sábado, 18 de mayo de 2013

Y, sí, al fin, lo entendimos


Para los que creímos que esto iba a pasar, porque sabemos y confiamos que estas cosas sólo pasan al Atleti. Pero, sobre todo, para los que pensaban que esto era imposible, aunque les envidiemos por sentir esa alegría aún un poco más inmensa que la nuestra: para que confíen.

___

Instrucciones ceremoniales para vivir una final de Copa: levantarse pronto, saliendo del lado izquierdo de la cama y pisando con el pie derecho. Ducharse con agua tibia, desayunar café con leche y una tostada con mantequilla blanca y mermelada de fresa. Vestirse con la camisa llevada el día de la final de Bucarest, con el pantalón llevado del día de Hamburgo, los calzoncillos y calcetines utilizado ambos días y no vueltos a utilizar hasta entonces, tras ser cuidadosamente lavados y planchados. Coger la bufanda antigua, la de los partidos grandes, la del escudo bordado en hilo brillante, de los años 70 más o menos, ponérsela al cuello.

Salir de casa no muy tarde, coger la vespa, bajar hacia Castellana, girar entonces en dirección al Sur. Pasar Cibeles sin mirar la estatua, seguir de frente. Llegar a Neptuno, dar una, dos, tres vueltas a la plaza, mirando en la medida de lo posible a los ojos del Dios del Mar. Volver a subir en dirección Norte. Parar de camino para comer. Elegir un menú rojo y blanco, en el que siempre el ingrediente rojo quede sobre el blanco. Sugerencias: ensalada de tomate sobre queso mozzarela, pasta larga con salsa bolognesa, natas con fresas encima.

Volver a la Castellana, dirección Norte. Tomar el carril central de Castellana, avanzar hacia Nuevos Ministerios. Notar como, según se acerca uno a ese barrio empieza a sentir picores, asma, dificultad al respirar, incomodidad general, estrés acumulativo. Notar como la vespa también empieza a no andar bien, cómo muestra síntomas de avería mecánica transitoria, una alergia geográfica e incómoda de 200cc. Mantener la marcha hasta pasar de largo el estadio del otro equipo grande de la capital, notar cómo van pasando los picores, cómo se respira mejor, cómo la vespa vuelve a andar bien, cómo el  motor vuelve a estar cómodo.

Llegar a Cuzco, dar la vuelta completa, volver a bajar en dirección sur, volver a experimentar los síntomas de la alergia transitoria, volver a notar que la moto no va. Aguantar hasta que el chaparrón pase.

Llegar de nuevo a Neptuno, dar una, dos, tres vueltas mirando en la medida de lo posible a los ojos del Dios del Mar, girar en dirección al Retiro siempre y cuando quede ya poco para que empiece el partido. Tomar Alfonso XII hasta la Puerta de Alcalá, girar a la derecha para tomar Alcalá, seguir por O’Donnell. Seguir O’Donnell hasta Narváez, tomar Narváez en dirección a la calle Ibiza. Llegar a la altura de la calle Menorca, parar la moto, aparcar la moto. Cerciorarse de que queda menos de media hora para el partido. Hacer cola (breve) en las taquillas de los cines Renoir. Comprar una entrada para cualquier película que acabe cerca de la media noche. Apagar el móvil, meterse dentro, no querer saber nada de nada.

Por los nervios, ya saben Vds.

___

Tras el partido no hay quien duerma y uno da vueltas y vueltas en la cama intentando coger la postura y, a la vez, recordando el remate de Miranda, la pelea de Falcao antes de dar el pase del primer gol, el remate precioso de Diego Costa con la izquierda, el partidazo de Koke, los miles de calorías quemadas por Gabi, el buen partido de Juanfran tras una liga entera llenando de dudas las cabezas de los escépticos, la tensión en la grada, la explosión final.

Y, mientras uno está en ese estado en el que no está dormido pero sí lo bastante atontado como para plantearse hacer otra cosa que no sea estar metido en la cama, estado que algunos llaman duermevela y otros no llaman de ninguna manera porque las palabras bonitas se van perdiendo (por ejemplo, volapié, abanicar o cejijunto), se oye un ruido fuerte como de un mueble cayendo contra el suelo y llega un olor a almendras tostadas que al que suscribe, y a los que han leído las idioteces que escribe el que suscribe desde hace ya varios años, le resulta familiar. A almendras tostadas huele cuando se aparece Dirceu, piensa el que suscribe, y ya no pega ojo hasta que, por la puerta del salón, ve entrar a un tipo con chandal rojo y pelo rizado que sonríe y habla y habla y no para de hablar como si no estuviera solo. Dirceu, aparecido, habla en efecto porque no está solo y menos mal: si no fuera poco tener en salón una aparición en chándal, imagínense si encima a la aparición le da por hablar sola. Lo que nos faltaba ya, oiga.

Dirceu, que hace tanto tiempo que no venía a casa, no está solo cuando llega al salón, está excitado y nervioso como medio Madrid esta noche, pero no está solo. A su lado hay una figura enorme que transmite miedo y paz a la vez, una figura aterradora para el resto pero protectora y bondadosa para los suyos.

-          Pero hombre, Sr Dirceu, ¡cuánto tiempo!
-          Hola. He venido con Arteche
-          Si, ya veo, ya.

Dirceu entra en el cuarto y con él entra Arteche, que escucha, habla menos que Dirceu y mira todo, incluido al anfitrión de carne y hueso, que, sin saber qué hacer, ofrece café.

-          ¿Quieren Vds un café?
-          ¿Un café? ¿Está Vd tonto o qué? ¿No ve que somos ectoplasmas? ¿Ha visto Vd alguna un fantasma tomando café con porras? No podemos tomar café, no podemos tomar nada ni tocar nada, somos espíritus, oiga, no podemos hacer las cosas que hacíamos cuando éramos de carne y hueso. Bueno, la mayoría no. Hay uno que sí, éste en concreto – señala a Arteche – éste sí que puede tocar si quiere. De hecho ese estruendo que escuchó Vd antes es porque se había chocado con el perchero de la entrada y lo ha tirado. El resto normalmente pasamos a través, pero éste, que es un fenómeno, es capaz de derribar las cosas hasta en espíritu.

Los aparecidos se sientan en las butacas del salón y hablan sobre el partido de ayer. Atropellado, Dirceu habla de lo bien que jugaron los brasileños del equipo y de lo importante que fue el medio campo del Atleti, del buen partido de Koke, de cómo Mario fue de menos a más, de Arda y su pellizco. Ambos coinciden en señalar como claves dos cosas: el partidazo de Miranda y lo importante de su gol, y los galones más que bien ganados y bien llevados de Gabi. Cuando hablan de éste último a los dos se llenan de orgullo y se les encienden las pupilas y da bastante miedo pero, a la vez, transmiten calma. Dirceu habla atropellado, Arteche mira tranquilo y con media sonrisa, una sonrisa inclinada al lado opuesto de su tabique nasal torcido, ambos manotean cuando toman la palabra.

Uno, que es tonto, pregunta si ellos tuvieron algo que ver en lo de ayer, si Dirceu inspiró a los nuestros para mantener la pausa cuando se puso el partido en contra, si Arteche fue responsable de que los jugadores fueran siempre de cara, buscando el choque sin miedo, dejando de lado el complejo de los derbis anteriores. Los dos se miran, no saben bien qué decir, Dirceu toma la palabra: no, no, de ninguna manera, no nos está permitido, lo impiden los Estatutos del Jugador del Tercer Anfiteatro, no, no, de ningún modo. Arteche no puede disimular una sonrisa y uno no sabe si es por ver a Dirceu pasando fatigas a la hora de explicar algo sin demasiada convicción, una sonrisa de pillo.

De todos modos, dice Dirceu, las cosas allá arriba no son como aquí, allí no hay tanta rivalidad, allí las cosas son puras y limpias, no existe el deseo de venganza ni las cuentas pendientes. De hecho, sepa Vd, que está en pijama, que el desenlace de la temporada no ha sido del agrado completo de la dirección celestial, que se encuentra algo dividida. Por un lado está el convencimiento firme de que el Atleti merecía esta victoria por justicia divina, humana y deportiva. Pero no puedo dejar de señalar que la forma en que se ha producido ha causado algo de desasosiego en la autoridad. Consideran que la victoria ha sido en exceso humillante, teniendo en cuenta que el rival es un club azotado por las penurias desde hace ya muchos años, poco acostumbrado a jugar finales y por tanto abrumado ante las mismas, empeñado en invertir e invertir sumas escandalosas para obtener más bien poco, con una afición rácana, sí, pero sometida con demasiada frecuencia a la humillación en los partidos trascendentales en casa, a ser eliminados en su propio estadio de torneos vendidos de antemano como ya ganados. El Consejo Celestial piensa que con lo sufrido hasta ahora ya tiene bastante este club, pobres gentes a las que deliberadamente se les hace creer que todo es color de rosa hasta su anual caída al precipicio entre las risotadas de media humanidad y la inmensa mayoría de ectoplasmas. No sé, hay un cierto malestar, hay quien opina que el haber estado preparando este golpe de efecto durante catorce años ha sido excesivo, por mucha risa que haya producido al final. No es el estilo de la casa.

Llegado este punto, Arteche no puede evitar empezar a reírse y, guiñando un ojo, se dirige por primera vez al que suscribe:

-          Oye, mira, que sí, ponme ese café. Y con gotas, qué coño.
___

Aproximadamente a las doce de la noche del día 17 de Mayo de 2013, ya 18 de Mayo entonces dirán algunos como por ejemplo un señor calvo y muy alto que vino desde Milán sólo para ver la final, se escuchó un trueno en la zona financiera de la capital, donde están las oficinas de los consultores y los despachos de los asesores de los asesores de los consejeros de los presidentes, vicepresidentes y directores generales de todas esas empresas que no se sabe muy bien qué hacen. El trueno provenía de un estadio sito en dicho barrio financiero que alberga también un centro comercial, varios restaurantes con reservados para hombres de negocios con corbata y doble vida y un servicio de traducción para los numerosos turistas japoneses que recorren sus pasillos buscando que les cuenten historias sobre el pasado clepto-glorioso del club propietario del local comercial. Dentro del estadio-mercado-palacio de congresos-local-de-bodas-y-banquetes-multi-función, y justo cuando sonaba el trueno, se vio a varias decenas de miles de personas vestidas de rojo y blanco abrazándose y lanzando puños al cielo en las gradas del fondo Norte; en el campo se vio a otro grupo menos numeroso, unos de traje y otros de pantalón corto, haciendo lo mismo que los otros miles.

De entre estos últimos surgió un tipo con un traje o quizás fuera un chándal o puede que un traje regional azerbaiyano, land-of-fire. El tipo llevaba una bandera del Atleti con un gran mástil y, tras agitarla un poco, la clavó en medio del estadio lleno en su parte Norte, vacío en su parte Sur ante la huida precipitada de los anfitriones vencidos, con el gesto con el que Rodrigo de Triana plantó el pendón de los Reyes Católicos nada más tocar tierra americana. Bien es sabido, por cierto, que Rodrigo de Triana fue el primero en ver tierra tras la travesía de Colón y uno no tiene ni la más remota idea de si fue él quien plantó el pendón, esto quizás pueda aclararlo un señor más alto aún que el anterior que también volvió a casa sólo para la final y que ha vivido un tiempo en Costa Rica, donde entendemos que lo más seguro es que algo de esto sepan. Mientras esto se aclara y a meros efectos de esta crónica, Rodrigo de Triana plantó el pendón y, ya puestos, George Mallory fue el primero en subir al Everest y a ver quién viene de Nepal a decirnos lo contrario, oiga.

Con ese gesto todos los allí reunidos (o más bien la mitad porque medio campo se había ido del estadio inmediatamente después del final del partido) entendieron lo que había pasado y entendieron por fin lo que realmente significaba.  El Atleti, ente independiente y soberano, club caprichoso y sentido, ha esperado catorce años, catorce, para ganar al rival más odiado en la ocasión más importante. Catorce años se ha tomado el Atleti, socarrón y juguetón, para convertir un título en una burla mayor, en un guiño gigantesco para los niños que pasan fatigas en los colegios y a los que hoy sus padres no consiguen quitarles el traje del Atleti ni para meterles en la bañera. Catorce años quiso el Atleti que los suyos pasaran lunes de angustia para darles un regalo inolvidable, un diamante para los que esperaron esos catorce años deseando volver a vivir lo que antes era más habitual, un nuevo motivo de orgullo para los que nunca consiguieron ver ganar a su equipo contra el otro equipo grande de la capital desde que nacieron hace menos de catorce años, un bálsamo analgésico para los que empezaban a pensar que había una maldición, una conspiración astral, una conjura de los elementos para evitarlo. Catorce años esperó el Atleti y durante esos catorce años aguantó críticas, desaires y preguntas existencialistas desde su morada más allá de Orión: no entendemos por qué se juegan así los derbis, escuchaba el Atleti de boca de sus más fieles seguidores, no entendemos la falta de actitud y orgullo, no entendemos nada desde la grada, queremos respuestas, queremos soluciones, queremos, ya puestos, otra ronda de vermouth de Reus con un chorrito de seltz y una aceituna dentro, si bien algunos prefieren una rodajita de limón y un hielo, allá cada uno, nuestras acciones serán juzgadas a su debido tiempo.

Catorce años quiso pasar el Atleti, dios distante y calculador, viendo a los suyos sufrir, sufriendo por ellos y dudando sobre su propia decisión, rascándose las sienes y apoyando la barbilla en la mano, moviendo de un lado al otro la cabeza con preocupación, a ver si me estoy pasando con la bromita, a ver si luego no sale, no sé, me da cosa esta gente tan grande pasándolo tan mal. Pero no, pensó el Atleti, es una jugada maestra, es un final digno de superproducción de Hollywood, merecerá la pena, será un día inolvidable, cuando llegue ellos, los míos, entenderán porqué se hizo. Será el día del orgullo y de las gargantas rotas, el día en el que el rival quedará retratado por enésima vez en su propia casa, el día en el que uno de los nuestros clavará una bandera del Atleti en el centro del campo-hipermercado ante una multitud ronca y extasiada. Los míos lo entenderán cuando se reconozcan por la calle no por la bufanda sino por la cara de resaca y la sonrisa brillante que no se les cae de la cara, cuando se abracen el lunes al llegar a la oficina con todos los que compartieron días de mandíbula apretada y ganas de grapar a los compañeros burlones a una bala de cañón, cuando estiren la espalda para quitarse la contractura producida por los abrazos de los amigos en la grada del estadio-tienda, cuando tengan que parar un momento a recuperar el resuello tras perseguir durante horas a sus hijos vestidos de rojo y blanco para que se quiten la camiseta de rayas con la que llevan durmiendo tres días.

Y, sí, la verdad. Al final, lo entendimos. Vaya si lo entendimos.

18 comentarios:

qsP dijo...

La crónica esperada, gracias D.Carlos. ¡¡Qué bien se lo van a pasar muchos niños el lunes en el cole!! ¡¡Qué recompensa!!

Alfred dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alfred dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alfred dijo...

Que bien eligió el Atleti de entre sus espectros del Tercero para encomendarles la trama, desarrollo y desenlace de uno de los tantos maravillosos episodios históricos de si mismo

Gracias Maestro

Fdo: Uno de los que sabía que iba a pasar y que miraba complacido los ojos enloquecidos de los compañeros de grada, en especial de los más jóvenes, recordándose a si mismo en el 92

pd: lo mejor de la broma es que no terminó ayer, si no que tiene ahora otra continuación, el spin-off que dicen los cursis, y es que va para casi 40 años que los seguidores del otro equipo grande no ven ganarle una final a su vecino del sur y para los más rigurosos más de 50 años, pues lo del 75 no fue una victoria si no un desempate… dos generaciones enteras que nunca han visto ganar una final al otro equipo grande de la capital

Jose Ramón dijo...

Muchas gracias D. Carlos.
El jueves por la mañana en la barra de la Casa de las Torrijas, un tipo le dijo a otro "Mañana, después del partido, quedamos en la Cibeles"
A lo que un tercero (bajito, calvo y con bigote)replicó "Mejor, porque Neptuno va a estar lleno"
Tenían que haber visto la mirada y el tono de voz del señor bajito, calvo y con bigote.
Pague la caña y salí a la calle con la seguridad de que el partido estaba ganado.
(oigan)

Javier Moya García dijo...

La crónica que siempre esperé leer. Yo soy de esos, sí, de los que no creían, ni un poquito... parece mentira, señor juez, con lo que es el Atleti. No volverá a ocurrir.

Vicente dijo...

Yo era de los q no quería creer, pero siempre creía. Esta victoria no cabe por la razon, solo por fe. Gracias Cholo por habernos alimentado durante estos últimos meses.

Homero Aguilar dijo...

Gracias Don Carlos. Gracias a todos. ¡Y qué viva el Atlético de Madrid!

Abantos dijo...

Enhorabuena a todos y un enorme abrazo feliz.
Todos, sabíamos que podía pasar. Este es nuestro atleti.

yo_menendez@hotmail.com dijo...

Muchas felicidades señores!. Hace como un par de años que no escribo en los comentarios, aunque soy fiel a ellos y por supuesto a los artículos del Maestro.
Quería pasar por aqui a felicitarles, porque durante estos 14 años, nosotros luchamos como hermanos, y tras mucho creer, lo conseguimos.
Además, os quería dejar esto que escribí al llegar a casa, tras no poder dormir toda esa noche.

http://elfutbolesnuestro.blogspot.com.es/2013/05/a-mis-hijos-les-contare.html?showComment=1369003636574

Un fuerte abrazo, y enhorabuena.

Russeus Albusque dijo...

Pues a mí, don Carlos, además de por la crónica (genial como nos tiene habituados), me gustaría darle las gracias en este momento tan especial porque este blog maravilloso por tantas cosas, que llevo leyendo muchísimo tiempo y participando en él algo menos sin que todavía me hayan echado, me ha hecho descubrir una manera especial de vivir el atleticismo. Y si seguramente sin haberle leído tendría la intuición de que el viernes íbamos a ganar, tras ser lector suyo en vez de intuición era certeza absoluta, como dejé por escrito y en mayúsculas en un comentario a su anterior post.

Por otro lado, felicitar al equipo anfitrión de la final por el ejemplar simulacro anti-incendios vivido justo tras el pitido final del encuentro, siendo este pitido precisamente la señal para la evacuación urgente de toda la mitad sur del estadio, que se realizó en un tiempo récord, tomándose tan en serio este ejercicio de evacuación dos empleados del club ése (uno con matrícula de Ciudad Real y el otro con cara de estreñidísimo), que incluso por el bien de la operación ni siquiera subieran a recoger la medalla que les acredita como segundo equipo de la Copa Juancar 2013 por detrás del glorioso Atlético de Madrid.

Ah, y ¡gol de Torres!.

(Bien!!!)

(Perdón por anticiparme, Dottore).

cdelrui dijo...

Enhorabuena D. Carlos por la entrada y ENHORABUENA a todos por sentir, como nadie, esta felicidad que nos embarga.

Buenos no, buenísimos dias.

Luismi dijo...

Una delicatessen cocinada durante 14 laboriosos años. Y servida en plato frío, como debe de ser.
Gracias, Atleti.

Libros Mondo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=Jx03IiH8qbM

Blutarsky dijo...

Con un dátil te quito la competisión jajajajaja Que días más maravillosos

Libros Mondo dijo...

Hipnagógico, Maestro. Ese estado se llama hipnagógico, que es palabra bien bonita también, como esas esdrújulas resonantes tan gratas: ubérrimo, celtibérico o cuáquero.
Una crónica maravillosa de la noche más bonita (nótese, que no he dicho hermosa). Una crónica que, en nombre de todos mis compañeros comentaristas (¡Hey, Menéndez!, ¡Ese Abantos, cuanto tiempo!) exijo que se la dedique usted a sí mismo. Que llevaba usted desde el 4 de octubre de 2006 cumpliendo, dos veces como mínimo al año, con la ingratísima tarear de narrar un partido que nunca ganaba el Atleti. Ya era hora, Maestro, ya era hora.

PD: Ruego refutación pública de un burdo rumor que ha llegado a mis oídos: estaría todavía por la capital, montado en una Lambretta, un torvo individuo levantino disfrazado de moro atlético y totalmente ebrio, dando vueltas por la Cibeles haciendo la peineta...

Carlos Fuentes dijo...

gracias oiga
eso sí, en vez de dedicatoria, doble de curro!

TXEMA dijo...

"...pobres gentes a las que deliberadamente se les hace creer que todo es color de rosa hasta su anual caída al precipicio..."
Genial esa frase D. Dueño.