lunes, 25 de abril de 2011

Crónica bipolar del Atleti - Levante


Tras una semana de tiempo malísimo, según dicen los que por aquí estuvieron, volvía el Atleti a jugar un partido en casa en tarde soleada. El domingo y las siete son un día y hora excelentes para ver el fútbol, salvo desde grada de lateral. En grada de lateral en domingo de abril pega el sol de cara de siete menos cuarto a ocho y veintipico y eso se nota en la grada achicharrada, de gesto achinado, con la mano a modo de visera y poca precisión a la hora de saber quién tocó el balón despejado desde el mismo centro de la zona soleada. Ha sido falta, pues yo he visto mano, ¿no le ha dado con la cabeza?, yo creo que el partido lleva parado diez minutos, a ver si se aclaran, oiga. La insolación tribunera tiene, eso sí, alguna ventaja: la afición vuelve a casa con la punta de la nariz morenita y buena color de domingo en la playa y hace así rabiar a los vecinos de escalera. Qué moreno está Vd, ¿ha estado de vacaciones? En efecto, así es, he estado varios días en las Islas Barbados y mire qué buen colorcete traigo, dice el abonado de grada de lateral tras haber pasado la semana entera en su casa de la calle Tres Peces viendo cómo diluviaba.
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Llegó la afición al campo a pesar de ser plena operación retorno, y lo hizo en menos número que otras veces. El tiempo y las vacaciones tienen estas cosas, y previendo una grada vacía, el Club organizó el Día del Niño, lo que provocó estampas que hacían al aficionado pensar en la versión rojiblanca de Sonrisas y Lágrimas. En el Día del Niño el Club da facilidades a la prole de los abonados, que no siempre entienden la compleja mentalidad de la organización: para que la infancia entrara era necesario retirar una entrada unos días antes, y no todo el mundo lo sabía. De esto se enteraron muchos en los tornos, lo que provocó discusiones con los empleados del Club y personal de seguridad, cada vez más hastiado de todo lo que ocurre en el campo. Si no tiene Vd la entrada de niño no puede entrar, si no la retiró el día 23 en las taquillas tiene que sacar otra, sin entrada no hay tutía, decía la seguridad. Lo decía, eso sí, pero poco, como cuando ahora intentan retirar pancartas contra la directiva y se topan con una escalera llena de gente por la que no pueden avanzar. En cuanto el papá decía pero bueno oiga, qué entrada ni entrada, qué me dice Vd, yo no he sabido nada, la seguridad miraba a otro lado y permitía a los niños bajitos pasar por debajo del torno, que tiene mucha más gracia si lo piensan Vds.

Entró la afición al campo y cada uno lo hizo como debía: la oposición, cada vez más numerosa, de verde y oro; los padres que traían niños propios y del vecindario en general, repartiendo piruletas y regañando a los más malos; los abonados sin hijos que también querían celebrar el Día del Niño acudieron con camiseta del Chelsea y los de grada de lateral de cualquiera de las categorías anteriores entraban ya con los ojos cerraíllos y resignados al sofocón solar. El ambiente en Día del Niño es estupendo, mucho mejor que en los partidos de más rivalidad en los que entra la afición ebria y agresiva, y eso se contagia incluso al rival; de hecho, el entrenador visitante, deseoso de alegrarle la tarde a la infancia rojiblanca, encomendó a Ballesteros el marcaje de Agüero, y en la pareja la chavalería reconoció inmediatamente al oso Yogui y a Bubu.

Salió el Atleti y se cruzaron apuestas acerca de la alineación que saldría. Esta vez se pagaba menos el acierto, en vista de que, entre lesiones y sanciones había importantes ausencias obligatorias: ni Tiago, ni Reyes, ni Godín ni Koke podrían jugar, así que la astucia combinatoria del entrenador tenía menos posibilidades de asombrar a los ya numerosos estudiosos y apostantes sobre la curiosa manera que tiene Quique Flores de hacer alineaciones. Por cierto Quique, ese humorista, había dicho el día antes que él no es partidario de hacer cambios. Desconocemos a estas alturas si tal afirmación fue acogida por los profesionales de la información al grito de "cuñaaooo" o si alguien lo tomó en serio.

Salió pues el Atleti a jugarse la posibilidad de entrar en Europa el año que viene contra un equipo que venía presumiendo de segunda vuelta, y sin varios titulares. "Titular" es un término relativo en el Atleti de este año, pero Vds ya me entienden. Salió De Gea, recibido con gritos que, entre líneas, significan "quédese, oiga" y salió también Domínguez tras varios partidos de ausencia en sustitución de Godín. Godín, tan desfigurado últimamente, había dicho que tanto cambio y tanto entrar y salir y titularidad y banquillo le hacía a uno dudar de todo; uno no puede estar más de acuerdo con esta afirmación, que tanto ha repetido. Sobre Domínguez, del que tanto hemos hablado también, diremos sólo que hizo un partido aseado en el que no tuvo demasiado trabajo. Menos brillaron Filipe Luis Filipe, poco participativo, y Ujfalusi, que muestra una forma preocupante y un despiste general igualmente preocupante.

Dos defensas se llevaron parte del protagonismo de la tarde: el primero, Ballesteros; el segundo, Perea. ¿Ballesteros? Ballesteros. ¿Ballesteros? Ballesteros. ¿Ballesteros? Que sí, oiga, Ballesteros, Ballesteros. Ballesteros es futbolista profesional desde hace un montón de años y habrá ganado más dinero que Vd y Vd y Vd y yo juntos, y todo luciendo un tipazo de futbolista de barrio que nos llena de tranquilidad. Ballesteros pone el contrapunto de buen vividor a los groseros abdominales de Forlán y es por eso un futbolista admirado por la parte de la afición que gusta tanto de las torrijas como de los regates de Agüero. La salida de Ballesteros al campo produce un suspiro de alivio entre los aficionados atlético-pícnicos: miraló ahí, cómo está el tío, con ese porte de picador, si él puede jugar al fútbol a este nivel, ¿por qué no yo? Gracias a Ballesteros ayer cenaron croquetas un montón de señores sin cargo de conciencia, gracias a Ballesteros esta mañana se miraron de perfil al espejo un montón de cuarentones sin meter barriga, gracias a Ballesteros muchos ex jugadores de barrio fuera de forma se vieron animados a volver a los campos de fútbol y llamaron a amigos a los que hace tiempo que no veían; gracias a Ballesteros se recuperaron contactos y amistades y se fundirán en abrazos vecinos que hace años compartieron cancha. Ballesteros ha eliminado complejos, evitado sonrojos y empujado a muchos a adoptar hábitos de vida más saludables sin miedo a recibir tomatazos desde los balcones próximos. Gracias a Ballesteros parte del mundo será mejor en pocos días, gracias a Ballesteros mucha gente será feliz en breve. Gracias siempre, Ballesteros.

El otro defensa protagonista era Perea. De físico poco parecido al de Ballesteros, Perea se convirtió ayer en el jugador extranjero con más partidos en el Atleti al igualar la marca de Griffa. Griffa era un jugador magnífico que capitaneó un Atleti excelente. Perea es un jugador honrado y poco brillante que se ha hecho un hueco en un Atleti mediocre. Perea, un tipo de más de treinta años al que uno no recuerda perder un sprint, es famoso por sus pifias sonadas y por los puntos perdidos por culpa de sus errores garrafales, a menudo cómicos. Es menos conocido por su contundencia al choque y por alto, por su garra en el juego al cruce y su eficacia ante delanteros complicados. Perea es, para el que suscribe, notable por su honradez: nunca le vio jugar un partido a medio gas, ni hacer una mala declaración, ni un feo a un compañero, a la grada, a un rival o un entrenador. Sí le recuerda palabras de cariño inmenso al Atleti, muestras constantes de respeto y paciencia infinita con la afición, cruel e injusta muchas veces, a la que nunca mandó a paseo a pesar de tener sobradas razones para hacerlo. Nos ha fastidiao, pensará el castizo, encima está Perea como para ponerse farruco, no hay tío con más suerte en el mundo que Perea, que ha jugado más de 200 partidos con el Atleti. Puede ser, sí, pero uno recuerda al menos una veintena de jugadores más indignos de llevar la rojiblanca en los últimos años con un comportamiento menos noble, sin mofa de la afición. La nobleza y la honradez, dirá alguno, no son elementos que hagan bueno a un jugador de fútbol por más que hagan respetable a la persona. A estos, decirle que para Perea lo que siempre se ha pedido no es admiración sino precisamente respeto, el mismo respeto que él (y no tantos otros) nos ha mostrado, el respeto al que le faltó la grada propia y que animó a la grada del rival más odiado a reírse de uno de los nuestros por nuestra propia e imperdonable culpa. Que Perea no es Baresi es algo que él mismo subraya en cada entrevista; que el Atleti de Perea no es el de Griffa es algo que cualquier niño de cinco años puede entender con claridad, y además cualquiera de siete puede entender la razón. Si Perea ha jugado tantos partidos con el Atleti no ha sido porque él lo haya impuesto a nadie ni haya lesionado a posta a un compañero en un entrenamiento, sino porque el Club no contó con nadie mejor; sin embargo, se le protesta como si fuera él el responsable último de su propia alineación. Perea jugó siempre con la misma honradez y siempre reconoció con humildad sus enormes limitaciones; por contra el público nunca valoró del todo sus puntos fuertes, la tomó con él y rara vez con aquellos que debieron comprar jugadores de más calidad para ocupar su posición; ¿Es entonces Perea el único que merece la crítica despiadada, o la merece también el público vociferante y desnortado?

En el centro del campo saltó la sorpresa. Jugó Mario, que lo hizo bien salvo el penalti, llevando el peso del juego y la pausa en el centro. Él no fue sin embargo la sorpresa. Jugó Juanfran, que recibió una somanta de palos cuando el partido sólo llevaba unos minutos y luego lo intentó sin suerte ni imaginación, dejando muchas dudas sobre sus capacidades verdaderas y su aportación al equipo. Tampoco él fue la sorpresa. Jugó Raúl García y pasó lo de siempre: ayudó, tapó, corrigió y cometió pocos errores hasta que despejó un balón mal, con trayectoria oblonga, y la afición le puso como un trapo. Si luego recorre medio campo para recupera un balón, da un pase inteligente o corta un ataque rival, ya da igual: Raúl García, al río, y esto ya no le sorprende a nadie. Los días de Raúl en el Calderón parecen llegar a su fin y uno terminará por casi alegrarse de ello, por bien del tipo.

La sorpresa, decíamos, saltó con el cuarto miembro de la media: Elías. Para explicar su actuación quizás haya que volver al principio del partido, cuando la afición se sentó y empezaron a volar opositores globos verdes y amarillos que se habían repartido en las puertas. Eso debió animar a Elías, quien debió interpretarlo como tifo de ánimo por ser él jugador de la canarinha, y vaya si lo notó el gachó. Elías salió de interior izquierdo de esos que saca Quique, es decir, de los que no juegan por la izquierda. Elías estaba un poco por todas partes, por la derecha, por el centro, a veces en la izquierda, buscando el balón que tenían los compañeros. Hola, oiga, que aquí estoy por si necesita apoyo, me he ido de la izquierda y aquí estoy para lo que necesiten. Ahora estoy aquí, ya he vuelto, ya saben, para cualquier cosa me dicen, a sus pies, oiga, aaa suus pies. En un ataque de autoestima poco frecuente, Elías pidió el balón en una falta, lo colocó, le indicó a un compañero que saltara por encima y la clavó por la escuadra del palo del portero. Y bien, oiga, fuerte, colocado, a la cara interna del larguero, un golazo en toda regla. Animado, Elías la siguió pidiendo, recuperó algún balón y tuvo más presencia que nunca hasta que se retiró entre ovaciones. Dada la corta memoria de la afición, es muy posible que la grada reclame ahora la titularidad de Elías y aproveche su gol de falta para ajusticiar de paso a un compañero; mientras tanto, nos alegramos mucho de que Elías se encuentre más cómodo en su indefinible posición en el campo y más motivado para aportar al equipo, que es de lo que se trata.

En la delantera jugó Agüero y metió dos goles, uno de ellos de penalti. Cosas de la vida, esto casi no es noticia a estas alturas. Agüero es un jugador inmenso en una racha estupenda que tira del equipo, pelea en solitario y además le salen las cosas bien; sin él, el equipo sería un burdo equipete a merced de un portero inspirado. El otro bueno de la delantera, Forlán, volvió al banquillo y únicamente salió al final del partido entre sonora división de opiniones, es decir, entre las ovaciones de sus partidarios y los abucheos de los de la facción abdominal-Ballesterista. De titular salió en su lugar Juan Trick, el peculiar delantero brasileño al que ahora adora la grada. La grada tiene estas cosas y ahora está encantada con Diego Costa, posiblemente por molestar a Forlán y su cinturita de avispa. Jalean sus carreras y su protección del balón, su pelea (sobre la que habría bastantes cosas que decir) y disculpan sus torpezas. Cuando uno pregunta sorprendido al vecino por qué esa adoración repentina por Diego Costa, éste contesta airado que cómo no le va a admirar si es torpe pero pelea, que tiene fallos pero lo intenta, que lucha al menos aunque no tenga fortuna. Vamos, que es torpe pero honrado ... ¿Como Perea entonces, no? Bueno, sí, un poco, pero vamos, no sé, no es lo mismo, o quizás sí, Diego Costa lucha aunque le salgan mal las cosas ... ¿Como Raúl García, pues? No, o sí, puede ser, qué sé yo, déjeme, oiga, pesao ya con las preguntitas ... La grada tiene estas cosas, sí, y lo mismo la toma con un jugador torpe pero honrado que adora a un jugador torpe pero honrado, lo mismo se mofa de un jugador torpe pero honrado que vitorea a un jugador torpe pero honrado para chinchar así a un jugador hábil pero frío. De todos modos estas cosas tampoco nos sorprenden ya: hace ya muchos meses la gente la tomaba con un entrenador por "no tener el equipo trabajado" mientras que ahora, a un entrenador que juega exactamente igual o peor que el primero y que ha conseguido la meritoria descomposición de un equipo hecho y reforzado se le vitorea al son de "carnaval, carnaval" y a nadie le parece raro.

Diego Costa falla pero corre y la grada le jalea; Raúl García corre más y la grada le desprecia; Perea sale porque le pone el entrenador y la grada le desprecia; Quique pone a Perea, en contra del gusto de la grada, y la grada le jalea. Mientras la grada decide si lo que de verdad le gusta es que los jugadores peleen a pesar de los defectos o bien que se tengan muchas virtudes y se pelee lo justo, mientras la afición valora agradecer al entrenador que saque canteranos o afearle haberse cargado a unos cuantos, mientras la afición se debate entre ser coherente o hacer lo que le pide el cuerpo, no dar explicaciones e irse a desaparcar, el Atleti suma puntos.

El Atleti ganó cómodamente un partido contra un rival flojete del que se esperaba más, dejando abierto el debate sobre si la liga española es en efecto un petardo, y está cerca de amarrar la Europa League. Ahora, el Atleti echará de menos unos cuantos partidos más para poder intentar entrar en Champions. La Champions, el cuarto puesto, el modesto y mínimo objetivo anual que sonroja a los veteranos, es posible pero casi imposible. El Atleti se marca ahora el mismo objetivo de principio de temporada y la prensa lo vende como un sueño. "El sueño de ser cuarto es posible", dice la prensa, y se queda tan ancha y pide gambas cocidas para celebrarlo. La grada, sumida en sus debates internos, valora entonces si montar un escándalo al equipo por ponerse ahora a hacer lo que debió hacer antes, o conformarse un año más con las migajas, hacer caso a la prensa y ver en un cuarto puesto un sueño que celebrar en Neptuno, la excusa perfecta para no admitir protestas y llamar a la afición a animar al equipo todos a una enarbolando la bandera del papá, por qué somos del Atleti. Como la grada, algunos también nos debatimos entre dos aguas: la historia reciente nos preocupa, pero los últimos partidos, con bronca al palco tras los goles, nos da esperanzas.

lunes, 11 de abril de 2011

De veteranos y partidos cómodos (o "qué bonito es Philadelphia")


La afición, que no el Club, preparó un homenaje a Luis Aragonés. Homenaje es una palabra complicada que sugiere el fin de una era, así que quizás no fuera exactamente un homenaje lo que se vivió en el cine Palafox. Fue un reconocimiento quizás, un agradecimiento sin duda, una invitación, un recordatorio, quizás también un homenaje, por qué no, el homenaje de la afición. El caso es que la afición, o al menos parte de ella (la más respetuosa con el pasado, la más devota, la más comprometida, la mas dolida con la situación y curiosamente la más despreciada por los medios que cubren los actos que organizan) fue quien tomó la iniciativa de convocar el evento que no ha organizado el Club a pesar de que en su momento prometió a Luis, Ufarte y Torres un reconocimiento público, la insignia de oro y brillantes y hay quien dice que también un piso en Fuengirola con los armarios vestidos. A estas alturas esto ya ni nos sorprende, tal es el nivel de degradación de la institución y tal el nivel de esperanza de quien lo sufre. Conociendo la forma de conducirse del Club, eso sí, no será extraño que en breve organice un acto para gloria de los veteranos, así, por casualidad.

El caso es que compareció Luis ante una afición que le llamó Presidente, cantó su gol en Bruselas como si fuera en directo e hizo preguntas y comentarios tras ver un precioso documental sobre su trayectoria en el Atleti.

El acto dejó claras varias cosas. La primera, que ya sabíamos, es que la afición del Atleti es de lágrima fácil:

- Estoy llorando
- Espere al menos a que empiece el documental, oiga
- No puedo

Lo segundo, que también sabíamos, que Jose Manuel Díaz tiene un don que no tiene casi nadie y que Petón tiene el don de contar las cosas y que le entren a uno ganas de echarse a la calle a tomar algo al asalto, sea un convento o un vermouth. Lo tercero, que, aunque no haya medios ni tiempo ni dinero ni gente suficiente, cuando las cosas se hacen con cariño y con pasión, salen bien. Bien, muy bien, tremendamente bien, increíblemente bien. Emotivas, interesantes, emocionantes, con la calidad que ofrecen los profesionales y la pasión que sólo transmiten los devotos. Como dijo Pepe Navarro, las cosas sobre el Atleti siempre salen bien porque no pueden salir de otra forma; el acto en sí y el reportaje sobre Luis en concreto dejó asombrado y emocionado al personal presente y eso es algo que siempre agradeceremos todos, siempre.

Más cosas dejó claro el acto. Dejó claro que antes, cuando Luis, el Atleti era un grande de Europa que ganaba un título cada dos o tres años. También, que aquellos que consiguieron esos triunfos tan grandes son también grandes, inmensos. Con Luis estuvieron algunos veteranos de ese equipo legendario: Calleja, Peiró, Capón, Leal, Ufarte, Reina, Navarro. A Adelardo, Pereira, Collar y algún otro ilustre veterano que aún trabaja en el club se le echó de menos en el acto del domingo, porque sin su participación en aquellos equipos quizás la leyenda no sería la misma.

Presentes o ausentes, hay un rasgo común de los veteranos: lo conseguido por ellos no guarda relación con el protagonismo que se atribuyen. "La pegué y me salió bien; pasó el balón entre un montón de piernas y tuve la inmensa suerte de que fuera adentro", decía Calleja sobre un gol que dio una liga. "Me llegó un balón de lejos, la di de cabeza sin saber bien cómo. Fue un gol feo", decía en el vídeo Gárate sobre otro gol de campeón. "Nos marcaron por una falta que hice yo, no era raro que me pitaran a mi faltas", decía Capón y levantaba la carcajada del patio de butacas. "Salíamos a ganar todos los partidos, pero es que Vds, la afición, no nos habría permitido otra cosa", decía Luis quitando mérito al equipo, pasando parte de ese mérito a la grada y, de paso, tirando de las orejas a la afición actual. Igualito, pensaba la concurrencia, igualito que lo que pasa hoy en día, en estos tiempos de fútbol de gestitos, de jugadores vedette que se señalan el nombre porque un día metieron un gol contra el décimo quinto clasificado con sus botas patrocinadas color lima-limón, gol celebrado haciendo un bailecito mezquino al grito de "me lo merezco".

Los veteranos del Atleti, que en su día dieron lecciones de fútbol a Europa entera, siguen dando lecciones domésticas de atleticismo y de señorío, de modestia, honestidad y clase. Por desgracia, los veteranos del Atleti no tienen la presencia que merecen en la vida diaria del Club y su recuerdo parece ser responsabilidad de los aficionados más mayores y no de la institución. De igual forma que en el vestuario del Atleti no hay jugadores que duren lo suficiente como para transmitir a los compañeros la esencia del equipo, el respeto a los veteranos no es una política de la institución sino el resultado del recuerdo espontáneo de los más mayores de la grada, que transmiten a los suyos los recuerdos de los buenos tiempos como los ancianos de las tribus transmiten las leyendas. Uno envidia esos campos en los que las fotos de los jugadores míticos adornan las entradas a los vomitorios para recuerdo obligado de todos, esos estadios en los que las puertas llevan los nombres de los que más partidos jugaron, en los que las aficiones hacen flamear banderas con las caras de los ídolos de antaño. No es el caso del Atleti, donde el Club no se ha ocupado de que la gente más joven sepa quiénes construyeron la leyenda, donde poca gente reconoce a los veteranos cuando se acercan al estadio, algo que debería avergonzarnos a todos.

No debe ser fácil ser veterano del Atleti. El Club no les hace el caso que merecen, los jóvenes no saben de ellos todo lo que deberían saber. Cuando terminaron su vida profesional los contratos no permitían una vida retirada del mundanal ruido, y por ello la mayoría empezaron una segunda vida laboral al acabar la futbolística. Algunos son ingenieros, otros procuradores, otros pusieron una tienda y algunos trabajan en el propio Club. Estos últimos tienen a veces una papeleta complicada. Quizás piensen (o quizás no) que el Club del que forman parte, que es parte de su vida y es además la fuente de su sustento toma una deriva que no les gusta, pero las circunstancias no les permiten pelear con la libertad que pelea el resto, opinar con plena independencia. Piensen lo que piensen, no por ello merecen una brizna menos admiración, respeto y agradecimiento que el resto porque, sin ellos, no estaríamos hablando del Atleti gigante de los sesenta, setenta y primeros ochenta.

Sin veteranos no hay historia, y sin historia no hay gloria ni grandeza. Sin ellas, no habría nada que exigir a los que ahora echan por tierra el pasado. Si el Atleti es lo que es, es gracias a Luis, Gárate, Adelardo, Pereira y compañía, a los que les precedieron y a los que vinieron después de ellos y entendieron qué es el Atleti. Exigir la vuelta de la grandeza pasa por respetar y escuchar a los que la hicieron posible, por imitar su ejemplo, por usar su experiencia y contar con su ayuda. Tenemos la suerte de que los veteranos del Atleti, historia viva del Club, son más atléticos que el que más y tan humildes como grandes, la suerte de que respondan todos a una cuando se trata de agradecer a uno de ellos todas las alegrías que nos dieron. En Luis y en los demás veteranos tenemos un tesoro. Un tesoro al que el club no presta atención, que el club desconoce; es, una vez más, responsabilidad de la afición cuidar de él y darle su verdadero valor.

Ellos nunca fallaron. No fallemos ahora nosotros, por más que fallen otros.

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Llegó la afición al campo y aquello era un sin vivir. Un partido a principios de abril y ya con un sol de justicia, sol de calentar cervezas en tiempo record, sol de producir energía como para iluminar el estadio durante un concierto de Kiss, sol de julio en pleno abril. Las terrazas llenas de los últimos días habían dado paso a grupos de gente a la sombra, revistas utilizadas como abanico y estampas veraniegas nada primaverales. Al calor y desconcierto general había que sumar una turbamulta que venía hacia Pirámides por el puente de Toledo, escoltada por los amables miembros del servicio anti-disturbios del Cuerpo Nacional de Policía, ya saben, esos funcionarios que, para evitar altercados, se pasean entre la gente con cara que querer empezar una pelea en cuanto algún macho alfa establezca contacto visual.

La gente venía desde Marqués de Vadillo en respuesta a la convocatoria de Atléticos por el Cambio, organizadora de la manifestación en contra de la directiva que tuvo lugar ayer. Algunos medios se hacen eco de este tipo de manifestaciones con frialdad científica, mencionando únicamente el hecho e informando de las cifras ofrecidas por la policía y los organizadores. Otra parte de la prensa habla de estas cosas con un desdén disimulado, un desdén pequeño que deja entre ver un desdén mayor que, sin ser ya desdén, parece interés personal, más bien ganas de aplaudir los despectivos comentarios que llegan desde el palco cuando pasan estas cosas. En algunos medios se hace sorprendente mofa del número de asistentes, como si el que hace la crónica se sintiera revestido del manto púrpura y el cetro de marfil que confiere el poder de juzgar y disponer, más allá del de contar: "Yo, hasta hace poco simple plumilla pero ya hoy vuestro líder, digo: ¡Ríase el pueblo de ellos! ¡He dicho! ¡A ver, Vd, el de las gafas graduadísimas, ríase, oiga, o aténgase a las consecuencias!". En otros medios se hacen cálculos aritméticos para demostrar la poca fuerza del movimiento opositor, como si la realidad se midiera por gente por metro cuadrado en vez de por criterios deportivos, sociales y económicos: "Protestaron mil, que no son muchos, ergo la gestión es buena; no me vengan ya con balances, títulos, dinero extraviado y otras zarandajas, que lo que cuenta es cuánta gente hubo en el puente y se ha terminado, hala, hala".

Cierto sector de la prensa, en fin, parece tomar partido en la situación, pero no abiertamente; parecen querer que las iniciativas tengan poco éxito para así poder, desde lo alto de su columna periodística, sacar la lengua a toro pasado y hacer burla a los que intentan cambiar algo con lo que nadie, ni siquiera el columnista, puede estar de acuerdo. Algunas reacciones de la prensa son misteriosas o quizás no tan misteriosas, pero irritan a más de uno. Lo que la prensa dice crea malestar chirriante en foros y webs opositoras, y el ruido que de ellas llega irrita a su vez (con razón muchas veces, por las formas) a los periodistas que, oído el estruendo, mirarán a la próxima concentración con más inquina, con más desdén y más ganas de hacer burla si la manifestación no se convierte en tsunami masivo que arrase puestos de bufandas, furgonetas de policía y policías montados. La situación pues se va envenenando en un ciclo pescadilla - cola - pescadilla que separa posturas que no deberían ser tan distantes si las cosas se hicieran un poco mejor por ambos lados. Alguno trata de mediar, de hablar con uno, de hablar con otro pero cada vez parece más difícil el entendimiento entre prensa y protestantes; la primera se encuentra más cómoda con los que no dicen nada, los segundos se sentirían más cómodos con otros que dijeran más cosas o las dijeran de otro modo.

Mientras tanto, parte de la historia sigue igual: la prensa habla de lo bien que va todo y de los pocos (cada vez más) que toman los puentes. Los que toman los puentes, sin embargo, ven que ya no son siempre los mismos, que llega más gente nueva, que en la grada abundan las bufandas verde y oro y que la afición, dando de nuevo lecciones, anima al equipo, celebra los goles y sigue protestando tras marcar. Los tomadores de puentes ya cuentan de antemano con que la prensa hará chanzas y no les afecta el desdén burlón y previsible. Saben lo que hay, saben que tienen razón y ven que cada vez son más. Parte de la prensa, mientras, prefiere seguir haciendo chistecitos sin prestar atención a un movimiento que, poco a poco, va cuajando, creciendo a medida que desaparecen los argumentos para defender lo indefendible.

En fin, a lo que íbamos. Salió el equipo al campo y lo hizo bajo la atenta mirada del Consejero Delegado, Miguel Ángel Gil Marín, presente en el estadio. Hablamos naturalmente del estadio de los Philadelphia Union (no confundir con el homónimo de Irún), al que acudió - en coche naturalmente, es conocida la afición del Consejero Delegado a conducir en día de partido - para ver el encuentro del equipo local contra los New York Red Bulls. El Consejero Delegado se encuentra en la actualidad en los Estados Unidos para conocer de cerca la potentísima liga norteamericana y no perdió la ocasión de ir a un estadio, a ver qué se siente. Por cierto, el clásico de Philadelphia acabó con resultado de uno a cero, gol de Roger Torres. Roger Torres, hay que joderse. Eso sí, el campo se llenó para ver de cerca a Gil Marín en un estadio, algo ignoto.

Ya de vuelta en Madrid, salió el Atleti y lo hizo con una alineación poco previsible, qué novedad. Salió De Gea con atuendo muy adecuado para la Cuaresma y, por delante de él, salieron Ujfalusi, Perea, Godín y Filipe Luis Filipe. No estaba Domínguez una vez más, y su presencia en un equipo titular se antoja cada vez más complicada de aquí a final de temporada o hasta la marcha de Quique. Jugó Ujfalusi y lo hizo regular, jugó Perea y lo hizo psché, jugó Godín y lo hizo mal: alocado en las salidas hacia el medio, transmitiendo poca seguridad a pesar de lo plácido del partido, Godín pareció acelerado y alejado del cartel de Kaiser que le anunció a principio de temporada. Los cambios en el centro de la defensa es lo que tienen, al parecer. Jugó algo mejor Filipe Luis Filipe, sobre todo porque metió un gol. Metió su primer gol con el Atleti y además fue un buen gol, la verdad, potente, por alto, entrando desde atrás y aprovechando un buen pase de tacón de Diego Costa.

En el centro jugaron Tiago, aseado, y Mario Suárez. Mario jugó bien y marcó un gol, y eso que venía de unos partidos flojos y poco contundentes. Pero la Real de ayer, quizás el equipo más flojito que ha pasado por el Calderón este año, algo novato y poco listo al defender reculando, era propicia para que el centro del campo y el resto del equipo jugara cómodo; en honor a la Real, decir, eso sí, que no dio ni una patada ni tuvo un mal gesto. Jugó cómodo Reyes, protagonista de la jugada de la noche al tirar tres amagues consecutivos a un bisoño central rival y hacer el pase que remató dentro Mario. Reyes acapara portadas y alabanzas por el gol de ayer y es de justicia decir que no lo hizo mal contra un equipo facilón, si bien pasó buenas fases de ausencia.

El cuarto componente de la media, Koke, fue el que más gustó al que suscribe. Lo hizo fácil, buscó a los compañeros, tiró paredes y metió pases profundos, ese recurso olvidado en el equipo del que alguien se acordó el otro día en Pamplona. Koke se gira, pasa el balón rápido y tiene pinta de saber dónde están los demás en todo momento: lo que viene siendo un centrocampista, oiga, que parecen Vds nuevos. Ahora que Koke parece ir demostrando que anda capacitado para jugar en el Atlético actual, ¿Habrá quien se pregunte para qué vino Elías, haciendo un chistecito? ¿Habrá desde la prensa comentarios burlones y desdén hacia la directiva por haber invertido nueve millones, nueve, en un suplente con menos facultades aparentes que un canterano gratis? ¿Preguntará el contable en qué partida debe meter el precio del traspaso de Juanfran, si en inmovilizado material o stock? ¿Se confirmará que Assunção es devoto del Santo Job? ¿Fletará el club un micro bus para que los medio centros defensivos se desplacen apartados del resto de la plantilla, para que puedan hablar así de sus cosas, cosas de medio centros defensivos?

Por último, los de arriba. Salió Agüero después de su ausencia y nos dio una alegría. Jugó cómodo, hizo sus jugadas, participó en todo momento y metió un gran gol, cambiando de ritmo y acelerando cuando parecía ir al máximo de su velocidad, afinando al palo contrario. A su lado, Diego Costa, el último héroe de Pamplona, el hombre del hat-trick, Juan Trick para un ilustre vecino de localidad. Salió Juan Trick de titular y no lo hizo mal ni lo hizo tan bien como nos cuentan, cree el que suscribe. Uno entiende la dificultad de sentar a un tipo que viene de meter tres goles, aunque también entiende la dificultad de sentar a un tipo que es dos veces bota de oro y que, sobre todo, es mejor. Pero salió Diego Costa y lo intentó, peleó, pegó un palo y dio un buen pase de tacón a Filipe Luis Filipe, además de hacer un remate dificilísimo a puerta que sacó Bravo, el mejor de los rivales. También hizo gala de esa desconexión del juego tan suya, controles torpones y alguna caída cómica. Eso sí, mostró a la grada de lateral una parte brillante y desconocida de su repertorio: acosado por un rival junto a la línea de fuera, cayó Diego Costa de bruces y, lejos de dar por perdido el balón, lo controló y protegió a gatas. A gatas, oiga, a gatas, la grada no daba crédito, no recordaba algo así desde que Pernía despejó de cabeza un balón raso. Jugó el balón a gatas Diego Costa y la grada era un clamor. ¡A gatas! ¡qué tío! ¡a gatas se ha llevado el balón, como si tal cosa! ¡es un jugador felino, es el Gato de Lagarto! ¡Juan Trick, O Gato do Lagarto! Se abrazaron los amigos, se besaron las parejas, sanaron dos turistas aquejados de flato, revolotearon las palomas y luego salió Forlán y casi no tocó el balón.

El Atleti jugó bien contra un rival comodísimo y ganó tres cero; pudieron ser más si no llega a hacer un partidazo el portero rival. La afición, contenta por el calorcito de la grada y por lo bonitos que fueron los goles, se puso como loca a hacer cuentas para ver si era posible entrar en Champions. El Sevilla juega aquí y allá, el Villarreal juega acullá, el Atleti juega aquí y luego aquí y luego aquí y luego allí. Europa está a tiro, el Atleti puede jugar Europa League, el torneo del Renacimiento. ¡La UEFA, ni más ni menos! ¡Basta de protestas, hombre! ¡Si son Vds cuatro gatos!

lunes, 4 de abril de 2011

Crónica atónita del Osasuna - Atleti

Llegaba el Atleti a Pamplona, que es un campo que siempre se le da(ba) mal, y lo hacía entre muchas dudas. El Atleti suele vivir entre dudas y ha hecho de la duda la sopa biológica en la que consigue alimentarse y sobrevivir, en un alarde de adaptación al medio que ríase Vd de los pinzones de las Galápagos.

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Antes de llegar a Pamplona el Atleti, así en general, dudaba una barbaridad. Por ejemplo, el Atleti duda sobre si debe vender a De Gea. Esta es una duda que no tendría nadie, salvo el Atleti. Al Atleti, claro está, le vendría mal vender a De Gea: nadie en su sano juicio vendería un portero de la casa con posibilidades de convertirse en leyenda y de solucionar un problema importante para el club durante los próximos quince años. Nadie en su sano juicio dejaría ir a un jugador que ocupa una posición esencial, de los que salen pocos, de los que casi no hay. Nadie que pensara en la gestión de un club deportivo y hubiese trazado un plan se dispararía en el pie vendiendo un más que posible puntal del proyecto de futuro, un jugador llamado a ser referencia de compañeros y aficionados, un jugador señalado como el posible portero de la selección española para un buen número de años. Nadie, salvo el Atleti. Precisamente porque es algo indudable, el Atleti duda. El Atleti, ya lo saben Vds, es un club deportivo gestionado según criterios especiales, criterios contrarios a los que interesarían a un club deportivo, criterios muy similares a los que garantizan la gestión exitosa de un criadero de perros de lanas o una ganadería de terneros de carne.

Aquellos que ponen cara a la gestión del Atleti - que no al Atleti - ven cómo sus pupilas se transforman en símbolos de dólar cada vez que un jugador de la cantera puede interesar a un tercero con traje caro. No importa hacer un equipo de futuro, no importa que la afición se identifique con jugadores de la casa, no importa nada que no sea asegurar la entrada de metálico en las cuentas del club para así, una vez descontados los obligados pagos a Hacienda y otros molestos acreedores, desviar el remanente hacia contratos inflados que traigan beneficios a los gestores: contratos con empresas de limpieza que cobran mucho más de lo que se paga en el mercado, contratos con jugadores sobrevalorados hasta la carcajada que dejan por el itinerario de su fichaje montoncitos de dinero que se van repartiendo los invitados al baile, contratos injustificables que nadie puede cuestionar por carecer de peso suficiente en la opaca gestión del club.

Como esto, por repetido y por burdo, empieza a levantar sospechas, el Atleti tira de analistas deportivos que allanan el camino. De Gea, el elegido por todos para ser el protagonista de un futuro brillante, resulta que está ahora ausente. Al menos, eso dicen los analistas deportivos. De Gea falló en el derbi, dijeron, De Gea no es para tanto; Joel, su suplente, sí que es bueno. De Gea anda flojo, De Gea anda despistado desde que se echó una novia rubia que canta coplas picantes, De Gea va a terminar siendo un problema. De Gea está a lo suyo, De Gea busca piso en Manchester e insiste en que tenga los armarios vestidos, De Gea no se habla con uno del vestuario que mejor no diremos quién es porque sencillamente no sabemos de qué hablamos. Mejor que De Gea se vaya, total si no es para tanto, mira qué piernitas, mira qué barbita, si no tiene ni para dejarse patillas. De Gea ronca, De Gea conduce muy mal y ha rayado ya dos veces la aleta del coche, De Gea no recicla ni separa la basura en origen, mezclando mondas de patata y tetra briks, hombre por Dios, a ver si se va ya De Gea que menudo añito nos está dando, el canalla. Si De Gea no hace ayer tres paradones en uno y salva al Atleti en un par de ocasiones más, De Gea sería a estas alturas un problema mayúsculo.
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Llegó el Atleti a Pamplona y lo hizo rodeado, claro está de dudas. Los jugadores del Atleti, así como la afición del Atleti, dudan que te dudarán cada vez que hay partido. ¿Saldré yo? ¿Saldrás tú? ¿Quién saldrá? ¿Saldrá aquél que lleva sin jugar siete partidos? ¿Saldrá quizás ese de ahí, que lleva dos meses sin ir convocado? ¿Saldrá la perla de la cantera o saldrá este que acaba de llegar? ¿Saldrá el que todo el mundo pondría, o saldrá un señor de Vigo que ayer vino al estadio a ofrecer una póliza de seguro para el hogar, pagadera en cómodos plazos semestrales? Nadie sabe quién saldrá, nadie sabe quién jugará de inicio y quién irá convocado, nadie sabe casi nada de lo que puede ocurrir. Y, lo peor de todo, nadie tiene ni idea de por qué o por qué no saldrá el que salga, nadie conoce la motivación íntima del entrenador, nadie sabe si la lógica, el azar o el horóscopo lo que decide la alineación.

Salió el Atleti y la gente se fijó en el equipo. La gente mira ahora la alineación del Atleti con atención y curiosidad, con una actitud a medias entre la del entomólogo y el crítico teatral. La gente se espera cualquier cosa, y ya nadie pondría cara rara si se anuncia que la línea de atrás la forman Mateo, Marcos, Lucas y Juán, ni siquiera si fueran Jean, Dinah, Rosita and Clementina.

A ver, mire, veamos, por partes, dice la afición. Atrás está el problemático De Gea, que ya de inicio le veo yo con aire ausente, no me lo negarán Vds, está a otra cosa el chico, que lo han dicho en el periódico. También están Ujfalusi, Godín, Perea y Antonio López. Se confirma la desaparición de Domínguez, el que tanto prometía y tanto dio, y ahora parece que ha desaparecido Filipe Luis Filipe, que ha jugado más bien poco en todo el año y, cuando lo ha hecho, tampoco se ha ganado los galones. Bien. Está Antonio López, que anda bajo de forma, pero en fin, bueno.


Veamos más adelante. Está Tiago, que anda flojucho, está Mario Suárez, que también, está Juanfran y está Raúl García. A ver. Está Juanfran, que llegó, debutó en uno de los campos más difíciles y desapareció; el entrenador, ese humorista, dice que sale porque es un buen partido para recuperar la confianza. Debe referirse a "la confianza que yo mismo le quité", pero esta coletilla no ha salido en la prensa, que anda ocupadísima analizando las ausencias de De Gea. Sale también Raúl García, esta vez de interior izquierda. Raúl García ya ha jugado de medio centro destructor, de medio centro algo más creativo - si hace pareja con Assunção - y de interior derecho, así que lo normal es que ahora salga por la izquierda, claro, así juega de todo que yo creo que le apetecerá. Total, Raúl García está acostumbrado a bailar con la más fea y no protesta, así que le pondremos de interior izquierdo y así nos aseguramos que se lleve alguna bronca, que es lo nuestro. Miren, ya que estamos, en el próximo partido quizás le hagamos salir a los medios en el descanso armado de tiza y pizarra y le pidamos que delante de toda la grada explique la definición épsilon-delta del límite de una función, esto es, que el límite de f de x cuando x tiende a c es igual a L si y sólo si para todo número real ε mayor que cero existe un número real δ mayor que cero tal que si la distancia entre x y c es menor que δ, entonces la distancia entre la imagen de x y L es menor que ε unidades. Eso sí, como se confunda Raúl García la gente podrá llamarle borrico, que es lo que nos gusta más.

¿Y delante? Delante no estaba Agüero y no estaba Forlán, porque el entrenador no quiso. Salió Reyes de media punta por delante de los medio-centros, o eso pareció. Salió también Diego Costa y ahí se montó el lío. Diego Costa, delantero raro tirando a muy raro, nacido en un sitio llamado Lagarto (lo que puede explicar algunas cosas), se encontró comodísimo con cinco centrocampistas detrás y entre dos centrales torpones y lentos. Se peleó con todo aquél que le buscó, tiró desmarques y remató a puerta con clase y codicia: tres goles metió el tío, tres goles como tres soles en un campo en el que el Atleti siempre sufre lo que no está escrito, haciendo que más de uno se acordara de aquel partido en el que Solozábal marcó dos. Tres goles que pudieron ser cuatro si le dejan tirar un penalti que tiró Reyes, mal toda la noche, con la suficiencia del que cree ser el mejor del equipo y no tener que demostrarlo, ese error tan común en los equipos de instituto.

Porque el Atleti salió mal, salió flojo y se llevó un gol. Cuando marcó el Osasuna el partido pintaba a espectáculo cómico-defensivo y caos absoluto, con una banda izquierda en la que Antonio López dejaba muchísimo sitio y Raúl se veía perdido. Pero marcó Diego Costa un muy buen gol antes del descanso y las cosas cambiaron, oiga. El pase en profundidad que le dejó delante del portero fue cosa de Juanfran; el fútbol tiene estas cosas paradójicas que nos hacen agitar la cabeza de lado a lado, ya saben.

El Atleti se fue al vestuario y los jugadores debieron hablar entre ellos. Si robamos en el centro del campo y se sigue moviendo así Diego Costa, habrá oportunidades. Si el Osasuna, como luego hiciera, tiene la inocencia de defender arriba con esos centrales que tiene, nos podemos poner las botas. Así fue. Dos goles más metió el Atleti, dos más de Diego Costa, uno a pase sutil de Raúl García, otro a pase sutil de Mario Suárez, ambos celebrados en la banda con Forlán, ese mal compañero que no se habla con nadie. El Atleti presionó y recuperó en el centro del campo, lanzó pases en profundidad y se llevó el partido. Y en Pamplona, oiga, en Pamplona, en un campo que se le da mal al Atleti, contra un rival que se le atraganta al equipo a poco que les muerda y les deje un poquito el pie en los encontronazos. ¿Jugó bien el Atleti? Pues no mucho. ¿Jugó mal? No sé, tampoco, oiga, tampoco si nos limitamos al segundo tiempo. Jugó bien Diego Costa, algo que nadie podría esperar o al menos no a esos niveles, y el Atleti ganó robando y metiendo pases adelantados al hueco, algo no visto en casi toda la temporada.

El árbitro, hay que decirlo también, estuvo mal. Tuvo errores que pudieron cambiar el curso del partido. Pitó un penalti que no fue y que falló Reyes. Pudo pitar un penalti de Perea que pudo suponer su expulsión. Pudo pitar una falta a Juanfran que pudo suponer la expulsión de un rival. Pudo sacar amarillas a Diego Costa por entrar a todos los trapos, y sacó una roja a Sergio, central con cara de personaje de The Spirit, por darle un sopapo al protagonista de la noche, Diego Costa, cómodo en su papel de agredido dolorido además de en el de goleador letal. La actuación arbitral provocó la ira del entrenador local, Mendilíbar, orgulloso representante de esa estirpe de vascos de permanente mal humor, enfadados con el mundo y aparentemente en especial con el Atleti de Madrid. De hecho, uno imagina una cena con Mendilíbar, Joseba Llorente y Aduriz y le entran ganas de comprarse un casco y llamar a un mediador experimentado.

El Atleti se llevó tres puntos con los que no contaba ni el más optimista, sobre todo tras ver la alineación. La victoria puede que traiga consecuencias positivas: una mayor implicación de Diego Costa, el convencimiento entre los jugadores de que también se puede ganar en los campos en los que no se gana nunca, la recuperación de Juanfran, la resurrección del pase en profundidad, esa especialidad sepultada en el Calderón hace muchos partidos. Todo ello debería ser bueno para el equipo, pero la dinámica cambiante del entrenador hace pensar que quizás no sea así, que quizás siembre más dudas. En concreto, el aficionado que conoce la trayectoria del banquillo ya se plantea algunas: ¿servirá el partido de ayer para que la prensa anime a la venta de Agüero y Forlán, dado que ayer se apareció el mesías goleador en Pamplona? ¿encontrará el ausente De Gea la mosca que lleva buscando, según la prensa, desde hace unos partidos? ¿pasará Fran Mérida a engrosar las listas de desaparecidos de la catástrofe de Fukoshima? ¿seguirá Quique Flores tan seguro de sí mismo, como cuando ayer declaró que tenía claro que Diego Costa podría hacer el partido que hizo? Y, sobre todo, ¿cambiará Quique su forma de hacer alineaciones? ¿o seguirá apelando a su sistema tradicional, es decir, once sillas vacías, veinte jugadores, música festiva que se para en un momento determinado y deja fuera de la alineación a los que no encontraron asiento? La solución, en una semana.