martes, 20 de diciembre de 2011

Nosotros, vosotros, ellos

Nosotros, que como vosotros y al contrario que ellos, somos del Atleti, llevamos tiempo hartos de todo esto. Tristes, cansados, algo deprimidos, rabiosos a ratos, desesperados otros, en ocasiones incluso muertos de risa. Nosotros, que somos del Atleti hace tiempo o no hace tanto, oiga, vemos desde hace años cómo esto ya no es lo que era, ya no es el Atleti con el que crecimos, el Atleti que nos quitaba el sueño antes de los partidos importantes, tras las derrotas sonadas y el mismo día y los días después de los triunfos que todos recordamos. Nosotros, como vosotros, llevamos tiempo viendo cómo se degrada lo que era nuestra fuente de orgullo, de felicidad y de cabreo, ese miembro más de la familia por el que brindamos todos los fines de año, ese ser indefinible pero siempre presente en todo que nos obliga a elegir los caramelos rojiblancos de la bolsa y jamás los blancos.

Nosotros, últimamente gruñones y depresivos, negativos y siempre escépticos, hemos llegado a un punto en el que nada nos sorprende. No nos sorprende la contratación de un jugador desconocido a precio de oro, ni la presentación de un desconocido a manos de un famosillo sin oficio conocido que se permite descalificar a tipos que llevan pagando su abono cincuenta años, ni las declaraciones absurdas de Aquél Que Prometió No Volver A Hablar, ni la desfachatez en las entrevistas de Aquél Que No Pisa El Estadio. No nos sorprende que se vayan canteranos de proyección infinita, ni que se nieguen a jugar jugadores con prensa de estrella y cabeza de chorlito que consideran que no están hechos para ser cabeza de este ratón que antes fue león, quizás por tener clara vocación de ser cola de rata. No nos sorprende que la prensa nos venda puestos sonrojantes como éxitos históricos ni que nos digan que una plantilla de segundón constituye la apuesta definitiva por Champions para la temporada que empieza. No nos sorprende ya nada, no, qué cosas.

Nosotros, eso sí, tenemos claro que el fin de las sorpresas no supone que las noticias no nos indignen, que no nos avergüencen, que no nos irriten. Porque nosotros, del Atleti hasta la úlcera, no vemos esto como un pasatiempo de fin de semana, como una excusa para vociferar improperios, como una cita semanal con un tipo al que no apreciamos en exceso. Al contrario, nos duele el Atleti más que al que más, más casi de lo recomendable. Por tonto que resulte, el Atleti es una parte fundamental de nuestras vidas, y no es por el equipo en sí sino por lo que representan las rayas rojiblancas, por las horas habladas con los amigos sobre los jugadores que llevaron las camisetas, por los kilómetros hechos para ver partidos, por las lloreras en los grandes partidos ganados y los dientes apretados de los partidos perdidos. Nosotros, cuyo verdadero amor por el Club ha sido puesto en entredicho alguna vez por algún ignorante, somos de esos que decimos que somos del Atleti a los cinco minutos de conocer a alguien, decimos que somos del Atleti en las entrevistas de trabajo, decimos que somos del Atleti cuando damos una conferencia o durante una operación a corazón abierto y sabemos que, de ganar un Oscar, un Nobel, un Grammy o un premio regional al pimiento más grande de la cosecha, sabemos que en el discurso de agradecimiento nos acordaremos de nuestros padres, de nuestras parejas, de nuestros hijos, de nuestros amigos y de nuestros ídolos y siempre, cómo sea, cuándo sea y dónde sea, aunque no pegue, diremos que somos del Atleti sin duda alguna, sin duda.

Nosotros, los de los párrafos de arriba, llevamos gruñendo ya años, con la vida algo amargada por culpa del Atleti. Cuando hablamos del Atleti nos brillan los ojos pero también se nos marcan los músculos de las mandíbulas, hablamos con orgullo pero también con rabia y desesperación. Tanto es así que hasta nosotros mismos empezamos a hartarnos de ser tan negativos, de decir siempre que estamos hartos, que estamos avergonzados, que estamos hasta el gorro de ellos, de los que se sientan en el palco y no sienten lo que nosotros, de los que se llaman directiva y no dirigen nada que no sea su propia granja de engorde.

Vosotros, mientras, nos miráis casi desde fuera, desde el mismo lado del río pero desde la otra acera. Aunque sois del Atleti también, y no más ni menos que nosotros, en ocasiones nos miráis con desconfianza, en otros con sorpresa, muchas veces con hartazgo y otras hasta con ira aunque también brindéis por el Atleti cada fin de año y prefiráis los caramelos de envuelta rojiblanca a cualquier otro, aunque sean de cereza. Para vosotros, que sois del Atleti como nosotros pero de forma distinta aunque igualmente respetable, el Atleti es vuestro equipo del alma pero no pensáis que todo sea tan negro como lo vemos nosotros. El Atleti es lo que es, quizás podría ser algo mejor; pero conseguir cambiarlo, creéis, os queda lejos y no tenéis tiempo o dinero o ganas de poneros a ello, que ya tenéis bastante con lo vuestro. El Atleti, pensáis, no va tan mal como decimos nosotros y la prensa ha dicho que ahora viene Simeone y ese sí que va a poner las cosas en su sitio con ese mal genio que tiene y esa cara de pocos amigos. Pensáis que el próximo equipo será mejor, que el año que viene será mejor, que el próximo entrenador será el definitivo. Os seguís ilusionando con lo que dice la prensa, seguís creyendo que ese jugador desconocido que cada año traemos es tan bueno como dicen en los periódicos que no compráis pero leéis en el bar, no le dais más vueltas a por qué el Atleti volvió a fichar un portero cuando lo que hacía falta era un delantero alto, un defensa central y un contable honrado.

A vosotros, que como nosotros tenéis otras cosas que hacer, ya casi os da pereza hablar del tema porque veis que no lleva a nada. Pensáis que no pasa nada porque se critique la gestión en los bares, que no vale de nada denunciar la importancia de los agentes y la deuda con Hacienda porque de vosotros no depende que se haga cumplir la ley ni la moral ni las buenas costumbres. Preferís pensar menos en el tema y encogeros de hombros y dedicaros a ver los partidos y volver a casa a cenar, sin ver el resumen si se ha perdido o viéndolo cuatro veces si se ha ganado. Preferís pensar que en la Peineta se estará mejor porque se estará a cubierto y porque en la puerta cuatro habrá un Pans and Company's sin preguntaros si realmente hay que irse a la otra punta de Madrid cuando ya tenemos un estadio que está estupendamente. No os preocupa la deuda más que por si supone que no se podrán fichar buenos jugadores y preferís que jueguen los de la cantera, pero si a éstos se les niegan las oportunidades tampoco vais a montar un escándalo. Tampoco vamos a estar todo el día dando la matraca como estos que se hacen llamar "nosotros", pensáis, que tampoco vamos a conseguir nada y hay cosas más importantes. Y no os falta razón, la verdad, hay días que uno piensa que no os falta razón, oiga.

Mientras esto pasa entre nosotros y entre vosotros, ellos siguen a lo suyo. Siguen comprando medianías y vendiendo joyas, siguen comprando jugadores del mismo agente y vendiendo humo. Ellos siguen apareciendo en las presentaciones de jugadores, estadios, ciudades deportivas y audaces campañas de marketing destinadas a adormecer conciencias. Siguen hablando con equipos tailandeses y marroquíes y poniendo nombres rimbombantes a contubernios entre clubes sin demasiado futuro. Siguen dando las entrevistas a los medios afines y guardando silencio ante los críticos, siguen tirando de amigos para defender lo indefendible y colocando portavoces en las tertulias radiofónicas. Siguen pensando en los temas claves para el equipo, como por ejemplo cómo convertir los números del dorsal en una forma de ganar dinero en vez de pensar en qué entrenador es necesario. Siguen gestionando la entidad al borde de la ley y al otro lado de la moral y siguen influyendo en prensa, televisión y radio para que parezca que el futuro es brillante aunque el pasado reciente sea tan negro como sus intenciones. Siguen evitando preguntas incómodas y respondiendo a las verdades con chascarrillos, siguen demandando a los pequeños accionistas y esquivando responsabilidades, siguen llegando a acuerdos oscuros con fondos de inversión y viendo cómo sus socios en negocios paralelos desfilan por los juzgados. Siguen haciendo, en fin, lo que todos vemos, lo que todos ven, lo que tan mal nos parece a todos y tanta vergüenza nos da, siguen haciendo las cosas que hacen que el 100% de los amigos no atléticos coincidan en el veredicto: "mientras no se vaya esta gente, no levantaréis cabeza".

Ellos, aunque poco preocupados por el Atleti y muy lejos de sentirlo como lo sentís vosotros y lo sentimos nosotros, son sensibles a algunas cosas y no les gusta que se les silbe en el campo. La sensación es que cuando nosotros y vosotros hemos estallado juntos, se han sentido irritados, con la irritación de aquél que se cree superior y se ve criticado por otro al que no cree a su altura. Ellos llevan mal los pitidos y los gritos y cuando los han escuchado de cerca han soltado algún improperio y se han llevado la mano a la cartera, como diciendo que ellos sí que están forrados y no vosotros ni nosotros. Ellos no llevan bien los pitidos y, sabiendo que las cosas irán mal, prefieren buscar escudos que les defiendan de las iras de la grada, entrenadores de nombre sonoro y que rime fácil para que la afición se centre en pedir su cabeza y deje en paz al palco.
Si aún así la grada hace saltar la crítica de plano y les salpica, ellos tiran de afines que hacen llamamientos a la unión, que hacen ver que las buenas aficiones nunca protestan sino que tragan sin fin, que intentan hacer pasar por un anti-atlético a aquél que osa hacer lo que hacía tan a menudo la afición que hizo grande al Atleti, es decir, exigir, protestar, reclamar orgullo y respeto por las rayas rojiblancas. Parte de la prensa, la misma que silencia impagos y miserias, escribe entonces artículos llamando al bien común, a no hacer caso a los negativos y secesionistas y a no hacernos daño entre nosotros, vosotros y ellos. Algunas peñas cercanas y algunos periodistas que en su vida han estado en una grada hacen entonces proclamas sobre lo que el verdadero atlético debe hacer en los malos momentos, que no es otra cosa que callarse y animar, que pagar el abono e ir a las presentaciones de los fichajes del fondo de inversión, que centrarse en no descentrar a los jugadores y protestar únicamente, si fuere menester, al final del partido, cuando un empleado del club convenientemente aleccionado suba hasta los límites admisibles por la OMS el volumen de la megafonía.


Y mientras ellos hacen lo que cada vez es más evidente para vosotros y más ofensivo para nosotros, esto se acaba. Se va acabando la energía de los críticos, se va asumiendo como normal la inmoralidad, se van reduciendo las expectativas en la clasificación. Se va tomando como inevitable la venta de los buenos, se hacen chistes sobre la compra de los malos, se van perdiendo derbis y derbis y van naciendo nuevas rivalidades con equipos que nunca habrían soñado medirse con el Atleti. Se pierden partidos en casa, se pierden partidos fuera, se cambian entrenadores y jugadores, se instala la sensación general de que los buenos están sólo de paso. Se van dando de baja los históricos de la grada, se van perdiendo las ganas de animar al equipo, se van perdiendo las ganas de protestar. Se van destapando las cuentas reales del club, se va acabando con la credibilidad de los periodistas que defienden la gestión, se van despoblando las gradas. Se van confundiendo las ideas, se van instalando las dudas sobre si merece o no la pena ir a ver al equipo, se va inundando todo de nostalgia, ya casi ni de rabia.

Esto se va acabando y todos lo vemos. Se va acabando y es culpa de ellos principalmente, pero también de nosotros, que no supimos hacer llegar el mensaje, y de vosotros, que no quisisteis recibirlo. Será por lo que sea, pero esto se va acabando y, sí, es culpa de ellos pero también es culpa de nosotros y vosotros, culpa de todos porque no tenemos los arrestos de hacer nada juntos.

martes, 13 de diciembre de 2011

Ejercicio práctico de auto-cuestión, o “la interrogación retórica, ese recurso tan cómodo”


¿Se puede escribir una crónica de partidos como los dos últimos? ¿Es posible hablar de fútbol tras lo visto en Albacete y Barcelona? ¿Merece la pena discutir el dibujo táctico, la calidad de los jugadores, la disposición en el campo de tal o cual centrocampista? ¿Es posible aislarse de la realidad hasta el punto de ver un simple partido de fútbol en medio de la cochambre general que impregna el Club?

¿Alguien creía que Manzano sería capaz de hacer jugar bien al equipo? ¿Alguien esperaba otra cosa? ¿No es acaso evidente que, un año más, el equipo es fuerte de mitad hacia arriba y lamentable en el resto de zonas? ¿Tiene sentido ya analizar si Manzano hace bien o mal los cambios, si tiene una idea de juego, si invierte tiempo en ver cómo juegan los rivales? ¿Ve Manzano los partidos del Atleti? ¿Por qué tarda Manzano quince partidos en ver lo que todo el mundo ve en tres? ¿Por qué, una vez cambiado el sistema, vuelve a los errores iniciales tras un único partido? ¿Tiene sentido seguir analizando lo que todo el mundo, menos el responsable directo, ve? ¿Hay que cambiar a Manzano? ¿Por quién habría que cambiar a Manzano? ¿Valdría de algo cambiar al entrenador? ¿Hay aún alguien que piense que un entrenador tendrá autoridad y tiempo suficiente en el club para hacer el equipo que quiere? ¿Queremos que sea Pantic el entrenador? ¿Queremos ver cómo Pantic sale por la puerta de atrás tras tres meses?

¿Es de recibo que el portero titular del Atleti sea un cedido de un equipo extranjero, habiendo dos porteros de teóricas garantías en la plantilla? ¿Es lógico que se haya vendido al portero más prometedor de las nuevas generaciones para quedar en situación de interinidad, esperando la llamada del Chelsea? ¿Ha hecho Joel algo a alguien? ¿Es Asenjo el portero que necesita el Atleti? ¿Hay entrenador de porteros en el Atleti? ¿Hay alguien en el club que les explique que en el área pequeña pueden jugar con más libertad que el resto porque no se les puede tocar? ¿Hay alguien que entrene qué hacer cuando los balones vienen de los lados?

¿Merece la pena analizar la defensa? ¿Hay posibilidad de que un humano sin superpoderes entienda lo que le ha pasado a Godín desde que llegó al Atleti? ¿Es Filipe Luis Filipe un impostor, un doble del jugador del Depor? ¿Es Miranda jugador para el Atleti? ¿Es de recibo que Perea, jugador llamado a ser suplente y en el ocaso de su carrera, sea siempre titular año tras año y en dos demarcaciones diferentes? ¿Cómo es posible que no juegue Domínguez, con sus defectos, el 100% de los partidos? ¿Alguien preguntó si Silvio podía jugar más de dos partidos seguidos antes de firmar el contrato con su agente, o se cerró el acuerdo con un apretón de manos sobre una mesa llena de gin-tonics? ¿No hay canteranos con calidad para jugar en el primer equipo en los puestos más débiles de la defensa? ¿Hay algún interés en arruinar la carrera de Pulido?

¿A qué juega la media del Atleti? ¿Es una media de contención, de robo y salida, de creación y toque? ¿Es una media lagartijera? ¿Una media noche? ¿Una media tipo panty? ¿Es Mario Suárez un jugador para ocupar la posición de cinco? ¿Tiene el físico, la disciplina táctica y la jerarquía? ¿La tiene Gabi? ¿Es su querencia al pase al contrario una obligación contractual para dar emoción a los partidos? ¿Por qué no juega Assunçao? ¿Es Tiago elegible para una pensión por incapacidad parcial? ¿Por qué no juega Koke? ¿Ha mejorado la línea media desde que se fue Raúl García, el odiado por la grada? ¿Sabe Manzano cómo quiere colocar a los medio centros? ¿Sabe Manzano lo que es un medio centro? ¿Sabe lo que es un interior? ¿Le pasa como al resto de mortales y no tiene ni idea de qué es un volante de enganche o un media punta creativo?

¿Quién tiene la misión de decidir cómo juega el equipo en la línea de tres cuartos? ¿Es Diego? ¿Lo saben los compañeros? ¿Es de recibo que Diego pase el 50% del tiempo corriendo hacia atrás buscando recuperar balones? ¿Cuándo Diego levanta la cabeza, qué ve? ¿Por qué juega Salvio? ¿Es necesario para el juego del equipo? ¿Juega ahí porque interesa al equipo o por otra cosa? ¿Quién pagó 7 millones por Juanfran? ¿Para qué vino? ¿Es jugador para el Atleti? ¿Quién pactó los 15 millones de Pizzi? ¿Por qué vale tanto? ¿Alguien pensó en si el juego del equipo le conviene a Falcao antes de pagar 40 millones por él? ¿Alguien vio la letra pequeña en el anuncio de su fichaje en los vídeo-marcadores que decía que no tocaría bola? ¿Es feliz Falcao? ¿Aguantará más tiempo así, erosionando su propia carrera? ¿Acabará hablando con Adrián y Arda para hacer entre ellos y Diego lo que les dé la gana y no lo que diga el entrenador? ¿Por qué no juega Adrián todos los partidos?

¿Es normal en un equipo como el Atleti el ver los puestos europeos a distancia? ¿Cuánto tardará la prensa en titular “el Atleti busca el sueño de Europa” este año, como si no fuera la obligación mínima? ¿Entiende la gente lo que significa para un club como el Atleti el sufrir para quedar séptimo? ¿Tiene memoria la grada? ¿Sabe la afición de qué equipo estamos hablando cuando reclama fichajes de jugadores que apenas destacan en clubes llamados a pelear la permanencia? ¿Es posible que cada año vengan jugadores peores que el año anterior? ¿Qué pensaría la afición ante un enfrentamiento en Europa contra un equipo en el que jugasen De Gea, Ujfalusi, Maxi, Simao, Agüero, Forlán y Torres? ¿Terminaremos pidiendo la repesca de Jurado y la vuelta de Maniche? ¿A qué se dedica el director deportivo? ¿Hará bueno a Pitarch? ¿Conseguirá que queramos la vuelta de Rubén Cano? ¿Fichará a algún jugador para los seis o siete puestos en que el equipo flojea? ¿O traerá otro goleador de cincuenta millones para que juegue junto a Falcao – juegue al tute, se entiende? ¿Ve el director deportivo los partidos de la cantera? ¿Hay que dar por perdido a Borja? ¿A Pulido? ¿A Koke?

¿A qué va la gente al campo? ¿Va a ver fútbol? ¿Va por inercia? ¿Va por cariño a un club? ¿Va a pasar las últimas horas con un moribundo? ¿Va a pasar el rato? ¿Va a desfogarse, insultando a los rivales? ¿Va a quitarse de en medio porque en casa el sofá está ocupado? ¿Quiere la gente al club? ¿Está dispuesta a hacer algo por él? ¿Es incapaz la gente de ver lo que pasa? ¿Dura la ilusión falsa que todos los años los medios engordan en agosto hasta julio del año siguiente? ¿Por qué la gente aplaude a Reyes? ¿Es para hacer rabiar a Manzano? ¿Es porque de verdad creen que es el jugador con más calidad de la plantilla? ¿Se acuerda la gente de Alemao, de Dirceu, de Ayala, de Pereira, de Leivinha, de Gárate, de Futre, de Torres? ¿Si es así, porqué tragan con jugadores que serían suplentes del suplente del aprendiz del imitador de una mala copia de un espejismo de cualquiera de los anteriores?

¿Cree la gente que puede hacer algo por cambiar el devenir del club? ¿Sabe la gente que puede hacer algo por cambiar el devenir del club? ¿Lo sabe la gente pero hace como si no lo supiera, para evitar asumir responsabilidades y por tanto críticas al no afrontarlas? ¿Quiere la gente hacer algo realmente, o les basta con ir al fútbol, gritar, irse cinco minutitos antes del final y volver a casa a rumiar el disgusto? ¿Cómo ve la gente en general a los que sí se esfuerzan, con mayor o menor acierto, en ayudar a que la cosa cambie? ¿Deciden por sí mismos o se dejan influenciar por los medios? ¿Les hace gracia que el presidente haga chascarrillos sobre la Abeja Maya? ¿Sabe la gente lo que significan las bufandas verde y oro? ¿Saben de dónde vienen? ¿Tienen la curiosidad de saberlo? ¿Les interesaría lo que representan si lo supieran?

¿Puede esperarse de los medios que se involucren en la denuncia y resolución del problema del Atleti como sí lo han hecho en otros clubes? ¿Es la prensa responsable de que llegue con mucha más nitidez el discurso ficticio y triunfalista del club que presenta estadios futuristas para jugarse la novena plaza, que el discurso realista de los escépticos? ¿Debe exigirse a la prensa que denuncie día sí y día no la situación de club y la irregularidad del acceso al accionariado de los gestores actuales? ¿O debe la afición dar por buena la denuncia que se hizo en su momento? ¿Son los periodistas totalmente libres a la hora de dar información sobre el Atleti? ¿Reciben presiones del club? ¿Reciben presiones de sus jefes? ¿Creen siempre lo que escriben o deben modular su discurso para que se publiquen sus artículos y se pague su nómina? ¿Cuántos periodistas sienten el Atleti como propio? ¿Cuántos pagaron su abono y fueron aficionados de grada, autobús y vuelta a casa a las tantas, como la mayoría de los aficionados? ¿Cuántos limitan su conocimiento del club a lo que ocurre en la sala de prensa y departamento de comunicación? ¿Cuántos entienden a la grada? ¿Cuántos preguntan a la grada? ¿Sirve de algo preguntar a la grada?

¿Es necesario un nuevo estadio, sobre todo ahora que el Calderón está en la mejor zona de Madrid? ¿Se ha preguntado la prensa si es necesario un nuevo estadio? ¿Para qué queremos un nuevo estadio? ¿Si el nuevo estadio no trae beneficios más que posibles y por confirmar y si ello implica el movimiento en masa de la afición a la otra punta de la ciudad, con pérdidas en el camino, tiene el traslado algún sentido económico para el club? ¿Es necesario otro proyecto de Ciudad Deportiva? ¿Cuántos proyectos de Ciudad Deportiva se han presentado? ¿Cuántos aficionados reclaman vehementemente una Ciudad Deportiva con helipuerto? ¿Para qué quiere un hotel de cinco estrellas en Madrid el aficionado de un equipo de Madrid que, en su mayoría, vive en Madrid? ¿Se confirma que la Ciudad Deportiva tendrá gasolinera? ¿Estará bien comunicado el nuevo estadio? ¿Está mal comunicado el Vicente Calderón, como tantas veces se dijo cuando convenía y nunca más se ha comentado? ¿Por qué no vale el Vicente Calderón? ¿Para qué vale un parking de 3.000 plazas en un estadio para 75.000 espectadores? ¿Espera el club que en cada coche se desplacen 25 aficionados en día de partido? ¿Ha conducido el Consejero Delegado por la rotonda cercana a la Peineta en día de partido del Atleti?

¿Hay aún alguien que no vea que el club ya no es un club? ¿Es de recibo que al socio se le abochorne cada vez que habla el presidente, con minúscula? ¿Es de recibo que la prensa jaleé los chascarrillos del presidente y que dé por bueno un chiste fácil como respuesta a una pregunta grave? ¿Es de recibo que el consejero delegado, con minúscula, haga una entrevista anual para contar que todo va de maravilla y que nadie le pregunte públicamente si de verdad se cree lo que cuenta? ¿Es normal que el consejero delegado no vaya al campo, pero sí vaya a la grada de otros estadios? ¿Alguien entiende cuál es el verdadero papel del presidente y del consejero delegado? ¿Alguien ha preguntado por qué los gastos del club son los que son, por qué los precios inflados de los jugadores son los que son, por qué los precios de venta son los que son? ¿Hay alguien que no esté de acuerdo en que la gestión del club huele, como poco, a cerrado? ¿Hay alguien que ponga su mano por la total transparencia y honestidad de la gestión? ¿Y, si es así, por qué no se pregunta ni se denuncia públicamente desde los medios? ¿Es que no interesa investigar? ¿Alguien se explica la impunidad a la hora de ir hundiendo un club como el Atleti año tras año? ¿Por qué, si todos lo sabemos, nadie lo airea del todo? ¿Es que a nadie le importa? ¿Es que todos damos por buena una situación tan extraña?

¿Merece la pena buscar respuestas a todo lo anterior? ¿Merece la pena seguir en esto? ¿Merece la pena pagar un abono a sabiendas de que se usará en cualquier cosa salvo en dar al dinero el uso que el club merece? ¿Es consciente el que paga buscando un servicio que no lo recibirá? ¿Es consciente el que paga por un vínculo emocional con el club que con ese dinero se contribuirá a deteriorar ese mismo vínculo? ¿Merece la pena seguir denunciando lo que todo el mundo ve y nadie quiere cambiar? ¿Merece la pena discutir sobre algo tan obvio como que nos vamos al agujero? ¿No es acaso vergonzoso ver que el Atleti va resbalando hacia un pozo negro mientras miramos desde los lados del tobogán sin hacer nada? ¿Merece la pena seguir mirando, si no se va a hacer nada? ¿Podemos hacer algo más? ¿Debemos hacer algo más?

¿¿¿HAY ALGUIEN AHÍ???

domingo, 27 de noviembre de 2011

Crónica irritada de otro derby más, pero distinto

El Atleti jugó contra el otro equipo grande de la capital, esta vez en el turístico estadio de este último. Recibió cuatro goles y, aún así, la sensación fue diferente a otras veces (recientes).



El Atleti de Manzano, segunda versión fallida de equipo al mando del mismo entrenador, llegó con pocas esperanzas al derby con Y griega. La enésima versión fallida del Atleti de los Gil, heredero de las plantillas que más puntos han ganado en el estadio del otro equipo grande de la capital, no tenía esta vez ni motivo para encomendarse a la fortuna, la sorpresa o la capacidad del equipo para hacer exactamente lo contrario de lo que se espera de él. Otros años, versiones fallidas del Atleti contaban con jugadores estratosféricos de esos que pueden cambiar un partido en una jugada, de esos que el rival quiere comprar a golpe de mazo de billetes de 500 euros, incluso con un tipo con pecas que dijo que nunca iría a ese club recalificador ya se lo exigiera la Guardia Civil o la Guardia Suiza. Este año era distinto, todos lo sabíamos, todos lo sabemos.

En lo más profundo, los aficionados del Atleti siempre guardan un rescoldo de esperanza, un convencimiento de que, precisamente porque el Atleti es un equipo dado a los golpes teatrales y a romper profecías, es perfectamente posible que haga algo extraordinario y gane un partido en el que nadie da un duro por él. Históricamente el Atleti siempre fue así, capaz de perder con el último de segunda división en copa y ganar justo después a la selección mundial por una goleada contundente. El problema está en la primera palabra de la frase. Precisamente, el Atleti era así históricamente. Últimamente, y todos sabemos por qué, ya no lo es o al menos sólo es imprevisible por el lado malo. El Atleti sigue siendo capaz de perder con el último tras perder éste un jugador por expulsión, pero cada vez es menos capaz de ganar a un equipo de los grandes haciendo un partidazo inesperado con suplentes y juveniles, como pasaba antes de que nos hiciéramos mayores, tuviéramos achaques y nos molestaran los restaurantes con mala acústica.

El Atleti llegó al estadio-centro comercial del otro equipo grande de la capital tras unos cuantos partidos tristes. Llegó tras mil probaturas, sin su delantero centro rematador de referencia (que por cierto, probablemente se habría ido del campo sin tocar una) y sin un once fijo. Ausente Falcao, ayer la máxima referencia en punta era un muy buen jugador al que el entrenador, hasta hace bien poco, había relegado al banquillo. Asumida esta limitación, había curiosidad por ver qué dibujo sacaría el entrenador en el medio campo tras los últimos vaivenes y dudas. Salieron finalmente dos medio centros defensivos en vez del cinco inamovible e inmóvil de los últimos partidos que ayer, partido complicado, el entrenador no quiso sacar (esto es, lo que habría hecho la afición ya hace cinco o seis semanas). Salió un jugador que fue clave en una posición similar hace dos temporadas, para pasar luego al banquillo gracias a un entrenador con bufanda. Assunçao capeó el temporal en una zona complicada y, sin hacer el partido perfecto, volvió a dejar claro que estando él resulta complicado defender la presencia en el equipo titular del gélido Mario. A su lado jugó un canterano vuelto a casa que empezó la temporada bien pero que con los partidos se ha ido diluyendo, perdiendo presencia y con una querencia preocupante a dar pases fáciles al rival. Aún así, el dibujo parecía más lógico en lo defensivo que muchos de los experimentos manzaniles con Mario Suárez en el papel de adorno navideño innecesario.

Por delante de estos dos, el entrenador dispuso esta vez una línea de tres: Arda Turán por la izquierda, Diego por el centro, Salvio por la derecha. Cambiando el orden para el análisis dada nuestra naturaleza caprichosa, empezaremos hablando de Diego. Diego jugó poco, sólo hasta la expulsión de Courtois, momento en el que el entrenador le cambió para dar entrada a Asenjo. Diego, que sabe guardar el balón, que piensa y que puede llegar a resolver un partido con una buena jugada o un tiro lejano, es de esos jugadores a los que uno no quitaría si se queda con diez y debe aguantar un resultado y evitar, entre otras muchas cosas, entregar el balón al rival inmediatamente. Manzano no es así, y por eso él alterna modelos de gafas de patillas coloridas y uno es fiel a sus gafas de pasta negra de párroco castellano. De hecho, cuando el que suscribe y el resto de la Humanidad habría hecho un cambio tras el segundo gol del rival, Manzano se quedó quieto. Tampoco en eso es fácil coincidir con este hombre.

Manzano pudo quitar a Salvio y no a Diego, pero no lo hizo; el resto del partido se encargó de darle la razón a aquéllos que desconfiaron del cambio. Salvio hizo un buen taconazo en el excelente gol de Adrián y luego no hizo nada sensato. Cuando tuvo espacio, que es donde se supone que le gusta jugar, demostró no tener confianza para encarar e irse. Demostró no tener calidad para guardarla y esperar ayuda, casi pidiendo que le quitaran el balón lo antes posible. Salvio demostró, una vez más, que tiene poco que demostrar porque tiene poco que ofrecer y que su supuesto buen cartel en Portugal suena a tongo de los gordos.

Arda Turan, turco paticorto y de andares cómicos, merece párrafo aparte. Turan, jugador de calidad y carácter con querencias alternativas opuestas tales como la reclamación del liderazgo y la siesta esporádica, dejó claro que es de los poquitos que entienden qué es un derby. Con sólo unos meses en el Atleti, pareció saber con claridad lo que había en juego y cómo encarar la responsabilidad de defender una camiseta de rayas frente a una bata de farmacéutico. La pidió, la buscó, regateó rivales y, cuando perdió el balón, persiguió a su par y le dejó claro que a Arda Turan no se le vacila en un derby; quizás Arda Turan deba dar una conferencia sobre el tema para algún jugador de la plantilla y para muchos de los que han llevado esas rayas en los últimos años como quien lleva una camiseta de publicidad. El único problema es que, recordando a bote pronto a quién le vendría bien el discurso, habría que alquilar un auditorio monumental y seis o siete autocares.

No fue Turan el único que entendió dónde estaba y por tanto ganó galones. Domínguez, al que el mencionado entrenador con bufanda hizo de menos, ejerció de capitán y de atlético de verdad. Estuvo sólido y fuerte al corte, marcó territorio, salió con agresividad cuando tuvo que tapar la banda del almibarado Filipe Luis Filipe y reaccionó con rabia de hincha cada vez que el árbitro favoreció al rival. También estuvo a la altura Perea, a quien tocó bailar con una de las más feas y, con seguridad, aquella con el peinado más ridículo. Perea, con brazalete, hizo honor al mismo en un pequeño rifi-rafe entre jugadores de los dos equipos tras una de las múltiples exageraciones vergonzosas de un rival argentino y flaco al que la prensa nunca afea su teatralidad bochornosa y su odioso comportamiento. No es esto algo que nos extrañe, por cierto, dado que esa actitud de todo vale y el fin justifica los medios es muy apreciada entre su hinchada y afines. Perea ganó carreras a los rivales, como todo el mundo vio salvo los comentaristas de la televisión, y fue al corte con contundencia. Una falta dura de Perea sancionada con tarjeta amarilla sirve hoy como coartada para aquellos que, acabase como acabase el partido, iban a denunciar un Atleti violento y antideportivo. Alguien se preocupará ahora de que Perea quede convertido en un jugador violento a pesar de su trayectoria, como ya le pasó a Ujfalusi. En fin, es lo que hay, a estas alturas tampoco esperamos ya otra cosa.

También merece párrafo propio Adrián. No sólo por el gol, tras jugada estupenda y pase de Diego, taconazo de Salvio y salida del portero rival lejos del primer palo (ya saben, esas salidas que en otros porteros merecen la crítica de la prensa especializada por dejar un ángulo que invita al remate). Adrián se quedó sólo y desconectado en punta tras la salida del equipo de Diego y, a pesar de la soledad, todo lo que hizo lo hizo con criterio, como siempre. Ayudó con su presencia a alejar al medio campo rival del propio y cuando recibió el balón demostró la velocidad e inteligencia que todos los aficionados vieron en pretemporada y que el entrenador sólo vio tras diez jornadas. Que Adrián es un buen jugador es algo indudable, que tiene sitio en el equipo titular una obviedad de esas que sólo los entrenadores profesionales no ven.

En general, el Atleti salió bien y con un empuje casi desconocido en los últimos años. Sin hacer un juego trenzado, no tenía problemas para recuperar el balón y no estaba a merced del rival, más bien marcaba territorio y no pasaba apuros. Marcó un buen gol y las cosas se pusieron de cara, aunque en el fondo todos sabíamos que algo iba a pasar, que habíamos marcado demasiado pronto, que las cosas no serían como en los partidos normales. El árbitro pitaba faltas y sacaba tarjetas a los jugadores del Atleti en cada encontronazo, posiblemente enardecido por los ejercicios circenses y volteretas de los rivales, y eso daba mala espina. Una combinación rival seguida con la vista por los medio centros atléticos terminó en ocasión de gol, penalti claro y la expulsión del portero. El rival marcó y el autor, peinado al estilo Locos Años Veinte, lo celebró con un bailecito ridículo de quinceañera en verano acompañado por dos coristas igualmente repelentes. En ese momento, y a pesar del gol en contra, todos y cada uno de los aficionados del Atleti agradeció en lo más hondo de su corazón el ser de los nuestros y no de los otros.

Las circunstancias cambiaron todo el panorama y el partido, aunque empatado, olía claramente a derrota a esas alturas. En opinión del que suscribe, el penalti fue penalti y por tanto la expulsión fue justa. Nada que decir por ese lado. Otras decisiones arbitrales posteriores no ayudaron, pero no fue el árbitro el responsable de la derrota. Eso sí, el Atleti recibió un montón de tarjetas amarillas y dos rojas; el rival sólo recibió una amarilla forzada por un jugador deseoso de acabar ciclo. Estos ardides consistentes en aprovechar fraudulentamente el reglamento en provecho propio antes se llamaban “trampas” y eran reprobadas con vehemencia por los defensores del juego limpio y por la prensa especializada. Ahora, las mismas acciones son jaleadas y vitoreadas por los mismos colectivos, que elogian la elegancia a la hora de forzar amarillas y la inteligencia para aprovechar los agujeros de la ley. Cuando hacen lo mismo los defraudadores fiscales la autoridad les persigue, y cuando los que hacen trampas son de una selección nacional rival para evitar cruces en semifinales su actitud se afea públicamente y, entre vestiduras rasgadas, se hacen llamadas generales a la decencia y deportividad. Es lo que hay, oiga, es lo que nos ha tocado vivir.

El Atleti jugó bien y, con el partido empatado y un jugador menos, mantuvo el tipo. Recibió un gol nada más empezar el segundo tiempo y mantuvo la cara al partido hasta el minuto 65, cuando recibió el tercero. De haber llegado más cerca del final con 2-1, podría haber intentado hacer algún cambio ofensivo y jugarse el todo por el todo, pero el tercer gol lo impidió. En el tramo final del partido Godín se convirtió en protagonista catastrófico y la derrota engordó y se deformó hasta extremos injustos. Otro penalty y otra expulsión terminaron convirtieron un partido aseadito del rival en una goleada injusta contra diez jugadores. Godín, que había estado entonado el primer tiempo, destrozó su propio partido y las esperanzas del Atleti y de paso echó más tierra sobre su propia tumba deportiva, poniendo la guinda a un declive acelerado que nadie acierta a entender bien.

Eso sí, la valoración que se hará del partido será simple: un Atleti barriobajero y mal afeitado frenó a patadas a sus pobres rivales vestiditos de enfermera. Manzano, torpe también ante la prensa, anunció un partido bronco y puso así fácil la rueda de prensa posterior al partido. No contento con fallar en los cambios y reaccionar tarde, Manzano dejó fácil el discurso del rival. Manzano, entrenador blando con el mismo poder de intimidación que Ned Flanders, anunció algo para lo que no está capacitado ante un entrenador protegido y hábil a la hora de manejar medios. El entrenador del equipo de Ramoncín, en el que militan ciertos jugadores dados a la agresión, al teatro y la tarjeta forzada, recibió el torpe anuncio del entrenador rival con la alegría con la que el delantero centro recibe un balón botando en el punto de penalty. El entrenador rival no habló pues del juego de su equipo ni del poquísimo trabajo de los porteros del Atleti, ni habló de la fortuna de contar con un gol y un jugador menos enfrente cuando no conseguía imponerse al rival; habló, eso sí, de espinilleras reforzadas y de jugadores incapaces de conciliar el sueño por pesadillas protagonizadas por amenazantes zombies rojiblancos, desviando la atención una vez más gracias a la torpe colaboración del entrenador rival, que por desgracia esta vez era el nuestro. No habló, claro, de volteretas y caras de dolor extremo para provocar amarillas, de tarjetas buscadas para cumplir ciclos ni de celebraciones ridículas protagonizadas por tríos de fenómenos capilares que abochornan hasta a sus propios aficionados. Tampoco los medios hablarán de esto hoy, que todo eso forma parte de lo que tanto gusta al nuevo aficionado al fútbol y tanto asco nos da a otros.

El derby fue igual que otros derbys recientes, pero también fue distinto. El Atleti perdió de nuevo, y de nuevo por más diferencia de lo que habría sido justo. De nuevo hubo giros dramáticos del destino en nuestra contra, de nuevo la defensa del Atleti, esta vez Godín, hizo más favores a los rivales que a los propios. De nuevo la afición colchonera se vio abochornada por las inconexas declaraciones previas de su presidente (teóricamente silencioso pero en la práctica contento, como siempre, de poder hacer chascarrillos cuando ve un micrófono) y de nuevo irá la afición dolida a la oficina el lunes, aunque cada vez nos duela menos tras tantos disgustos.

Sin embargo algo diferente sí ocurrió ayer. Durante los veinte primeros minutos el Atleti fue mejor, con diez mantuvo el tipo y sólo por la fatalidad y los errores de la defensa, se llevó cuatro goles. La prensa machacará hoy al Atleti y hablará de un equipo macarra y pendenciero mientras que el que suscribe, poco sospechoso de alabar del juego sucio, vio un equipo con ganas y la motivación que requieren los partidos en los que los aficionados se juegan mucho más que la sonrisa del domingo. El Atleti, o al menos algunos más que otros, mostró casta y ganas tras años de conformismo.

Entre la debacle, el rescoldo del orgullo y la esperanza puede haberse avivado un poco. Hace tiempo que no veíamos la rabia de Domínguez entre los jugadores del Atleti, no desde que se fue un fenómeno con pecas y la vida en cuesta arriba. Si la directiva no lo desbarata con su enésima torpeza, quizás se esté formando, años después, un grupo que entiende a la grada. En ausencia de exigencia desde el palco, la exigencia de la grada será clave para avivar la llama e impedir que se extinga. No podremos contar más que con nosotros mismos para cuidar del embrión, y eso implica una responsabilidad que la afición no siempre ha querido asumir. No sería lógico contar con los medios, no debemos esperar el mismo tratamiento que cuando es el rival el juega fuerte y la prensa alaba el orgullo y la intensidad, pero eso ya lo sabíamos. La directiva, como siempre, no estará a la altura y hoy estará ya pensando en cómo vender a Adrián más que en cómo defender al equipo. Para defender lo que es nuestro sólo quedamos nosotros mismos y tres o cuatro jugadores. No podemos permitirnos fallar, otra vez no.

PS: ¿De qué se reía Reyes mientras calentaba y cuando salió? ¿Se reía algún aficionado atlético a esas alturas de partido? ¿Es de recibo tolerar estas cosas? ¿Volverá la grada del Calderón a vitorear a este jugador, o algún día se harán las cosas con lógica y respeto por el escudo, también en la grada?

lunes, 7 de noviembre de 2011

Avinagrada crónica del Getafe - Atleti

El Atleti hizo el ridículo y, encima, nos tocó escuchar a Phil Collins. Y la policía, como si nada.


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Llegó el que suscribe al campo, trotando y con la hora pegada, y encontró un revuelo en la banda.

- ¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha sido esta vez? Intuyo quién puede ser el responsable ... ¿De nuevo el pantalón de chándal remangado hasta la rodilla? ¿De nuevo una botas estridentes?
- Peor, oiga, lo de hoy es peor: un bigote. Se ha dejado bigote. ¡Bigote!

El delegado del Rugby Atleti se ha dejado el bigote y, como era de esperar, a las pocas horas cayó el gobierno griego.
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Durante años, el que suscribe ha visto partidos del Atleti en todo tipo de sitios. En casas propias, en casas de amigos, en bares de carretera y en pubs decorados a la manera de Nueva Orleans. En pantallas en blanco y negro, en pantallas de tubo a color, en grandes pantallas de plasma y en pantallas pequeñitas de ordenadores portátiles. En estadios propios y ajenos, en campos de España y en el extranjero, solo o en compañía de otros, como en los crímenes. Ha visto partidos en televisión y ha visto partidos en radios de onda corta con una percha por antena. Ha visto partidos por transistor, con un auricular recortado para disimular, durante guardias de la mili o durante la ceremonia de graduación universitaria. Ha visto al Atleti en bares de Almería y Cazalla de la Sierra, en pubs de Londres, Dublín, Edimburgo, París, Amsterdam, Roma y Tánger (éste más bien tetería). Ha recorrido ciudades vacías buscando un mísero bar en que pusieran el partido, ha negociado con camareros, ha sobornado encargados y ha discutido con aficionados rivales poseedores del mando a distancia. Ha visto partidos en México, en Buenos Aires y en Chile y hasta un Albacete - Atlético que iniciaba una liga en un chamizo en las Islas Galápagos, Ecuador, rodeado de lugareños asombrados. Cuando uno pensaba que había visto partidos del Atleti en todo tipo de sitios, ayer rizó el rizo y lo vio en un disco-pub. Un disco-pub verdadero.

Cuando uno se ve a sí mismo en un disco-pub viendo un partido del Atleti, uno se plantea cosas. Por ejemplo, qué hace uno a las diez de la noche de un domingo en un disco-pub, cuando lo suyo es estar en un sofá tomando sopa de pollo. También, qué lleva a un propietario de un disco-pub a poner una pantalla gigante para ver el Atleti mientras suenan discos de la Motown. Esto abre otro nuevo universo de preguntas: ¿Debería estudiarse la obra de Smokey Robinson en los temarios de Conocimiento del Medio? ¿son Holland, Dozier y Holland comparables a Quintero, León y Quiroga? ¿qué pasó con Stevie Wonder para que empezara grabando "Uptight" y terminara con "Ebony and Ivory"?¿Por qué nunca intervino el Tribunal Penal Internacional viendo lo que hizo Phil Collins con ciertos clásicos del soul? Estas y otras preguntas atormentan al aficionado que ve el partido en el disco-pub, pero dejan de tener sentido cuando el partido se acaba. Cuando el partido se acaba, únicamente tiene sentido pensar si uno será capaz de conciliar el sueño tras el enésimo disgusto y el enésimo ridículo.

Ya a media hora del final, uno intuye lo que va a ocurrir porque es casi evidente: el Atleti va a perder contra el colista, que juega con 10 desde el minuto 30. Se ve en la cara de los jugadores, se ve en la cara de los aficionados del disco-pub, se nota casi en la voz de Martha la de las Vandelas, más apagada de lo normal a esas alturas. Lo ve cada uno dentro de sí, que ya sabemos de qué va esto. El Atleti, una vez más, está bloqueado y nadie sabe hacer nada para evitarlo, quizás nadie quiera si quiera evitarlo. No hace falta mucho análisis para llegar a esa conclusión, basta con mirar dentro de uno para tener las cosas claras. No hace falta hablar de un Antonio López en el final de su carrera jugando por la banda que no es la suya, ni de la blandura de Filipe Luis Filipe, ni de si Courtois se traga o no el balón en la falta. No merece ni la pena hablar del despropósito de encomendar a Tiago, a este Tiago flojo, apático y triste, la responsabilidad de mantener al equipo desde delante de la defensa, ni de por qué tiene Grabi los ojos morados. No merece la pena hablar de dónde juega Turan o de dónde debería jugar Diego, que con tanto lío y tan poca disciplina ya no lo tiene claro nadie, sobre todo ellos. Tampoco viene a cuento compadecerse de Falcao por haber caído en este equipo que le provoca esa cara a mitad camino entre el agotamiento y la pena ya tan suya, ni pensar si Adrián volará pronto del Manzanares.

Casi ni merece la pena hablar del entrenador, pero la afición lo hace porque le da rabia. Al entrenador ya le conocíamos y nadie, o casi nadie, esperaba absolutamente nada de él. Mejor dicho, esperaba lo que espera de todos: unos cuantos partidos, unas cuantas ruedas de prensa algo chocantes, unos cambios destinados a que la gente crea que prepara los partidos, el fracaso tras varios bochornos, la destitución, el cheque, el silencio y la búsqueda de otro equipo. Por ese camino vamos. Manzano debutó en rueda de prensa diciendo que no era un incapaz, pero luego con el tiempo va haciendo cosas que a muchos les invita a pedir una nueva rueda de prensa sobre el tema. Empezó dando un aire diferente al equipo, que parecía querer tocar el balón, y en breve se acabó la vaina. Fue crecidito a Barcelona diciendo que miraría a los ojos al Barça, y volvió horas más tarde orejigacho y con aire de que ya sabía lo que iba a pasar, diciendo que al Barça sólo se le gana si sale con los suplentes. Le dio por las rotaciones y fue hundiendo al equipo, como todos esperábamos, sobre todo por unas apuestas en el centro del campo que sugieren que también Manzano debería estudiar Conocimiento del Medio y a Smokey Robinson. Como todos esperábamos, prescindió de la cantera, quitó a Domínguez un día sí y otro no, castigó a los que fallaban siempre que no tuvieran el pelo como una escarola. Cometió errores y errores que todo el mundo veía y terminó por sentar a Reyes, como casi todo el mundo habría hecho, y sacar a Adrián, al que el 100% de la grada veía como titular. Diez partidos tardó en darse cuenta de algo tan obvio y eso que entrena a diario, y aún así sacó pecho por hacer tarde y mal lo que todo el mundo veía como imprescindible. Mantuvo su tono de voz gris y adquirió un tono de piel púrpura que combina bien con sus dos modelos de gafas, de patilla blanca o roja; Manzano presume de gafas, como el mismísimo Alain Afflelou. Admitió sin rechistar que le impusieran un portero cedido con número mínimo de partidos a jugar y se brindó al paripé lanzando rumores malintencionados sobre Joel. Sorprendentemente, tras esta vergonzante rendición sin condiciones tuvo ayer un arranque de orgullo postizo para acusar a los jugadores, también culpables pero no menos que él, de no saber qué camiseta llevan. Para ello, olvidó convenientemente que llevar ese escudo y ocupar ese banquillo exigen también no aceptar imposiciones destinadas a engordar cuentas bancarias de alguno de por ahí al que el equipo le importa un pito.

Dicho todo esto, lo de Manzano es casi lo de menos. Manzano es un técnico dócil, de los que gustan en el Atleti, y aunque es presente ya está claro que en breve será pasado y que vendrá al final otro igual o mejor que Manzano, como ocurrió con Rosicky. Manzano hace lo que le dicen que haga y, como tiene gafas, la prensa lo reviste de mérito profesoral; la duda que tiene ahora la directiva es si el próximo entrenador debería llevar gafas o quizás sea mejor alguien con gran agudeza visual o incluso con un monóculo, por cambiar así de onda. Las gafas del próximo entrenador no son tan importantes, no es un tema tan grave, al final: el problema es otro, como bien sabemos todos.

Parte del problema, o una de las causas y a la vez consecuencia del problema, la definió bien ayer un afamado periodista en Twitter: en el Atleti, nadie se fía de nadie. Los jugadores no se fían del entrenador, al que ven como un peón de una partida que juega otro y en la que ellos pueden ser comidos, apartados, cedidos o traspasados en cualquier momento por motivos ajenos a su rendimiento o entrega. Por su parte, el entrenador no se fía de los jugadores, porque sabe que estos ven de qué va la fiesta gracias a tanto cambio aparentemente caprichoso y además van a lo suyo. Salvo la honrosa excepción de Domínguez, al que ayer se le vio con cabreo de hincha, el resto ven el Atleti como una etapa en la que, con la exigencia mínima, uno o bien se forra sin correr mucho y saliendo por las noches o se lo toma en serio, da el salto y se forra más en otra empresa, preferiblemente una en la que el símbolo no sea un mapache. Da igual si se gana o se pierde porque nadie le echará nada en cara. Lo que el jugador busca es pasar el trámite y, si sale un torito chico que embiste y no tiene peligro, lo intenta un poco a ver si así le hacen internacional y le ficha un equipo de más nombre, dejando dinero a la directiva y pasando él a otro nivel.

Ni jugadores ni entrenador se fían del director técnico, brazo ejecutor de la directiva que se ocupa de fichar producto con recorrido y fecha de caducidad lejana con perspectiva de encarecimiento; la pinta de Caminero, por cierto, tampoco invita a la confianza sino más bien a cambiarse de acera. Al Director Técnico le da igual si lo que ficha hace falta o si lo que hace falta es exactamente lo contrario, el criterio no es deportivo, es otro. Si el equipo podría hacer algo con un medio centro con físico y un lateral con el pubis en su sitio, da igual, no se atenderá a esas razones y se fichará a otro que sea negocio aunque no sea jugador de fútbol, sino de tute.

La espiral de desconfianza sube hasta la directiva, de la que ya no hablaremos porque el que a estas alturas se fie de ella tiene un importante problema o la cara más dura que el cemento. La directiva, por cierto, ya ha dicho lo de todos los años: a nosotros que no nos miren, que hemos hecho un equipo competitivo. Nadie del organigrama se fía de la directiva y sólo pretende contentarla, evitando el despido día a día, evitando el acceso de cólera, evitando ser elegido como chivo expiatorio por estar en mal sitio en mal momento, buscando el lugar gris que se buscaba en la mili para que no le eligieran a uno voluntario para las maniobras y así quedarse cómodamente en la cantina comiendo chuscos de pan con chocolate. A la afición le pasa tres cuartos de lo mismo: no se fía de la directiva, pero como tiene ya bastante con lo suyo, con la hipoteca y con no coger atasco, con su propio jefe en su propia empresa y con el novio nuevo de su hija, que lleva un pendiente, no hace nada y espera que lo haga otro; además, cuando se protesta, la prensa no siempre recoge la verdad y las protestas o bien se malinterpretan (cuando está clarísimo qué se quiere decir) o se minimizan hasta la ridiculización y se amortigua así su impacto. Que proteste otro.

Mira entonces la afición a la prensa, a ver si dice algo, y le pide actuar en nombre del oficio de periodista y de la sagrada verdad. Pero la prensa tampoco se fía de la afición porque la afición muestra su desconfianza hacia la prensa desde hace demasiado tiempo y además dice barbaridades en internet sobre la madre de los periodistas; estos, enfadados, dicen entonces que ahí se queda la afición faltona, conmigo que no cuenten, que les den pomada. La prensa quizás desconfíe de la directiva, pero como les necesita para tener entrevistas exclusivas y su jefe les exige más y más y más contenidos que nunca conseguirán siendo críticos con el Club, optan por vivir en el alambre cuando no por decantarse claramente por lo que la directiva quiere. Aquellos con menos escrúpulos, viendo que la afición reclama integridad y no siempre lo hace con educación mientras que la directiva invita a cordero, optan por la segunda sin demasiados reparos morales. Esta parte de la prensa justifica lo injustificable, lanza tinta de calamar cuando la cosa se pone fea, habla de las maravillas de la nueva caseta de obra de la Peineta, inaugurada ayer y que cuenta con aire acondicionado, taquilla de acero templado y persiana veneciana de gradulux. También interpreta de manera sorprendente los cánticos del Calderón. Cuando la grada grita Manzano vete ya, parte de la prensa llega a la asombrosa conclusión de que la grada está a favor de Reyes. Cuando la grada recuerda a Luis Aragonés y Simeone en la misma tacada, parte de la prensa afirma sin dudar que lo que la gente quiere únicamente es fútbol más aguerrido y no tanto toquecito. La prensa, que en su inmensa mayoría no es grada ni tiene ni idea de lo que piensa la grada porque jamás estuvo en la grada, interpreta los deseos de la grada según su criterio y, oh casualidad, las conclusiones que sacan suelen alejarse de la grada y acercarse al palco. Desde cabinas alejadas de los fondos, desde vuelos oficiales en compañía del equipo y la directiva, desde cenas navideñas en las que el Club regala una bufanda de forro polar con Indy bordado en dos colores, desde estudios de radio ajenos al frío del Calderón y a sus fétidos baños, parte de la prensa emite juicios dogmáticos y sentencias sin discusión sobre cosas que no conocen y que no quieren conocer, a pesar de que les sería fácil acercarse a la verdadera fuente de la opinión y enterarse de la verdad. Sólo algunos periodistas, aquellos que sí son grada, aquellos que sí entienden lo que pasa y a los que, a pesar de tener presiones y riesgos y vivir de esto el Atleti les duele, entienden lo que pasa; de éstos, algunos callan y otros no.

No será el que suscribe quien juzgue a cada uno, que cada uno tiene sus razones; eso sí, mientras tanto, esto se acaba y a cada uno le tocará hacer examen de conciencia. Algunos hacen lo que pueden, otros más de lo que pueden, otros no hacen nada aún pudiendo, todos somos responsables. El Atleti se acaba a la vez que se nos acaban las ganas de ir a disco-pubs a las 10 de la noche a pasar un bochorno y encima pagar la cuenta sabiendo que, al salir, los que se queden dentro levantarán las cejas, moverán la cabeza de lado a lado y dirán vaya tela, el equipo de esta gente, con lo que era. Cada vez nos gusta menos ver al Atleti, cada vez estamos más cansados, cada vez nos cuesta más ir al campo, leer los periódicos, hacer crónicas. Cada vez nos da más asco hacia dónde vamos y vemos más lejos de dónde venimos. Cada vez nos queda menos de ese equipo que nos hacía felices y desgraciados pero con el que nos identificábamos tanto. Nos queda lo que vivimos y alguna cosilla que viviremos si vuelve a sonar la flauta, como hace un par de años. Nos queda la personalidad de ese equipo distinto que nos llevaba a buscar una televisión en las islas Galápagos y el saber que mucha gente estupenda sigue siendo de un club que no le está a la altura. Nos queda que una charla sobre música y fútbol antes del soso concierto de Fountains of Wayne derive, como no podía ser de otra forma, en una conversación sobre el Atleti, sobre la final de Lyon, sobre el bigote de Arteche y el gol de Vieri, sobre los días en los que en el fondo sur primaba el ingenio sobre el puño americano. Nos queda que en esas ocasiones nos brillen los ojos y nos preguntemos cómo llegamos a este punto. Cada vez nos queda menos, pero, eso sí, lo que nos queda es nuestro y es inmenso y no nos lo quitarán nunca.

Ahora mismo, eso sí, lo que nos queda es un cabreo de mona. Y, todo esto, desde el optimismo. Tiene cojones la cosa.

lunes, 31 de octubre de 2011

Crónica tardía del Atleti - Zaragoza


Llegó la afición al campo con esa mezcla de ver qué pasa y esa poca gana de saber que casi seguro pasará lo que uno espera que tan bien transmite el Atleti, y se sentó en la grada. El cambio de hora hizo que fuera ya totalmente de noche en el momento que se entraba al campo y que hubiera una sensación general de frío en el ambiente que era engañosa; en el campo se estaba bien y así se estuvo incluso durante la última media hora de partido en el Calderón, famosa en el mundo entero por ese frío húmedo que a uno se le mete dentro y no sale hasta un par de horas después debajo de un edredón. Por tanto, la sensación de frío no fue real sino más bien un espejismo. No sería el único espejismo de la noche, ni la única sensación engañosa vivida en la grada del estadio.

Salió el Atleti tras el bochorno del jueves y, como se esperaba, no se escuchó ni un pito. Ni una bronca chiquitita, ni un murmullo de desaprobación, ni un silbido aislado: al equipo que nos avergonzó el jueves se le recibió con aplausos tímidos y una actitud ni cariñosa ni rabiosa ni de ayuda ni de desprecio. Al equipo se le recibió casi con indiferencia, como si también la grada dijera total pa qué, pa qué vamos a silbar también nosotros si aquí nunca pasa nada, para esto nos sentamos, miramos, nos comemos un bocadillo y nos vamos o nos quedamos un poco, que yo he tenido suerte y me ha tocado al lado una chica monísima del Zaragoza. Ni rastro de esas pitadas legendarias tras partido empatado contra un rival menor, ni rastro de esas broncas monumentales cuando el equipo mostraba apatía, ni rastro de enfado entre la afición, entregada al cloroformo y también algo harta de ver tres infumables partidos semanales de su ramplón equipo. En cierto modo, uno lo ve ya casi normal.

Salió el Atleti al campo y comenzó el proceso general de análisis del equipo. Lejos los tiempos en los que había un equipo titular que sabíamos de carrerilla, con algún cambio esporádico y forzoso debido a las lesiones, en el Atleti de hoy hay que esperar hasta el último momento para saber quién sale a jugar y un ratito más para saber exactamente cómo se planta el equipo. El equipo titular trajo esta vez algunas sorpresas agradables: la presencia de Adrián junto a Falcao arriba, la vuelta de Domínguez, brazalete en brazo, al centro de la defensa, y la ausencia de Reyes. Reyes desapareció del equipo por haber insultado al entrenador tras el cambio en Bilbao, según dijo la prensa, pero cualquiera que haya visto los últimos partidos del Atleti tendrá claro que la presencia en el equipo titular de Reyes, más aún estando Adrián en la plantilla, era una anomalía destinada a la extirpación. Aún así, hay quien piensa que la salida de Reyes del equipo es inexplicable, dado que "Reyes es el jugador con más calidad de la plantilla". La frase "Reyes es el jugador con más calidad de la plantilla" forma parte, junto con "el Calderón es un estadio mal comunicado" y "todos los años ponemos dinero de nuestro bolsillo para traer buenos jugadores", de los mantras gilianos repetidos hasta la saciedad por la prensa - cuando conviene - y que gran parte de la afición ha tomado como indiscutibles a pesar de no ser ciertos ni comprobables. Las referencias a lo mal comunicado que está el Calderón ya no aparecen en la prensa, dado que la directiva está más o menos convencida de que lo de la Peineta no tiene remedio; eso sí, en cuanto se plante la constructora porque nadie paga los ladrillos, volverá a aparecer. La cantinela de Reyes fue muy popular durante las fases en las que salieron Maxi y Simao del equipo y fue útil para ayudar a que la gente diera por buenas estas operaciones delirantes; con Agüero y Forlán también se oyó, pero ya no colaba tanto. Reyes, que aprovecha algún destello fugaz para vivir cinco partidos sin tener que demostrar nada más, está en el banquillo o no va convocado y nos parece lo más normal, viendo su aportación, su tendencia a creerse un fenómeno cuando lleva el 10 a la espalda y sus pocas ganas de ayudar al equipo en cuanto hay que hacer algo que no sea regatear rivales mirando al suelo.

Salió el Atleti con Courtois, que parece que va a completar su cesión en el Atleti sin que ningún portero (ni siquiera Asenjo, aquél fichaje recibido con gritos de admiración el día de su presentación) tenga la oportunidad de intentar jugar un minutito. Salió también Domínguez, que hizo un buen partido mientras Miranda estaba en su casa tras las pifias del último día, y a su lado salió Godín. Godín, que estuvo catastrófico en Bilbao, estuvo más cómodo que en otros partidos. Intervino en el segundo gol y salió jugando el balón desde atrás, incluso haciendo un regate arruletado que levantó ooohs y aaahs en la asombradísima grada. Más incómodo estuvo Filipe Luis hasta el último tramo del partido, en el que anduvo menos temeroso y blandito que durante su desesperante primer tiempo, e inédito estuvo Silvio, que casi no tocó bola. Probablemente para reservarle para el jueves, Manzano quitó a Silvio quedando 20 minutos para que entrara Perea. A Perea, ya se sabe, hay aficionados que le esperan con la escopeta cargada y otros con un ramo de flores. Ayer fueron más los segundos, pero se les torció el gesto cuando cometió su único fallo en el gol de cabeza del Zaragoza y acabó con su impecable estadística de ayer, en la que siempre lo hizo mejor que su odiosito par Juan Carlos, joven promesa que ya apunta esos modales y clase que tan populares son en su escuela de fútbol y de vida y que, con el tiempo, terminará haciendo bailecitos brasileños cuando marque un gol en copa contra un tercera. Al tiempo.

Esclarecida la línea de atrás, se fijó el aficionado en el medio del campo: Mario de nuevo de cinco, Gabi a su lado, Diego por delante, Arda por todas partes, esto es, el conocido paralelepípedo bailenense o baeculense, la mayor aportación de Jaén al apasionante mundo de la geometría. El centro del campo del Atleti contó con algo a favor: el centro del campo rival no funcionaba en absoluto, ni siquiera cuando salió el esforzado Micael, flamante fichaje atlético cedido en el Zaragoza que dejó, por su estilismo capilar à la Petrov, dudas sobre si es una joven promesa o un señor muy serio con la hipoteca pagada.

El centro del campo del Atleti sí dejó más claro que Mario es problemático contra un centro del campo blandito pero que puede serlo mucho más contra un equipo ordenado y agresivo. Sobre Mario y Gabi parece recaer la misión de tapar todos los agujeros que dejan los atacantes en un planteamiento como el de ayer: cuatro defensas, cuatro que atacan más que defienden, dos que deben defender más que atacar. Quizás, entornando los ojos, les suene lo que leen de la época de cierto entrenador ayer de visita en casa. Por ser del todo justo hay que señalar que tener misiones de centrocampista defensivo en este Atleti requiere una capacidad física y de sacrificio que no todo el mundo tiene; el problema es que, incluso sin tener jugadores que puedan desempeñar esa misión con solvencia, parece que el entrenador del Atleti insiste en la fórmula ya testada y en varias ocasiones fracasada. Veremos qué ocurre con el pobre Assunçao, veremos si Koke empieza a aparecer más que los últimos minutos, veremos sí vemos la luz.

Aportando neuronas al juego estuvieron Diego y Arda, al menos en teoría. Diego corre de acá para allá, se muestra, la pide, la para, la pisa e intenta pases definitivos incluso cuando no debe. A veces le sale el pase y es un placer y otras veces se la da a un rival, pero en estas ocasiones no se para y mira, sino que corre a recuperar posiciones. Quizás ralentice a veces las transiciones por sobar y sobar y buscar la joya entre las piernas rivales, pero es cierto que hace cosas. Se ofusca, sí, pero también intenta cosas diferentes, guarda el balón y no pega pelotazos. Sin tener su mejor día ni ser definitivo, Diego aportó lo suyo al juego por más que en la grada empiece a haber un run-rún de impaciencia cuando caracolea. Más aportó ayer, eso sí, el inclasificable Turan. Arda Turan aparece por aquí y por allá, como las palomas de los números de magia, y lo mismo está sacando un contraataque desde posiciones de central que caracoleando en una banda cual extremo clásico. A ratos es omnipresente, a ratos desaparece, a veces hace pases largos perfectos y otras trota sin ganas tras un rival, como si en ese momento lo que de verdad le apeteciera fuera un helado de vainilla y un mando a distancia. Recupera balones, muchas veces por ser más listo que el resto y por no hacer ruido cuando llega por detrás de un confiado rival, y si está en una fase en la que se está divirtiendo, es un placer verle pedirla, devolverla, driblar y hacer taconcitos. Otras veces queda triste, medio agotado, recuperando fuelle y durante esos ratos mejor no pedirle nada, que ya volverá cuando él lo estime conveniente, oiga. En general, eso sí, tiene aire de futbolista salao: anda medio contrahecho moviendo el culo de lado a lado, corre con el cuerpo recto y las piernas batiendo poco, sin separarse del suelo, como el gato Jinkx. Ayer dio un pase sensacional e hizo una jugada de orfebre cuando el partido estaba acabado; en partidos fáciles Arda Turan se gustará y nos hará disfrutar, en partidos más serios nos desesperará a ratos, pero también nos solucionará papeletas que no todos pueden gestionar.

Y por fin, delante, una buena noticia y otra no tanto. La buena, naturalmente, Adrián. Marcó dos goles Adrián, el primero una verdadera maravilla, y dejó claro una vez más que debe jugar por el bien del equipo, por es suyo propio y por el de su compañero de ataque. Adrián ayuda, corre, tira diagonales, pelea y, cuando no sabe qué hacer, la guarda y busca a otro, sin querer regatear él solo a cuatro. Listo, Adrián es consciente de sus propias limitaciones, lo que le hace ser un buen jugador de fútbol; otro igual que o mejor que él, con menos espíritu de sacrificio, menos humildad, más ego, menos cabeza o una combinación todas, podría terminar adiegocostado en un diván de psiquiatra. Adrián, sin embargo, es listo y sensato y, aunque no cambie el gesto vayan bien o mal las cosas, parece un buen compañero que le viene de maravilla a Falcao. Falcao, cada vez más crispado y ansioso, comienza a dar signos de desesperación y síntomas que invitan a la preocupación. Con el gesto desencajado, Falcao empieza a asumir que todos los entrenadores le tienen ya visto y que, por culpa de lo que ocurre a su espalda, el Atleti es un equipo fácil de defender y él un tipo aislado que debe hacer la guerra solo. A Falcao no le llegan casi balones y aquellos que le llegan dan la sensación de dar calambre: Falcao quiere marcar todas, quiere quitarse un peso de encima y también quitárnoslo a nosotros, quiere evitar el debate que se cierne sobre él, esto es, si vale lo que valió, si hizo bien viniendo. Si no le llega el balón sale del área a buscarlo e intenta regatear a tres, dejando claro que eso no es lo suyo. No me pregunten por qué, oigan, pero uno tiene claro que esta tormenta pasará y Falcao volverá a estar cómodo, a marcar goles y a mirar relajado a los rivales; el que suscribe, un idealista, lo atribuye a que Falcao es un tipo honrado que no pasará sin que la suerte sea justa con él. Eso sí, cuanto antes marque, mejor.

Y, para el final, la grada. En un arranque de torería, una parte de la grada la emprendió con la directiva y el banquillo cuando el equipo iba a ganar el partido. Eliminando de un plumazo otro de los mantras del palco, eso de que la gente critica sólo cuando se pierde, la grada le pidió a Manzano, a Gil y a Cerezo que se fueran del Atleti cuando el equipo ya había amarrado tres puntos. También reclamó la vuelta de Luis Aragonés y del Cholo Simeone. Se recordó aquella jugada que empieza en Tomás y acaba en Caminero con Manolo de por medio y hasta ahí iba quedando claro que lo que la grada quería era la vuelta de los referentes, la vuelta de la dignidad y la vuelta del último Atleti más parecido al Atleti. No contenta con reclamar dos posibles entrenadores, una parte de la grada también tuvo un recuerdo para un tercero, Quique Flores y esto chocó al resto del respetable, que pitó. Se entró entonces en una dinámica curiosa: lo mismo se pedía el cese del presidente que se faltaba al respeto a un jugador menor de un equipo antipático, lo mismo se pedía la vuelta de un técnico que la de otro, sin quedar claro (porque en grito rimado es complicadísimo) si la idea es que uno fuera director deportivo y otro entrenador o al revés, o si se quería que vinieran los dos a la vez, o bien que hicieran una carrera de sacos con la idea de que el ganador ocupase el banquillo. El desconcierto fue grande durante un rato y ya no se sabía si desde los fondos se pediría la vuelta de Max Merkel "Míster Látigo" o la dimisión de su pariente Ángela, "Miss Látigo También". Tal era el cabreo de la grada, cree uno, y tal las ganas de decirle al palco lo que pensaba que al final se mandaron demasiados mensajes a la vez, lo que no tendría demasiada importancia de no saber, como sabemos, que un único mensaje simple y directo es ya demasiada tela para nuestro presidente. Eso si, a uno le alegra mucho que se proteste más allá del resultado, dejando así claro que la grada entiende que el problema es mucho más profundo que el túnel de vestuarios.

El Atleti ganó cómodamente un partido contra un rival también cómodo, dejando más o menos claro que por ahora el guión no cambia: se intuyen victorias claras contra los peores, empates apurados contra los del medio, malos partidos con alta probabilidad de derrota contra los de arriba. El resultado pudo ser justo, pero si de él se sacan conclusiones de que el equipo mejoró, éstas serían engañosas. El Atleti mostró serios problemas para hacer un juego fluido por el centro y también arrojó dudas sobre su capacidad para crear peligro por las bandas. Presentó por enésima vez en sociedad a un delantero que debe jugar más y asistió a un nuevo mal rato pasado por su estrella goleadora. El jueves, contra un equipo que se prevé más ordenado y rocoso que el de ayer, veremos. Yo, eso sí, soy optimista: para eso me pagan.

viernes, 28 de octubre de 2011

Crónica recurrente de un partido ya contado


Marcó un gol de churro Llorente y, de repente, todo quedó claro. Hasta el momento del gol, el aficionado había intentado interpretar con criterios futbolísticos lo que se había visto en San Mamés, pero a partir de ese momento ya quedó claro que no merecía la pena. En ocho minutos, ocho, el Atleti recibió tres goles - uno de churro y dos goles como dos soles - que dejaron abierta de par en par la puerta del club para que se pudieran ver, una vez más, las miserias que lo pudren por dentro.

Salió el Atleti al césped de San Mamés con el enésimo equipo, la enésima combinación de jugadores y la enésima combinación cromáticamente despreciable. El aficionado, que no se puede decir que no lo intente, se interesaba durante los primeros momentos en entender cómo pretendía jugar el equipo. En partidos pasados intentó el aficionado ver quién jugaba dónde y con qué misión, abriendo larguísimos debates de bar con los compañeros de mesa sobre si lo que se veía era un rombo, un trivote o directamente un despropósito, terminando las conversaciones con esas reducciones a lo simple a las que necesariamente llevan las discusiones sobre temas difusos: pero entonces a qué llamas tú trivote, ah, a eso, yo es que a eso le llamo yo rombo, teniendo en cuenta que hay un tipo más adelantado por detrás de los delanteros, sí sí, ese mismo, ah, que a eso le llamas tú un 4-3-3, yo siempre le he llamado un 4-4-2, ya, ya, entendido, ponga entonces Vd otra, oiga.

Salió el Atleti sin Domínguez, para sorpresa del respetable. Domínguez no se vistió por lesión, según una televisión, y por decisión técnica según la televisión de al lado, que ya saben Vds que en este país nuestro hay televisiones regionales que, con dinero de todos, compran partidos para darlos al mismo tiempo que otra televisión en abierto. Domínguez ya sufrió lo suyo el año pasado con Quique Flores, aquel mal recuerdo con bufanda y sensaciones, y ahora parece enfrentarse a lo mismo con Manzano, ese mal presente con gafas y gorrilla de tractorista que no parece que vaya a durar mucho. No sabemos a ciencia cierta qué pasa ahora con Domínguez, si es cosa de su masa corporal, de su entorno o de su agente, pero sí sabemos que a fuerza de quitarle mucho y ponerle poco, su progresión se está resintiendo. También debe resentirse su ego al ver que es suplente por detrás de Miranda, jugador complicado de definir, rápido a veces y lento otras, bien colocado a veces y muy mal otras, capaz de cortar un ataque por anticipación y luego pegarle un patadón innecesario a un señor que pasa cerca o de regalar un balón letal y no defender dos cabezazos de libro, como hizo ayer. Más duro debe ser para el ego de Domínguez verse sentado en el banco mientras Godín destroza su carrera pasada, su caché futuro, los nervios de los aficionados y el paupérrimo entramado defensivo del equipo con fallos clamorosos como los de ayer: hasta cuatro errores incomprensibles para un profesional (salidas en falso, empujones a destiempo, retiradas a última hora del pie cuando el despeje era fácil ...) hizo ayer Godín, el pretendido por la Juve y el Chelsea según nos han contado. En breve, salió un Atleti tristísimo en defensa, y esto no es lamentablemente noticia.

Salió el Atleti sin Mario Suárez tampoco, posiblemente sancionado por la Unesco tras su foto con chaleco reflectante y gorra-sobre-matorral en la fábrica de Coca Cola. Volvió Assunçao a darle un poco de contundencia al centro del centro y se las vio él solito con todos. Assunçao, sin hacer un gran partido, al menos estuvo siempre en su sitio, corrió, tapó y recuperó lo que pudo. Tuvo errores, sí, pero quién no puede tenerlos jugando de medio centro en el Atleti, ese puesto sólo para héroes o para idiotas, ese puesto que acaba con las reservas físicas y mentales de cualquier jugador que no sea Hércules en menos de veinte minutos. Assunçao, eso sí, contaba a su lado con Gabi en lo que parecía un doble pivote para ese 4-2-3-1 que luego resultó ser más próximo a un sudoku que a un sistema de juego. Gabi empezó la temporada dando la sensación de que había vuelto de Zaragoza hecho un hombretón, mandando y pidiendo la bola y ofreciéndose a pesar de esa manía tan suya de darle el balón a un rival con un pase fácil cuando menos falta hace, pero al menos mostrando carácter y ganas. Poco ha durado. En San Mamés Gabi empezó como segundo pivote durante un rato, y tras unos minutos desapareció. Buscaba uno a Gabi por el campo y no estaba donde uno se esperaba, parece que está ahí, ah, no, está volviendo, ¿por qué vuelve ahora? nadie lo sabe, oiga, esto es inexplicable.

Por delante de Gabi, o al menos eso parecía, había tres jugadores. Arda Turán a un lado, Reyes a otro, Diego en el centro para dale balones al único delantero, Falcao, el Robinson Crusoe rojiblanco, el hombre más solo de la liga, el anacoreta de Santa Marta, el estilita sin columna aunque-todo-se-andará. De esta línea de tres, sólo Reyes hizo lo que de él se esperaba, esto es, nada. Reyes, tristón e inmóvil, sólo corrió rápido un par de veces, ambas para conducir el balón en horizontal, evitando uno tras otro defensas rivales y oportunidades de pase a compañeros. Fue sustituido entre malas caras y pucheros, y el mero hecho de que a esa mala cara no respondiera un capitán dándole un pescozón y diciéndole que acelerase ya debería preocupar a la afición tanto como la sequía goleadora.

En cuanto a los otros dos, tampoco hicieron lo que alguien podría haber esperado. Arda Turán tuvo diez minutos de omnipresencia y despliegue físico, pidiendo el balón, regateando, chocando con rivales y protestando al árbitro. Pareció querer el protagonismo del equipo pero duró poco su efervescencia, como si estuviera hecho de sal de frutas Eno. Cambió de banda con Reyes y, a ratos, apareció por donde menos se lo esperaba uno, en la banda contraria y junto a Reyes, tirando paredes cortas con Assunçao saliendo por el lateral opuesto, llegando a rematar al segundo palo. Al caos general se sumó, quizás no voluntariamente, Diego. Diego empezó encimando levemente a Javi Martínez o Iturraspe y luego bajó, subió, corrió lo que deberían correr también otros, pidió el balón, lo condujo y no hizo demasiado daño al centro del campo rival, muy cómodo y superior a la hora de defender. Quizás excitado o quizás perdido, también se animó Gabi a hacer la guerra por su cuenta y aportar lo suyo a la anti-coreografía, también apareciendo por aquí y por allá, por la derecha y por la izquierda, andando o resoplando. Si el plano se hubiera acercado, Gabi o Arda habrían aparecido boca abajo por la parte de arriba de la pantalla o muy muy lejos, reproduciendo casi fotograma por fotograma el papel del cantante del vídeo de Manha-manha, la canción de The Kop para McManaman y quizás la más fiel plasmación gráfica del centro del campo ideado por Manzano, a la vez que vídeo indispensable en todas las sesiones tácticas del equipo cuando se analiza el doble pivote (rosa).



La afición discutía sobre si los jugadores más indicados para hacer de coristas rosas son Assunçao y Gabi o Mario y Tiago hasta que, tras una pifia de Miranda y un remate de churro de esos que ahora se llaman semi-fallo, marcó el Athletic y se acabó la discusión. Ocho minutos más tarde, había marcado dos veces más, ambas gracias a remates de cabeza cómodos ante el perdido Miranda. El Atleti se deshinchó en pocos minutos como un pez globo estornudando y, de paso, terminó definitivamente con el poco crédito que le quedaba entre los más optimistas tras los primeros partidos en casa.

Comenzó entonces otro debate, como suele ocurrir al menos en cuatro o cinco fases de cada temporada del Atleti. Viendo lo mal que va el equipo ya, ¿hay que cambiar al entrenador? Pues puede, sí, eso parece que ocurrirá una vez más, y van cincuenta o setenta o cien, ya no sabemos. ¿Es el culpable el entrenador? Sin duda, es uno de ellos. ¿Son los jugadores los culpables? También, sin duda. Y el director deportivo, si es que pinta algo. Y el médico, y el masajista y también la afición, la afición mucho. Los culpables principales ya sabemos quiénes son, pero ahí siguen comiendo canapés en los medio tiempos, haciendo chistes de macizas y dando vueltas a la M-30 la mar de divertidos, con la emoción de esquivar esas pandillas que paran y le pegan a uno una paliza en el túnel tras bloquearle el coche.

El debate ya lo conocemos desde hace muchos años y ya casi es de la familia, tenemos fotos suyas cuando era chiquitito e iba vestido con faldón y también ahora, cuando es un hombretón con patillas y nuez. No echamos de menos el debate porque lo vemos bastante, más que a nuestros sobrinos y casi tanto como a nuestros amigos íntimos. Sabemos que cada verano el debate tendrá poca presencia gracias a diez fichajes nuevos con vitola de figuras, y que volverá a aparecer hacia octubre cuando vayamos novenos. Que desaparecerá en noviembre porque el equipo ganará cuatro partidos y perderán los rivales y nos colocaremos en puestos UEFA. Llegaremos a navidad más o menos arriba o al menos más arriba que en otoño y el pobre debate se quedará sin ir a ver al cartero real a la puerta del Corte Inglés y sin regalos. Luego, hacia final de enero, el equipo volverá a pinchar varias jornadas seguidas, aparecerán rumores de que los jugadores no cobran y que hay alguno que se quiso ir en el mercado de invierno. Engordará entonces el debate y se dejará melena, las radios recibirán llamadas de oyentes indignados pero cada vez con menos fuerzas, se publicarán en los periódicos listas de miles de entrenadores y jugadores contratados por el club y habrá tímidos gritos en el Calderón contra el palco. Saldrá entonces Caminero a dar explicaciones, incómodo y balbuceante, anunciando el fichaje de un desconocido jugador de la liga belga como millonario refuerzo de la plantilla para llegar así a Europa. Saldrá Gonzalo Miró poniendo ojitos de chino y haciendo risitas con los Manolos cuando se oficialice el debate en Noticias Cuatro. Si tenemos suerte, saldrá Cerezo diciendo disparates y terminando refranes con la mitad de otro refrán distinto, con la gracia que nos hace eso. Más adelante saldrán los mensajes de unión, las llamadas de las Peñas, ya protestaremos luego, ahora no es el momento, somos la mejor afición del mundo, miren qué pedazo de anuncio, oiga. La afición llamará "puta" al Sevillá y deseará que el Málaga se vaya a segunda, se reirá de Perea e irá cada vez menos al campo. Saldrá entonces Miguel Ángel Gil ante algún entrevistador sin ganas de polémica, con vocecita de no haber roto un plato, presentando cifras que nadie puede contrastar y estadísticas bochornosas que justifican que el Atleti de hoy obtiene la raíz cuadrada de pi tercios de los títulos que se obtuvieron en siete años elegidos al azar por el consejero delegado. Acabará la liga, con suerte se meterá el Atleti en Europa League pero a condición de jugar previa en Agosto, se anunciará una nueva ciudad deportiva y el inicio de las obras del estadio y el debate, cansado, se irá de vacaciones a Conil de la Frontera.

Ya han sido tantas las veces que nos hemos visto en esta situación que la afición empieza a valorar si lo que hay que cambiar es el propio debate. ¿Y si nos estamos equivocando de inicio? ¿Por qué seguimos analizando y discutiendo sobre el Atleti como si fuera un club deportivo, si ya claramente no lo es? Si no se utilizan los mismos criterios para analizar si es adecuado el sistema de almacenamiento de una mercería o de una central nuclear, ¿por qué seguimos hablando de esto como hacen en otros clubs, que son distintos al nuestro? ¿Merece la pena hablar de táctica, de 4-4-2 y 4-3-3 y dobles pivotes y enganches y volantes en esta situación? ¿No sería más adecuado hablar de formas baratas de descontar pagarés o de productos financieros populares en Singapur? Si el Atleti, como ya queda claro hasta en la nueva publicidad de la manga, no es un club de fútbol sino un vivero de jugadores, una agencia de mediación, una granja de engorde de futbolistas para que exploten en otro sitio ... ¿no debería ser tratado como tal? ¿Qué interés tiene llevarse un disgusto porque la planificación deportiva fue mala, si el objetivo no es ganar un título sino que alguno gane unos millones? ¿No será mejor ver los partidos con visera y manguitos de cajero de banco antiguo, haciendo cálculos de cuánto más vale Diego con cada regate o cuánto valor pierde Godín con cada cruce? ¿No será mejor cambiar el mando a distancia por la calculadora, el periódico deportivo por el económico, la pachanga con los amigos por visitas guiadas a la bolsa de Madrid? ¿No será mejor dejar esto de una vez y no ser cómplices de esta pantomima indigna y sucia?

La razón la saben Vds tan bien como nosotros, y es que simplemente no podemos. No podemos porque llevamos esas malditas rayas rojiblancas grabadas a fuego en el alma y no se nos quita fácilmente la rabia de ver cómo son maltratadas. No podemos porque nos pesa más la decencia y la rabia que la vergüenza y la desidia. Porque nos duele ver cómo se maltrata lo que fue el orgullo de nuestros padres y que, además, el maltratador sea un rufián. Porque todos y cada uno dejaríamos nuestros trabajos para dedicarnos, en peores circunstancias, a trabajar en el club de nuestra vida mientras vemos que los que allí trabajan ni lo sienten como suyo ni lo tratan con respeto ni lo ven como algo distinto a un limón al que exprimir hasta sacarle la última gota de zumo. Y por esto, hay quien se plantea otro debate. ¿No tiene más sentido, entonces, dedicar el dinero del abono al Atlético Club de Socios?

- Pues sí que estamos buenos ... ¿Y el optimismo, oiga?
- Pues aquí lo tengo, en esta caja de zapatos. Terminal, y empeorando. Un poema

lunes, 24 de octubre de 2011

Pubs, televisiones, rombos


En pubs abarrotados (o al menos en uno), se disponía la gente a ver la final del Mundial de rugby con esa mezcla de expectación y pena con la que se llega al último día de las grandes competiciones deportivas. A estas alturas, a muchos se nos ha hecho normal madrugar en día libre para coger sitio - para uno mismo y para los compañeros -, desayunar cerveza negra y compartir conversación con desconocidos que al final del Mundial ya son amigos. Con el tiempo – que hoy aún estamos reventados – echaremos de menos los madrugones insensatos, las colas en la puerta del pub antes de amanecer, las conversaciones en dos idiomas y cinco acentos con vecinos de silla (en el caso de que hubiera suerte y, por tanto, silla), las celebraciones puños al aire por puntos conseguidos por equipos de otros países. Echaremos de menos los equilibrios de las camareras llevando entre mares de gente enormes desayunos irlandeses, el olor a baked beans, las comandas gritadas al aire y recordadas luego por medio bar, la pregunta “¿está libre?” señalando a la silla de al lado y la respuesta “no, lo siento, está ocupada” que suele llegar justo después. También nos faltará el calor, la cola en el baño, los empujones para salir y volver a entrar al bar durante el descanso, las conversaciones sobre todas y cada una de las jugadas que duran hasta bien entrada la tarde, mucho después del final del partido. Se ha acabado el Mundial y ya queda un día menos para el próximo y pocos meses para el VI Naciones, el torneo más bonito del mundo, el que más nos gusta.

Se sentó el personal en el pub, ya fuera en silla o suelo, y se dispuso a ver la haka final, el último desafío, el inicio del último partido. Se esperaba que los franceses no hicieran nada para contestar a la haka neozelandesa, pero no fue así. Los franceses, para empezar, salieron de blanco inmaculado, su atuendo suplente al ceder caballerosamente a los rivales la posibilidad de vestir de negro en casa; con este gesto loable, Francia puso fácil a los del Atleti la decisión de con quién iban, una vez quedó claro que el color elegido no era un guiño transpirenaico al color de aquél toro de Antoñete. Inició Weepu la sucesión de gritos guturales que lanzan la haka y los franceses se pusieron en formación de flecha valona para, según avanzaba el Kapa O Pango, acercarse a las posiciones de los All Blacks y desafiar así el propio desafío. La imagen, llamada a ser histórica y ensalzadora de los valores guerreros, tuvo el efecto contrario cuando se vio a los franceses, casi vestidos de marinerito, acercarse cogiditos de la mano en una estampa enternecedora que arrancó tiernos ooohs y arrugamiento de naricillas entre el respetable. Por suerte, cuando la afición se esperaba que los bleus se arrancaran a cantar Sur le pont d’Avignon haciendo un corro, terminó la haka, se miraron a los ojos los jugadores, se señaló el gaznate Ma’a Nonu y acabó la última danza maorí del Mundial, una haka cada vez más teatral y menos contenida, quizás más televisiva y menos solemne de lo que a algunos nos gustaría.

Empezó el partido y en las mesas se hacían apuestas sobre cuánto tardarían los neozelandeses, y en concreto McCaw, en medirle el lomo a Parra. Poco tardaron las dudas en despejarse y a los once minutos salía Parra del campo visiblemente groggy tras llevarse un rodillazo en la cabeza del capitán All Black. Volvió más tarde al campo pero, quizás por la anterior lesión o por un nuevo golpe, tuvo que ser definitivamente sustituido por Trinh-Duc. Morgan Parra, “Parrita” para los taurinos, se iba antes de tiempo al banquillo tras haber hecho un buen mundial y tras haber sido cazado en la final y las cámaras le pillaron llorando como una magdalena en parte por perderse el resto de partido y en parte, claro está, por lo de Antoñete.

Avanzaba el partido y Weepu fallaba golpes, muy lejos de su efectividad contra los Pumas, sembrando las dudas en un equipo con mala suerte con los medios de apertura. También Cruden se fue lesionado tras un apoyo y una torcedura de rodilla de esas que levantan ooohs y aaaays en los pubs durante las repeticiones y salió Donald, el cuarto apertura del torneo ni más ni menos y a la postre un tipo clave por su acierto y su calma. Entre tanto, ensayaba Woodcock saliendo con comodidad de una touche y parecía que el partido tendría color negro. Nada más lejos de la realidad.

Transformó un golpe Donald y, justo después, ensayó Francia tras un fallo de Weepu, varias fases y una carrera de Dusautoir, enorme durante todo el partido. A un punto y con muchos minutos por delante, todo cambió de color. Francia se creció y se lo empezó a creer, Nueva Zelanda dudaba y perdía gas. Quizás por culpa de la presión, quizás por la confianza del rival, el equipo negro empezó a mudar a gris perla. Desfondados algunos de sus elementos más dinámicos de la línea, fue Francia quien controló el partido entre esos gritos tan característicos de sus aficionados cada vez que pasa algo un poco relevante, ese oui embrutecido, ese OueEÉ!. Un partido feo, poco vistoso pero emocionante, sin aperturas a la línea y sin destellos de ese rugby a la mano y con zaguero-sprinter de pelo rizado que nos hacía saltar de la silla, pero mejor jugado por los franceses y defendido al final con oficio y dientes apretados por los neozelandeses.

En este mundial de poco juego abierto y mucha delantera, de defensas agresivas y placajes continuos, Francia ha practicado un rugby mezquino y ramplón, ha perdido dos partidos en la fase de grupo (uno de ellos voluntariamente) y ha defraudado a sus seguidores más ortodoxos. Ganó contra Inglaterra tras un excelente partido y ganó contra Gales por un punto, jugando contra un jugador menos durante casi todo el partido y sólo gracias a los errores del rival. Con ese bagaje tan pobre se presentó en la final y probó su propia medicina, perdiendo injustamente un partido de rugby industrial y sin brillo controlado por Francia pero con marcador a favor de Nueva Zelanda. Como es bien sabido uno es poco amigo de echar piropos a los vecinos y normalmente va con sus rivales en todas las disciplinas deportivas, incluida la gastronomía; hoy, no obstante, uno presenta sus respetos a este equipo feote y sin referencias que, en el partido más importante del Mundial, mereció mejor suerte. Eso sí, uno no puede dejar de preguntarse aún, como estarán haciendo en Cardiff, si de no haberse resbalado Hook o haber subido un poquito más aquél golpe de Halfpenny, no estaríamos hablando hoy de un Gales campeón volando de vuelta en primera clase sin cerveza suficiente en la bodega del avión.

Francia renunció a jugar su partido contra Nueva Zelanda de la primera fase para reservarse efectivos y asegurarse un mejor cruce; en ese partido, sin embargo, sacó un equipo más potente durante los últimos minutos y sembró dudas entre los All Blacks. Incómodos por la presión de la historia y quizás por el recuerdo de esos minutos, los All Blacks fueron perdiendo la compostura y el fuelle inicial según se fue entonando Francia, en especial su excelente tercera línea. La Nueva Zelanda campeona, lesionado Dan Carter, no cuenta con jugadores especiales, distintos, de esos que sí había en equipos anteriores; es un equipo sin Antoñetes aunque con Montoliús y Martín Recios, que no es poco. Practica un rugby veloz y contundente sin la magia de otras veces y, ausente Carter, sólo Dagg, magnífico zaguero al que le llegan menos balones de lo que nos gustaría, parece tener genética de estrella entre los campeones. Weepu, sustituido tras su mala actuación, parece haber dejado claro que su estrella se encendió y apagó el mismo día y McCaw ha dejado claro que prefiere definitivamente ser de los malos; de no ser por la permisividad arbitral, su participación habría sido más limitada. Hasta la final pareció que los All Blacks estaban claramente por encima de todos sus rivales y que no habían sido probados al 100% por ningún equipo; la prueba definitiva, en la final y ante una Francia ordenada pese al bigotito y las cosas de Lievremont, no la pasó con nota ni mucho menos. Nueva Zelanda es campeona, sí, pero no con la brillantez esperada ni con el encanto de los equipos históricos; quizás se haya quitado por fin la presión y empiece a partir de ahora a disfrutar en los mundiales en vez de angustiarse.

Enhorabuena a los campeones, suerte en el futuro a los australianos, nuestra admiración a la bravura de los argentinos, nuestro agradecimiento a galeses por todo el torneo y por esos cinco últimos minutos contra Australia, y nuestro apoyo, siempre, a los irlandeses.

Y, por supuesto, viva el rugby.

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Por prescripción facultativa, uno no acudió al estadio a ver el partido contra el Mallorca.

- ¿Está Vd enfermo?
- Yo no, oiga, es el optimismo, el optimismo.

Con el optimismo desnutrido y enanecido, el médico recomendó al que suscribe quedarse en casa y ver el partido por Gol T, comentado por Juanma Lillo. Acomodado en el calor del hogar, el que suscribe sentó al optimismo en una trona acolchada para niños de tres años, tal es su menguado tamaño ya a estas alturas de la temporada. Le dio un cojín tripero, que tanto gustito dan después de comer, té caliente y un cruasán. Magdalenas, una onza de chocolate y un yogur de pera, todo lo que alguien canijo y enfermo puede desear en una tarde con frío.

El optimismo tenía ya mala cara antes de empezar el partido como consecuencia del día del Udinese. Si la semana pasada, tras lo del Granada, se quedó el pobre en nada, tras lo de Udine la cosa empeoró. Pasada la semana a duras penas, el optimismo, cada vez más miope y con temblores esporádicos, esperaba el partido en casa contra el Mallorca para reverdecer un poco, recuperar el apetito y coger algún kilito. Un partido en casa contra un rival asequible era una buena oportunidad para devolver la ilusión a la grada, conseguir tres puntos y volver a pensar que sería posible hacer algo digno, para variar. Eso sí, fue empezar el partido, escuchar el pitido del árbitro, ver la repetición de la mano de Silvio y cómo entraba el balón en la portería de Courtois tras el penalti y perder de golpe salud y peso.

- ¿Cómo está Vd, optimismo?
- Cuarto y mitad más enfermo
- Vaya por Dios

El optimismo no daba crédito al penalti pitado y tampoco daba crédito a la inoperancia de los nuestros. Antes de empezar el partido, se había alegrado tímidamente tras ver a Adrián junto a Falcao y a Reyes en el banquillo, pero perdió la sonrisa al ver a Mario de capitán y a Tiago de nuevo ocupando la zona derecha del centro del campo. Se compensó algo su depresión al caer que estaban Diego y Turan, que algo es algo, pero se volvió a venir abajo pensando que Assunçao no cuenta y Koke menos. Y recayó al ver que la cosa no funcionaba y que con un árbitro que tampoco ayudaba, ganar parecía poco menos que imposible. Según avanzaba el primer tiempo, el optimismo se iba arrugando como una pasa, consumiéndose poco a poco como esos medios limones que se quedan todo el verano en las neveras de los solteros.

Acababa el primer tiempo y Falcao provocó un penalti que pareció penalti, quizás menos penalti, eso sí, que otro penalti por manos más visibles que la de Silvio. Falcao se acercó al balón con esa confianza que destila y el optimismo miraba con atención. Corrió Falcao, hizo media paradinha, pegó al balón suave y marcó un gol. Alegre, el que suscribe se giró al optimismo esperando una leve mejoría, un poco de brillo en su piel de melón podrido y algo de confianza en la mirada, pero lo que vio fue lo contrario. El optimismo, a pesar del gol, se veía más pequeño, más gris, más arrugado. Por la expresión de su cara, el optimismo se encontraba peor, tenía dolor de cabeza y estaba a punto de una crisis nerviosa.

- ¿Está Vd bien? Le noto peor tras el gol, como con jaqueca … ¿No cree Vd que vayamos a ganar a pesar de haber empatado?
- No, no es eso ... – dijo con vocecita de enfermo terminal - es por Juanma Lillo …

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Salió el Atleti al campo una vez más y, una vez más, no jugó a nada. O sí, quizás jugó a tener el balón y no crear peligro, nueva modalidad futbolística que sirve para que a uno le califiquen de entrenador con buen gusto aunque no se gane casi ningún partido.

El Atleti, tras muchos cambios, rotaciones, pruebas y tests de Cooper salió con dos delanteros y algo parecido a un rombo por detrás. El rombo que pone Manzano es un rombo denominación de origen, un rombo así muy suyo difícil de clasificar hasta por los aficionados barroco-teóricos que siguen la estela de Lillo. En el rombo de Manzano o Manzaniromb® juega Mario de vértice inferior por delante de la defensa, con Tiago a un lado haciendo algo así como de interior, apoyado por Silvio. En la punta del rombo ovoide de Manzano juega Diego, que busca el balón incansablemente e intenta llevarlo hacia delante. A su izquierda, en teoría (sólo en teoría) más cerca de la cal, juega Arda Turan con Filipe Luis Filipe cubriéndole las espaldas. Al menos eso parece en teoría, o a ratos, o en ocasiones. Un sistema así pide un cierto compromiso físico y táctico y la colaboración constante de los laterales, que deberían subir y bajar continuamente para llevar balones idealmente hasta a Falcao, rematador de todo lo que vuele y pase cerca del área. Y hasta aquí, la teoría.

La práctica es más compleja. En el sistema de rombo truncado de Manzano algunos papeles están por definir. Falcao, que debería recibir balones desde las bandas y el centro y rematarlos a puerta, termina por bajar a medio campo a buscarse las habichuelas, en parte aburrido y agotado por el partido estéril y en parte abrumado por su precio desorbitado. Diego, que por su calidad y características debería recibir, crear y pensar, se pasa el partido corriendo de lado a lado pidiendo y recuperando el balón. Mario, que debería frenar avances rivales, recuperar balones, hacer kilómetros y colocar a los compañeros, se pasa el partido andando. Mario anda. Camina. Pasa gran cantidad de tiempo andando, algo poco apropiado para un puesto como el suyo, en el que cuando no se esprinta se trota a cerrar un hueco o se espera flexionado a un rival que encara; esto, por cierto, lo hace mejor Assunçao, que ve los partidos desde el banquillo mientras Mario lleva el brazalete. Tiago, cómodo en su papel asegurado y sin amenazas, trota un poco y recupera fuelle otro poco, dejando a Silvio toda la banda para que suba y baje si sus abductores le dejan. Arda Turan, jugador de calidad y mando como Diego, tiende a irse al centro, hacia delante e incluso hacia la izquierda a asociarse con algún protón disponible cuando la jugada lo requiere, cruzándose a veces con Diego en partes del campo insospechadas, hombre, Vd por aquí, ¿qúe tal, oiga? ¿qué tal su señora? pues cada día más guapa, diga Vd que sí, oiga.

El resultado es un rombo desrombado, un trivote bi-pivotal, un paralelepípedo variable o un puchero templado de enganches, pivotes y volantes de temporada, servido sobre cama de otros puestos indefinibles con nombre rimbombante y cebolla confitada. En otras palabras, un centro del campo complicado de entender, con dos jugadores más estáticos y otros dos más dinámicos, uno que corre a recuperar el balón cuando debería hacer esa misión un tercero y otro que busca como los electrones libres el sitio más cómodo para asociarse, dejando un hueco para un lateral blando que sube poco y, si sube, baja poco también. El resultado ya lo conocen Vds. El Atleti toca, hace paredes, saca el balón jugado hasta medio campo y engorda sus estadísticas de posesión. Para compensar, no tira casi a puerta. No desborda por las bandas, no cuelga balones a la cabeza de Falcao, no tira pases largos a la espalda de los defensas adelantados. Toca y toca en horizontal, cansino a ratos, dejando al rival colocarse con tiempo y comodidad, buscando un chispazo de Diego, Arda o incluso, oh quimera, de Reyes. Es raro que los laterales lleguen al fondo, es raro que se entre por el centro tocando rápido, es común tocar y tocar cerca del área rival sin encontrar hueco por el que colarse. El Atleti intenta hacer un juego de esos que ahora se llaman bonitos, circulando el balón como en los ataques de balonmano, siempre cómodo para el rival por no tener laterales que lleguen ni buenos tiradores de lejos. Para un medio centro con un poco de experiencia y con facilidad para ver el fútbol de cara el Atleti monta ataques cómodos de defender si para a su equipo en su sitio, ni muy lejos ni muy cerca, esperando y esperando el fallo del Atleti para recuperar, o la impaciencia y el pelotazo adelante con ventaja para los defensas que van de cara. No resulta complicado frenar a un equipo así, y así nos frenan. Mejoraría el Atleti si contase con ese olvidado recurso, el coraje y el compromiso, pero mucho es pedir a un equipo de recién llegados con un capitán tibio como la crema de verduras; quizás les vendría bien el visionado ininterrumpido durante veinticuatro horas de los cinco últimos minutos del Gales - Australia, con los galeses empeñados en marcar un ensayo inútil para el marcador pero obligado por el orgullo, ensayo por cierto no celebrado por considerarse parte del deber y no algo de lo que alardear.

El resultado de todo esto es visible. De ocho partidos de liga, el Atleti ha ganado dos. Lleva nueve goles, ocho de ellos marcados en dos partidos. Salvo con el Barça ha encajado pocos goles, pero tampoco llega con claridad a poder marcarlos. Algo similar ocurre en la Europa League, donde no se marcan casi goles. Más grave, no hay idea de a qué se quiere jugar, ni rastro de la apuesta deslumbrante de los primeros partidos de liga en casa. Muchos cambios, pocas ideas claras, mucho de lo que ahora se llaman rotaciones. Algunos canteranos sin minutos, jugadores discutibles con el puesto asegurado en posiciones clave aunque se vea que no funcionan. Un delantero excelente cuando se le surte de balones, desesperado por no oler una. Un par de jugadores dotados para crear corriendo a cubrir huecos y recuperar balones. Dos laterales teóricamente ofensivos que no llegan arriba. Un jugador dotado para destruir y sostener la media sentado en el banquillo componiendo versos. Unos cuantos jóvenes preguntándose si no será mejor irse cedido a otro equipo. Y, lo más claro, 10 puntos de 24 posibles, seis puntos perdidos en casa en cinco partidos, un punto fuera en casa de un recién ascendido.

Y, a ver, que no se nos malinterprete: que optimistas, lo que se dice optimistas, lo seguimos siendo. Eso sí, ya sólo porque queda tiempo para rectificar.