en ventaja. Y, aún así, la afición echa de menos a Tiago, aunque un poco más tranquila, eso sí.

Y  por más que analicemos y analicemos el centro del campo, cualquier cosa palidece ante el enésimo partidazo de Koke, de nuevo gigante ayer, potente, talentoso y comprometido, enchufado como si jugase una final y fino y confiado como si jugase una pachanga con amigos. Palabras mayores, Koke, palabras mayores.

Y para terminar, la delantera. En la delantera, Mandzukic volvió a hacer un buen partido de pelea y repliegue, siendo un tormento para los defensas y hasta para medios y delanteros rivales cuando corre hacia campo propio lanzando su tonelaje a toda velocidad para hacer una cobertura. Uno no sabe si ese esfuerzo, que luego paga a veces cuando no puede con su alma y no consigue llegar a un balón que algún centrocampista le mete fuerte y raso al espacio, es uno de sus talones de Aquiles o una de sus mayores virtudes, pero por lo que parece Mandzukic es así y no parece que el esfuerzo casi suicida sea algo que esté dispuesto a negociar, como tampoco parece que pueda evitar pelearse con los centrales para controlar un balón con el pecho y dejar un tiro franco a un compañero en vez de intentar marcar gol en todas las acciones. Si la segunda línea del Atleti se decide a tirar a puerta cada vez que el croata les deja en bandeja una ocasión, empezaremos a ver por fin goles de tiro lejano en el Calderón y demás campos.

Y, para el final, Griezman. Griezman metió dos goles y con ello la prensa ha dicho que se ha reivindicado y que ha cumplido ya y que está ya integrado y contento en el equipo. La realidad es que Griezman metió en efecto dos goles, uno de ellos estupendo, e hizo un buen partido pero, aun así, anda aún lejos de lo que algunos pensamos que puede aportar.

Y es que en este nuevo Atleti 2014-2015 que poco a poco y sin hacer ruido va tomando una forma estupenda, Griezman se antoja una pieza fundamental. Asumido ya que el Atleti no tendrá este año el recurso del pelotazo largo para que cierto rufián natural de Lagarto corra en diagonal y destruya una defensa más ante la desinteresada mirada de la LFP, el Atleti va mostrando alternativas en las que Griezman es clave. Como en el primer tiempo contra el Malmoe, el Atleti puede entrar por las bandas y colgar balones al área pequeña o acudir al famosísimo balón parado que tanto parece irritar a cierta prensa, pero también puede, como en el segundo tiempo de ese mismo partido, dedicarse a tocar y combinar y saltar de línea a línea juntando a los jugadores de más calidad y capacidad para la diablura como son Koke, Arda y Griezman. Griezman, ligero de pies y con andares de bailarín, debe colaborar con los otros en las tareas de infiltración en líneas, colocación de explosivos en los pilares del puente y huida con el resto del comando para ver la explosión (esto es, la percusión del corpachón de Mandzukic o Raúl contra quien tenga la desafortunada idea de ponerse cerca) desde un sitio seguro con más frecuencia de que lo hace. Ayer mostró esa facilidad tuya para conducir el balón en diagonal, recortar antes del gol e incluso anticiparse en un buen remate de cabeza: cuando todo eso sea la norma y no la excepción, estaremos hablando del Griezman que realmente esperamos.
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Pasado el primer cuarto de la liga, el Atleti empieza a parecerse a lo que debe ser y sigue mostrando hechuras de equipo serio y duro. Si alguien no se limitara, como el que suscribe, a opinar sobre lo que ve y se contentara con enterarse por otros medios de cómo va la cosa hasta ahora, se sorprendería de saber que el Atleti está a un punto del líder a pesar de haber circulado con el motor en tres pistones hasta ahora.

Así que ya saben, nosotros a lo nuestro. No seremos nosotros ni será el Atleti quien necesite premios y portadas para hacer lo que debe.