Así, llama mucho la atención uno de los primeros comentarios del partido. En los primeros minutos, antes del primer gol de Falcao, Mario Suárez corta un balón con autoridad y sale con el balón jugado desde cerca del área propia. El comentarista dice lo siguiente, más o menos literalmente: "balón que corta Mario Suárez ... jugador que está en un gran momento de forma". "Un gran momento de forma", dijo el tipo. Al principio del partido, no al final. De Mario Suárez, no de otro, de Mario Suárez.
Mario Suárez, que luego hizo un partidazo que nadie esperaba, venía de hacer 45 minutos buenos en los últimos diez partidos y era, para la inmensa mayoría de los aficionados que ven los partidos del Atleti con asiduidad- por no decir todos -, el jugador más flojo y que más dudas planteaba del equipo titular. Cualquier aficionado con el que se intercambiaban impresiones antes del partido, fuera en Madrid o en Bucarest, mostraba su inquietud no ya por el momento de forma de Mario Suárez, sino por sus características habituales, su frialdad, su falta de carácter, sus innumerables pases al contrario y desentendimientos en defensa. Cualquiera de estos aficionados habituales mostraría luego su estupor por el partidazo que hizo Mario en Bucarest, del todo inesperado y casi impensable para el socio que se traga todas las jornadas en rojo y en blanco.
Cualquier comentarista al que se le encomendase la responsabilidad de llevar el peso en la retransmisión de un evento así, piensa el que suscribe, habría conocido su papel con la suficiente anticipación como para ver unos cuantos partidos de ambos equipos y conocería bien a los jugadores, o al menos las dinámicas recientes. No fue así. Mario Suárez cortó un balón en el minuto tres y automáticamente pasó a estar en un gran momento de forma. No parece cuestión debatible que Mario Suárez estuviese en un buen momento de forma antes de ese partido, porque era claro y meridiano para todo el mundo que no lo estaba. Por ello, resulta difícil asumir que el comentarista, profesional dedicado al conocimiento futbolístico, hubiera visto los mismos partidos que el resto y hubiera llegado a la conclusión opuesta. Esto sería demasiado extraño y dejaría demasiadas dudas sobre la capacidad real de entender el juego de un tipo que se dedica profesionalmente a hacerlo. Así que el comentario podría explicarse por dos motivos: o bien el comentarista no había visto suficientes partidos del Atleti como para formarse una opinión válida, o bien es vecino, familiar o amigo íntimo de Mario Suárez y todo lo que hace éste, incluso si no ocurre en realidad, le parece bien. Todo es posible, oiga.
Aprovechando que el Pisuerga no pasa por Laredo, gracias a esta anécdota se puede reflexionar sobre la sensación que desde hace un tiempo ofrecen muchos periodistas deportivos, esto es: lo importante es emitir opinión, se tengan o no los elementos suficientes para formarla. Una vez emitida la opinión, ya buscaremos lo que haga falta para justificarla en caso de que sea errónea, y de no encontrar razones suficientes, haremos un chistecito y a otra cosa, mariposa. Lamentablemente eso se aplica también al periodismo que no es deportivo pero ese, como saben, no es nuestro negociado.
En el periodismo deportivo de ahora lo reciente parece convertirse en regla, lo último visto es lo que siempre pasa, de una muestra se puede hacer una ley universal. Los comentaristas elevan a la categoría de verdad irrefutable lo ocurrido en el último minuto, sin importar si lo acontecido es efectivamente lo que suele ocurrir o bien una carambola extraordinaria. Si un zurdo cerrado tira a puerta con la derecha por primera vez en su vida pero lo ve el comentarista de guardia, se convierte por arte de birlibirloque en un jugador ambidiestro con gran tiro cruzado; si un jugador no toca un balón durante cuarenta y cinco minutos y al minuto 50 comete un penalti, pero en el 51 se lleva un balón por potencia, es un gran trabajador que está haciendo un partidazo; si un lateral enano pasa por el centro del área a buscar una lentilla y le da un balón en la cabeza, es un jugador que va bien por alto a pesar de su estatura. Si un equipo se va con el marcador propio a cero tras veinte partidos encajando goles, destaca de repente en la faceta defensiva; si ese mismo equipo gana la Champions League sacrificando todo ataque para reforzar una defensa que ha sido un desastre durante toda la temporada, se convierte en un equipo con una retaguardia maravillosa aunque le tiren cuarenta veces a puerta por partido y no le hagan goles de puro milagro. Si un jugador de Utrera hace tres regates de mérito en ochenta partidos, es un referente indispensable para el equipo y tiene que ser titular; si un jugador de Sanlúcar hace un pase de tres metros cada diez partidos, es el mejor pasador del equipo aunque el cincuenta por cien de los pases los haga al contrario y además le cueste un cerro de goles a su portero; si un jugador navarro pifia un pase tras ochenta minutos buenos, está en un momento malísimo.
Ocurre lo mismo, espaciado en el tiempo, con otros elementos del juego. Si un delantero que lleva un año entero sin marcar mete dos goles en dieciseisavos de Copa, ha recuperado el olfato goleador y debe ir la selección, si es posible bajo palio y precedido de setecientos gaiteros. Si un tipo corre durante todo el partido pero no marca, ha perdido el instinto y por tanto debe ir al banquillo, ser vestido con túnica y capirote y llevar orejas de burro. Si alguien mete doce goles en una temporada, pero tres son entre semifinal y final de una competición, se convierte en candidato al Balón de Oro, a la Bota de Oro y a recibir su peso en miel, vino y queso tras ser pesado solemnemente en una gran balanza dorada; si un compañero metió dos goles menos jugando menos partidos, su temporada es un petardo. Aquí estamos a lo que estamos, oiga, y no hay más: ponga Vd más vino, que esta tarde trabajamos.
Hoy en día el fútbol se reduce a goles, las temporadas se reducen a unos pocos partidos televisados, las prestaciones de los jugadores se reducen a lo que aparece en los vídeos de youtube o a lo ocurrido hace un minuto. No se valoran temporadas enteras ni eliminatorias enteras ni partidos enteros, se ve un poquito y con eso vale para lanzarse al ruedo y emitir unas opiniones gordas como sandías. A ver, ya lo he visto tomando café, ya sé bien cómo juega ese bajito aunque no sé si es zurdo o diestro. Viendo diez segundos de vídeo de un partido, la conclusión es clara y meridiana: Fulano es el jugador de más calidad de la plantilla, Mengano ha perdido velocidad, Zutano no da una, el bueno es Perengano; esto opino yo y no se le ocurra a nadie discutirlo. Si alguien rebate, se sacan estadísticas, que son muy valiosas si se comparan con algo comparable y se toman en el contexto adecuado, pero esto es demasiado complicado y costoso como para hacer el ejercicio, mejor repetir lo que dice otro y usarlo como propio y santaspascuas, oiga.
Lo grave no es que esto lo haga la afición, que ya tiene su delito, lo grave es que lo hacen los medios, los comentaristas, los especialistas. Hay periodistas especializados que hablan maravillas de jugadores desconocidos de ligas remotas, existan o no, que es lo de menos. Hay otros que diseccionan con precisión quirúrgica las defensas de las segundas divisiones de toda la Polinesia pero que, preguntados por un jugador que todo el mundo ve, emiten opiniones tan disparatadas que hacen pensar que todo lo oído sobre los polinesios debe ser falso. Hay expertos que camuflan su discurso con una avalancha de términos incomprensibles importados de otros mundos que hacen que uno no sepa si habla de fútbol o de bricolaje: este es media punta, este es enganche, ¿este es perno o es hembrilla? Yo creo que es tirafondos, a menos que sea tubillón. Los hay incluso que convierten un balón de córner rematado en chilena en "un remate dificilísimo teniendo en cuenta el vuelo aeróbico del balón", todo un prodigio físico-pulmonar. Y hay, lo que es aún peor, comentaristas que basan su análisis técnico en si este jugador es amigo o conocido, enemigo o aliado, me da entrevistas o me da largas. Si me interesa una entrevista, hablaré bien de él para que no se enfade; lo mismo haré con su equipo, que el jefe de prensa ha vetado a dos o tres por poner en duda la valía de un fichaje. Si por el contrario rechaza hablar conmigo o le hace más caso a la competencia, el gol que metió fue de chamba, sus prestaciones no son para tanto y es carne de banquillo en cuanto se le acabe el ángel. El fútbol, lo que pasa, la realidad es secundaria, lo importante es lo que toque decir, sea o no cierto, sea o no real.
Mucha gente bien intencionada basa su opinión y su criterio en lo que dicen los otros, los especialistas. Hasta aquí bien. El problema es que los especialistas muchas veces basan su opinión en datos insuficientes, cuestiones extra deportivas o filias personales. Lejos quedaron los tiempos en los que los cronistas dejaban de lado sus carnets de socio para poder ser más objetivos en sus valoraciones; más lejos aún queda el ejemplo de Joaquín Vidal, maestro absoluto, que renunciaba a premios y tertulias para no generar vínculos de amistad con toreros o ganaderos y poder así ser imparcial del todo en sus crónicas maravillosas. Ahora todo son forofismos e intereses, prisas por decir lo que alguien quiere oír, clavos ardiendo de los que se cuelga el primero que pasa para justificar lo injustificable. El aficionado, poco confiado en lo que ven sus ojos, tiende a repetir lo que oye sin pensar en si coincide con lo que ve en el campo. ¿Cuándo, oh Baco, volverán las gradas a pensar por sí solas?
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Tras tres años sin salir por las inclemencias del tiempo atmosférico y la falta del tiempo ese que teóricamente es oro pero del que dispone todo el mundo como si fuera suyo, salieron de nuevo los pasos de la Cofradía con algunas novedades respecto a la última estación de penitencia. La ficha actualizada de la Hermandad es la siguiente:
Nombre completo (actualizado): Ilustre, Antiquísima Campeona y Reciente Tricampeona, Leal - y nunca Real - Hermandad y Archicofradía de la Limpia y Pura Raya Rojiblanca, vulgo "la Nuestra"
Nazarenos: ciento cincuenta mil, otros tantos penitentes, más simpatizantes e innumerables hermandades filiales de Madrid a Bucarest, pasando por Bruselas.
Túnicas: túnica titular roja y antifaz blanco, con cinturón azul; túnica suplente, como es costumbre, al capricho del patrocinador y proveedor textil, incluso sin combinar colores de antifaz, cinturón y túnica (en desplazamientos).
Pasos: Dos Misterios, Cristo y Dolorosa
El primer paso de Misterio, que se estrena para la ocasión, es conocido entre los fieles como "La Derrota del Pupas". Representa al Arcángel San Gabriel - al que los fieles de la cofradía llaman cariñosamente "Gabi"- ataviado con coraza de centurión y espada de general, colocando su pie sobre el cuello de una criatura monstruosa que representa al Pupas, histórico enemigo de la Cofradía, injusto sambenito y odioso tópico manido. El paso fue encargado tras la final de Hamburgo y terminado y presentado tras la de Bucarest. Como curiosidad, la imagen se asemeja a las representaciones de San Miguel, Jefe de la Milicia Celestial y General de los Ejércitos Divinos; sin embargo se trata de San Gabriel, mensajero del Altísimo con escasa formación militar. Así se encargó al imaginero dado que la Junta Rectora de la Cofradía prefirió evitar la referencia a San Miguel para evitar chistes cerveceros, tan socorridos en estos casos. El Arcángel es una figura majestuosa de un metro ochenta y seis de altura, pelo rubio, pecas y tatuajes en los antebrazos con cuatro coronas o estrellas sobre el pecho; el maligno es una criatura del averno, mitad hombre mitad mona, engendro peliteñido en jaspeado y con expresión de odontólogo mexicano. En torno a su brazo derecho se aprecia una cinta con la leyenda latina "Preferibilis ad Munich ire", "casi que me voy pa Múnich" en castellano. La tradición popular manda que los fieles, al paso de la imagen, señalen al Norte para sugerir al monstruo vencido otros lugares en los que echar raíces. De esta forma los fieles hacen chufla a costa de otras cofradías grandes de la capital que gastan millonadas en procesiones mercantiles y frías que únicamente pisan la calle para conmemorar, que no celebrar, títulos cuya consecución consideran obligada; mientras tanto, otros títulos se les resisten por el empeño de alguno de sus titulares en poner satélites en órbita en mal momento.
El segundo paso de Misterio, llamado vulgarmente "La Última Plantilla", es un clásico de la Cofradía. En su versión de 2012 sigue adoptando la representación clásica de la gran mesa similar a la de la Última Cena. Sentados a ella, de izquierda a derecha, un discípulo alto vestido de amarillo con cara de crío y pelo con leve cresta mira de reojo a sus mayores buscando el permiso para quedarse un año más en su actual casa; esta figura, que cuenta con la simpatía de los cofrades a pesar de su irregular origen, es conocida como "el Interino Flamenco". En primer término y a la izquierda de la mesa, un discípulo delgado y con media melena agotado por el esfuerzo charla con otro discípulo también delgado y con peinado sorprendente, que luce chándal-túnica de la selección española; éste es conocido por los fieles como "el Reconvertido Alicantino" y goza también de gran devoción por parte de los hermanos. Entre ambos, dos tipos altos, uno de ellos uruguayo, confieren solidez al grupo mientras que tras ellos un tercero, también con chándal-túnica internacional, espera paciente su oportunidad. En el plano posterior, un discípulo portugués algo renegrido recibe tratamiento en una camilla de fisioterapeuta mientras ojea una revista de tendencias. Entre todo este primer grupo destaca la figura negra y fibrosa de un discípulo de amplia sonrisa blanca y cara de buena persona que mira hacia otras tierras. Sobre su hombro, un angelote mulato porta una cinta con la leyenda "Gracias por todo, mucha suerte y viva Turbo".
En el centro de la mesa impone su presencia, discreta pero sólida, un discípulo salido de la propia Cofradía y vuelto triunfal a casa tras pasar unos años alejado de los suyos. A su lado, un portugués y un cofrade con un peinado estrafalario (media cabeza afeitada, la otra media a lo afro) pugnan sin excesiva vehemencia por ocupar la única silla que se les ofrece. La escena la contempla, burlón, un discípulo vestido a la manera turcomana, con un gran turbante coronando su gran cabeza, con las piernas cortas y una sonrisa de oreja a oreja. A su lado, otro discípulo de mandíbula cuadrada y finos modales deshoja una margarita con aire de estar pensando en el futuro. En segundo plano tras estos, un tipo contrahecho y cargado de hombros saca a duras penas la cabeza para ser visto entre el grupo.
Al extremo de la mesa opuesto al Interino Flamenco, un discípulo joven, de hombros huidizos y barba poblada y también con chándal-túnica de la selección, irradia la luz de aquellos cuyo futuro es prometedor y tiene grandes metas por alcanzar. Su expresión es relajada a pesar de que, a su lado, hay un Tigre, con mayúsculas, de sonrisa educada y físico portentoso que remata de cabeza un obús lanzado por un compañero; bajo una zarpa guarda una Biblia, bajo la otra un libro de récords. Sobre la mesa hay manjares de procedencia rumana y un líquido amargo se sirve en una copa parecida a la del Rey.
Frente a la mesa, en primer plano y en la parte anterior de la canastilla del paso se encuentran los clásicos personajes siniestros de la iconografía de la Cofradía. El primero, conocido vulgarmente como "El Hombre-Laca" o "El Fanático de la Limpieza", se caracteriza por la talla de su pelo, procedente de un bloque de yeso macizo. La figura pisotea un ejemplar de la Gramática de Nebrija y otro del Discurso del Método, en clara alusión a sus carencias esenciales. Éste personaje levanta gran cantidad de risotadas entre el público que asiste a la estación de penitencia, y suele ser recibido en los barrios entre abucheos y burlas y bajo lluvias de bolas de papel de plata, diccionarios de la RAE y peines de caballo. A su lado, oculto y a salvo de las miradas, se representa al segundo personaje maléfico, vulgarmente llamado "El Oblicuo" o "el Circular Conductor". Fiel a la iconografía tradicional de la Cofradía, El Oblicuo se representa con calculadora y llaves de coche en la mano diestra y con un teléfono móvil en la mano izquierda. Sobre su hombro, a modo de diablillo, un agente portugués le susurra nombres y comisiones al oído hasta fundir el pabellón auditivo del Oblicuo por el inmenso placer que le produce oír hablar de dinero. El Oblicuo mira de reojo al Tigre y éste le devuelve una mirada asesina que parece gustar al diablillo portugués del hombro.
El segundo paso tradicionalmente representaba a Nuestro Señor del Inmenso Dolor por el Prestigio Olvidado, el Palco Usurpado y el Estadio Condenado. La Junta Rectora y el Hermano Mayor decidieron empero actualizar la imagen para adecuar así a los tiempos lo representado en los pasos. Así, a partir de este año el segundo paso muestra a Nuestro Señor del Prestigio Parcialmente Recuperado a Pesar del Palco Indigno, también conocido popularmente como "Nuestro Señor de la Camiseta Milagrosa". La imagen representa al Club erguido a pesar de los pesares, con la espalda marcada por los latigazos y la gestión infame pero aún así con energía suficiente para hacer lo que pocos hacen gracias al apoyo de la Cofradía entera, a una sola voz y al mismo compás. Su expresión es de cansancio, dolor y rabia y, cuentan, en sus ojos hay un brillo de orgullo que hiela la sangre de los impuros de corazón y de los periodistas que comen de balde a cambio de poner obstáculos en el camino del Club. Por deseo popular de los cofrades, la imagen pisotea las cuentas del Club y los planos de un estadio con pista de atletismo; frente a su pie izquierdo se ubica un ramo de flores rojiblancas similar al que se ve cada quince días junto a cierto córner famoso.
El tercer paso, de palio, representa como es tradición a Nuestra Señora la Afición de la Paciencia Infinita, Bondad Excesiva e Ira Demasiado Escasa Aunque A Veces No Bien Dirigida Del Todo, Qué Cosas. El paso, de palio de estilo sevillano, sigue teniendo siete varales de plata por lado y techo de bambalina. La imagen viste manto rojiblanco con flores de madroño bordadas y luce adornos de rosas rojas y blancas En las esquinas, fieles a la tradición, cuatro angelotes la guardan: uno es rubio con pecas, otro tiene porte de galán y es ingeniero, uno es negro y lleva collar de cuentas verdes al cuello y el último tiene el pelo ensortijado, un pan debajo del brazo y cara de que por su lado del palio mejor no pasar. Como novedad, en el paso de este año se han añadido dos angelotes más. A la derecha de Nuestra Señora, en la parte superior del varal del medio, un angelote más grande que los otros, corpulento, con la nariz torcida y un gran bigote observa, protector, a la Patrona. Este angelote, llamado por los cofrades "el Capitán" o "el Cuatro", es según la tradición cofrade el encargado de velar por la seguridad tanto de la Patrona como del resto de ángeles y goza de un gran cariño y respeto entre la comunidad. Frente al Cuatro, un angelote más liviano pero en excelente forma física, con el pelo muy cortito y un mínimo tupé y un cutis muy mejorable, mira con cara de fiera al resto. Los teólogos coinciden en que éste último angelote, muy querido por los fieles, debería tener un papel protagonista en el devenir de la Cofradía en un futuro próximo.
Salió como es tradición la Cruz de Guía de La Nuestra por la puerta 7 entre el fervor y los vítores de la afición congregada ante la misma, y emprendió procesión. Harta del Ayuntamiento, este año la Cofradía hizo una visita de cortesía a la Embajada de Colombia, antes de volver a la carrera oficial, es decir, plaza de Neptuno, Atocha, glorieta de Embajadores y Pirámides antes de volver a su casa matriz. Como es también tradición , el templo echó el cierre y los últimos giros de la llave maestra los dio un tipo con canas, gafas y rebeca con coderas que, dicen los últimos que allí estuvieron, se fue inmediatamente después a un bar con vermouth de grifo.