miércoles, 28 de octubre de 2009

BREVE CRÓNICA DEL DEBUT DE QUIQUE SÁNCHEZ FLORES EN MARBELLA

(por Fran Omega, enviado especial al bar de enfrente)


En Marbella tenía que ser. Qué gracia. Ni hecho adrede, oigan. Con lo que han paseado los de la Dinastía Flores por esas (preciosas) calles. Y con la de veces que el Atleti se ha presentado en ese Estadio, desde aquella en la que el recién elegido Moby Gil, estrenó su presidencia llevando a los nuevos fichajes de paseo, por una ciudad que llenó de pegatinas con la leyenda "Presentación del Nuevo Atlético" y montando un fiestón en ese casino que está frente al Puerto Banús, tras una victoria de trámite del equipo de los Futre, Parra, Goiko, Alemao o Salinas, con Menotti a los mandos y Abel, el Abel-bueno, bajo los palos.

Así que allí, en ese Estadio Municipal de Marbella donde empezó todo, donde nació La Marca, pero también donde este humilde aficionadillo vio por primera vez al Atleti del Doblete (con goleadita al Zaragoza) y también a la mayoría de los "nuevos atléticos" que iban naciendo año tras año; se presentó el primo de Lolita Flores como nuevo entrenador atlético. Qué curiosa coincidencia. Qué extraña confluencia de pasados históricos.

Pese a que el último precedente conocido en estas circunstancias era moralmente lamentable, aunque optimista en cuanto a lo que puede llegar a significar el cambio de un entrenador (ya saben, de cuando este equipo, tras un par de meses arrastrándose, durante la fase final del Aguirrismo, salieron a arrasar al pobre Recre, en el estreno de Resino) poco se podía esperar de este Marbella-Atleti copero, un día después del primer entrenamiento dirigido por Quique, y después de pasadas una semana y tres días, respectivamente, desde los inmediatos ridículos de este equipo que ha dejado de serlo.

Poco se esperaba y poco se obtuvo. Hombre ... comparado con lo que han sufrido otros en parecidas circunstancias, lo del Atleti ha sido una visita al Balneario, como ya anunciaba su alojamiento en el más famoso de ellos, el Incosol.

En consecuencia, una vez leídas las opiniones de Castelao en El Mundo, de Cuéllar en ABC, de mi tocayo Villalobos en Marca, e incluso los desatinos del periodista-estrella(do) de As o del desastroso comentarista de GolTV; uno está más o menos de acuerdo en lo fundamental: que el partido fue facilito, que el rival fue un sparring y que eso de jugar un partido tranquilo, no lo recordábamos los atléticos, porque es probable que hayan pasado años. Viva el Marbella, por lo tanto.

Dicen las crónicas de "los expertos" que hay que ver qué bien juega Jurado en ¿su sitio?, que hay atisbos de recuperación en Reyes, que ayer hubo doble pivote y unas cuantas cosas más.

Yo, en cambio, no vi nada de eso. Jurado estuvo como siempre, haciendo cosas bonitas que no sirven para nada; no puede haber un pivote llamado "doble" si una de las partes es Cléber, porque va camino de ser el jugador más intrascendente e invisible de la Historia del Club, y Assunçao acabará demandándole por daños y perjuicios, un día de éstos.

En cuanto a Reyes, ha mejorado sus prestaciones, en efecto. Es lo bueno de tener la nada, como punto de comparación; y es la ventaja de tener al lado a Sinama, o sea Osinaga, cuya desesperante reiteración en el histérico desatino, en el tropiezo, en la precipitación, en la torpeza, e incluso en la mala suerte, cuando de repente acierta de modo accidental y va y le sale un tiro al poste, le colocan a la altura de Cléber (porque resta, mucho más de lo que suma) y convierten en buenísimo a cualquiera, por contraste.

Sin embargo, como no he leído nada al respecto, me pregunto si me traicionó la vista, o fallo lamentablemente, al haber visto la mayor novedad introducida por Quique: la posición de Simao en el campo.Yo juraría que su salida mejoró al equipo en un 200%; porque hasta entonces vagaba por el campo, defendiendo con el mínimo esfuerzo la mínima renta; y, con el 20 en el campo, se vieron los mejores minutos del equipo.Y yo vi a Simao por el centro, nunca en banda. Le vi moviéndose por esa zona que determinados periodistas le quieren regalar por la cara a Juradito, y le vi haciendo, pero de verdad, eso que dicen que hace el mediofantasista/mediopensionista: mover al equipo, pasar con criterio, darle dinamismo al juego y, sobre todo, algo que hacía tiempo, mucho, mucho tiempo, que yo no le veía hacer a nadie: meter pases al hueco. Qué tío. En uno de ellos, apareció de la nada Maxi, como suele o como solía y esperemos que vuelva a acostumbrar, y llegó el 0-2.

¡Ah, sí! ¡Mi compromiso de ayer!: "Hacía tiempo que no veía a un lateral atlético haciéndose dueño de su banda". Y ayer, Ujfalusi llegó hasta el fondo, dio una asistencia de gol, y encima fue gol. Que lo marcase uno de los suyos, es un detalle supérfluo. Vamos a lo que vamos.

domingo, 25 de octubre de 2009

Crónica inquisitiva del Atleti – Mallorca

¿A qué fue ayer la gente al Calderón? ¿Qué espera la afición del los partidos en casa? ¿Para qué seguimos yendo al campo si sabemos que lo más probable es que salgamos enfadados con el mundo? ¿Se acabará perdiendo la interrogación inicial en el lenguaje escrito por culpa de los e-mails, los sms y los anglosajones?


El día en el que el Atleti volvía a casa tras los petardos de Pamplona y Londres, el Calderón estaba casi lleno. Quizás fuera cosa del horario. Las seis es una buena hora para ver el fútbol. Da tiempo a comer, da tiempo a tomar café, da tiempo a ir a tomarse una caña después del partido, da tiempo a casi todo lo que daba tiempo hacer antes, cuando el fútbol era a las cinco. Quizás fuera el tiempo. Ayer hacía bueno, hacía solecito el día antes del cambio de horario, ese día que da tanta rabia porque aunque se duerma una hora más se pierde una hora de luz y por tanto casi de vida. Quizás fuera alguna otra causa la que llevó al aficionado colchonero a acudir al estadio al que antes acudían a millares los que gustaban del fútbol de emoción y ahora acuden en el mismo número multitud de zombies buscando una respuesta a sus preguntas más profundas.

¿Acudió quizás el aficionado atlético a ver si era verdad que su equipo se había convertido de una vez por todas en el equipo chico que se vio el miércoles contra el Chelsea? Puede ser. Mire, yo es que el miércoles ví un equipo que no era el mío pero que vestía como el mío, y venía aquí a ver si es que se habían equivocado en la televisión -ah, pues sí, es aquí, pase, pase, oiga. El miércoles vimos un atleti pequeñito y con minúscula, quizás el más pequeño que uno recuerde. Un atleti sin A grande con los ojos como platos al salir al campo y ver un rival del que sólo había oído hablar por la tele, un equipo con estrellas y entrenador y todo. El Atleti, o más bien sus jugadores, salieron en Stamford Bridge a que no les pegaran una paliza, a ver de cerca a sus ídolos, a aguantar lo más posible el cero a cero y evitar la goleada. A pedir la camiseta a ese tan alto que sale en los anuncios, a ver si alguno me ve y se fija en mi y me ficha, eso sí que estaría bien pero no sé yo si sería posible, con esta panda alrededor no hay quien haga un buen partido. El miércoles salió el Atleti en Londres con la actitud con la que la mayoría de rivales salían antes en el Calderón y, naturalmente, le fue como a la mayoría de rivales les iba antes en el Calderón.

El aficionado que fue a constatar lo intuido en Londres y también en Pamplona no salió ayer defraudado. El Atleti, en efecto, empieza a comportarse también como un equipo chico en casa. Tiene miedo a ganar cuando va por delante en el marcador, tiene pánico a arriesgar y a llevar la iniciativa, está incómodo en las situaciones más cómodas. Y no es el único signo. Poco a poco, desde el año pasado, la línea de cal se va alejando de la grada a medida que los responsables deciden estrechar el campo para evitar que los extremos rivales desborden a nuestros laterales. Quizás sea una maniobra de la directiva para que el colchonero miope se vaya acostumbrando a lo que va a vivir cuando el equipo se mude definitivamente a la Peineta y no vea ni el número en la espalda de los suyos. Quizás sea un intento de evitar que desde la grada lluevan los tomates a los jugadores, o al menos que sólo impacten los lanzados por los aficionados con mejor brazo. El Calderón, que ya va perdiendo muchas de las cosas que le caracterizaban (salvo la mugre en la grada y el insultante estado de los baños) pierde ahora también sus dimensiones y se transforma en un campo estrechito y cómodo para defender con poca cosa, incómodo para el que busca los espacios, un campo pensado para equipos chicos con poco fútbol que pelean por no ser arrasados por los equipos que juegan por las bandas, con rapidez o, ¡oh, ironía!, al contraataque.

¿Acudió quizás el aficionado medio a ver a Santi Denia en su nuevo papel de entrenador? Es posible. Santi Denia, aquel jugador que destrozó los postulados del darwinismo deportivo al demostrar que, en contra de de lo que la lógica y la experiencia indica, no todo central mejora con los años en posicionamiento y entendimiento del juego, se sentaba en el banquillo del Atleti. Si a aquellos que sufrimos sus últimas temporadas como jugador en el Atleti nos dicen en su momento que Santi Denia iba a ser entrenador del primer equipo al menos por unas horas nos habría dado una risita nerviosa y no habríamos sabido si tomarlo a chufla o tomar tila. Santi Denia, quien dijo unos minutos después de que cesaran a Abel, con quien en teoría había formado equipo, que ser entrenador -parche por unas horas era un sueño hecho realidad en un asombroso ejercicio de equilibrio entre la traición y la idiocia, se sentó en el banquillo vestido de traje y sacó un equipo titular aceptable. Santi Denia sacó también a De Gea para así lubricar su puesta de largo ante la afición, yendo de la mano de un chavalito de la casa para que la gente pusiera la cara esa que se pone al ver que llega una sobrina disfrazadita de ratón justo antes de decir oooohhyquémoOOoonaa. Con esa intuitiva y tribunera decisión Santi Denia contribuyó a erosionar la figura de Asenjo, quien apareció ante la afición como el culpable de lo ocurrido en Londres aunque no fuera el único. También contribuyó a erosionar la figura de De Gea, quien completó una actuación bastante mala y así, de paso, contribuyó a cargarse a los tres porteros del equipo, los tres veinteañeros o casi veinteañeros a los que la astuta dirección deportiva del equipo, personalizada en el mustélido Pitarch, ha encomendado la misión de jugar liga y champions este año. No sería la única decisión brillante de Santi Denia quien, como entrenador, parece que será fiel a su característica principal como jugador: nunca una sola pifia por partido, nunca una pifia monumental puede considerarse la peor pifia de la que es capaz Santi Denia.

¿Acudió quizás la afición a ver a los canteranos? Es posible. Quizás fuera a ver a Domínguez. Domínguez ha jugado pocos partidos con el Atleti, pero siempre bien. Y siempre partidos complicados. Liverpool en casa, Villarreal fuera, Valencia en casa, Chelsea en Londres. A Domínguez se le pide siempre bailar con la más fea y no sólo acepta, sino que se defiende en todos los ritmos. Quizás no sea Fred Astaire, pero nadie se lo pide. No se encuentra extraño en el medio de la pista, asume con naturalidad los cambios de compás, no rehuye la pareja que le toque en suerte por más que sea grandota,calce un cuarenta y siete y tenga cintura de obispo. El premio hasta ahora han sido ausencias largas, fichajes de jugadores en su misma posición y la exigencia de que tenga toda la paciencia del mundo. Quizás ahora cambie el cuento.

Es posible también que la afición acudiera a ver a De Gea, pero esto es poco probable. Su titularidad fue una sorpresa para todos. De Gea fue ovacionado nada más aparecer y, todo hay que decirlo, lo hizo bastante mal. Hizo una salida alocada en el primer tiempo, una aún peor en el segundo que pudo acabar en gol y pudo hacer más en el gol del empate. No sabemos en qué situación están ahora mismo Asenjo y De Gea, pero se ha gestionado mal su coexistencia. Asenjo, señalado por el banquillo tras lo de Londres, parece pagar los platos tras una discusión con Abel, que ya no está. Raro. De Gea, tras dos primeros partidos prometedores dio ayer sensación de andar muy verde. Roberto, lesionado al poco de aparecer y goleado nada más debutar, quizás tampoco sea una alternativa a día de hoy. Al nuevo entrenador le ha hecho la vida aún más difícil Santi Denia con su brillante decisión de ayer.

¿Acudió la afición a ver al resto del equipo? Es posible. Quizás quería ver si Forlán ha salido de esa mala racha de los últimos partidos y saliera convencida de que no: Forlán falló un penalti que todos intuimos que iba a fallar y marcó luego otro sobreponiéndose a la situación en un gesto que le honra. Aún así, no dio casi ninguna a derechas. Quizás la hinchada quería ver si Kun sigue tan peleón y tan desafortunado como últimamente y salió convencida de ello. Quizás quiso ver si Simão va para arriba y lo confirmó. Es posible. Es posible también que quisiera ver al Maxi de las grandes ocasiones, que apareció un rato al principio del partido, o al Maxi desaparecido de ya demasiados partidos, que estuvo más rato aún en el campo. O bien querían ver a Antonio López, de nuevo flojo y desmotivado, o a Ujfalusi, mal en todo el partido aunque con el atenuante de que al menos lo intenta, se muestra al compañero, no se esconde.

Quizás acudiera la afición a ver la vuelta de Raúl García, puede, puede. Mientras Raúl García y Assunção estuvieron en el campo, el equipo dio sensación de controlar el partido y de mantener lejos al rival. Pero, ay, tras el descanso Santi Denia sacó a Assunção y entró en el campo el artista antes conocido como Jurado. Contra un rival con diez, no parecía una mala decisión. Pero a Raúl García, comoes lógico, le falta fondo y no puede hacerse con el centro del campo él sólo, más si enfrente juega un perro viejo como Martí. En su ayuda no acudió Jurado, protagonista ayer de uno de los episodios de escapismo más asombrosos de los presenciados en el Calderón. Su empeño en situarse siempre a tres metros de allí donde la responsabilidad indica que debe ponerse hizo que parte de la grada se plantease si Jurado es fruto de un romance de verano entre la hija del Gran Houdini y Maniche. Al parecer no es así, pero podría.

Ya con nueve, el Mallorca tocaba y tocaba tranquilo en el centro del campo ante la atenta mirada de Jurado y la desesperante impotencia de Raúl García. Para ayudar, Santi Denia sacó a Cléber, el hombre del trote cansino, otro prodigio de ausencias. El Mallorca se enfrentaba a su centro del campo titular del año pasado pero con dos menos, y jugaba mejor que el Atleti. A la afición le asaltaba otra pregunta... ¿No sería que el Mallorca, con Jurado y Cléber de titulares el año pasado, está acostumbrado a jugar con nueve y por eso lo borda?. También salió Reyes entre ovaciones y tras escuchar Maxi algunos pitos: de la proporcionalidad entre unos y otros podría escribirse un tratado sociológico de mil páginas en letra muy chica o un exabrupto de tres o cuatro palabras. Ya puestos, la afición también se preguntó ¿de qué se ríe Reyes siempre? ¿Será de las cifras del paro? ¿Será de nosotros? ¿tendrá una limitación genética que le impida disimular la cara de que todo le trae al pairo?

A aquellos aficionados que se preguntaban si es posible ganar un partido por ganas, respondió el Mallorca. El Mallorca le echó casta y oficio, y entre Nunes atrás, Borja Valero y Martí en la media y Webó delante se llevó un punto a pesar de estar con nueve. Un punto merecido. Se llevó un punto en jugada a balón parado tras un despiste defensivo que toda la grada vio salvo la defensa del Atleti, que esto ya les sonará. Raúl García defendió a dos, el balón le cayó a uno de ellos y marcó entre las piernas de De Gea. Otro despiste, otro petardo, otros dos puntos que vuelan, otro motivo para convencernos de que este equipo huele muy muy mal.

¿Acudió la afición al campo a estar con ella misma, a ver su reacción? Es posible. Uno acude cada vez más al Calderón por aquello de no vivir solo un nuevo fiasco, por estar arropado por gente que lo pasa igual de mal y evitar la deprimente soledad del que escucha por la radio la ruina de su equipo. Algunos acudimos esperando una vez más una revuelta general, pero tampoco se produjo. Es cierto que el fondo sur no animó el primer tiempo y que casi no se notó, es cierto que hubo cánticos generalizados contra el palco al final y es cierto que se vieron pancartas contra la gestión que la seguridad del club, como siempre, intentó retirar (por cierto, también retiró una contra el racismo … ¿cómo es eso posible cuando lo que la UEFA prohíbe son las pancartas con mensaje opuesto?). También es cierto que hubo una protesta espontánea en la puerta 0 al final del partido, una protesta que parte de la prensa resalta hoy como una especie de asalto violento al palc; sus propias imágenes se encargan de desmontar la versión d la protesta radical, pero eso importa poco a cierta gente. Para el momento absurdo que vive el club el nivel de protesta es, una vez más, insuficiente. A uno le queda la sensación de si ayer no marca el Mallorca no hay protesta ni hay ná.

¿Para qué acudió entonces la afición al campo? ¿Hay alguna explicación válida? Sólo nos queda una. La afición, insegura y dubitativa, necesita referencias, ejemplos, faros, guías. En los tiempos que corren, una persona segura y con la autoestima intacta es el clavo al que el atormentado hincha colchonero quiere aferrarse. Sólo hay una persona así en la afición, sólo queda un bastión de la autoconfianza y el desafío a los elementos, sólo uno consigue ver su propia obra como si contemplara la de un genio. Nos referimos, claro está, al portadista del Forza Atleti. En tiempos de tormenta en los que los empleados del club dan vueltas por la M-30 bajo los efectos de los tranquilizantes o se aíslan en el búnker del palco, en el momento en el que los entrenadores venideros ponen cara de póker en el palco y hasta Gonzalo Miró limita el número de risitas por minuto, el portadista del Forza Atleti saca pecho y su revista edita un número especial con las 100 portadas con las que este hombre valiente, casi temerario, nos ha regalado la vista y el ingenio domingo tras domingo. Si el club tuviera vista suficiente harían de este fenómeno la solución a todos los males. Le nombrarían entrenador para que hiciera las alineaciones más proclives al juego de palabras, ficharía jugadores con rima fácil, pondría al estadio un nombre que le permitiera titular con su acostumbrado gracejo. Así, al menos, las cosas se harían con algo parecido a un criterio.

viernes, 23 de octubre de 2009

¡QUIQUE VETE YA!

Por Jesús Doggy, en conexión telefónica desde la Puerta 0.


Esperpento. Sainete. Vodevil. Ridículo. Surrealista. Grotesco. Lamentable. Absurdo. Circense. Patético. Infame. Sonrojante. Inverosímil. Dantesco. Indignante. De chiste. Kafkiano. Son muchos los calificativos que uno ha oído en las últimas 24 horas para tratar de explicar lo que, en ese lapso, ha ocurrido en el club Atlético de Madrid. Es difícil resumirlo, sí, pero yo tengo muy claro el adjetivo: triste. Los últimos acontecimientos sólo pueden calificarse de tristes para todos aquellos que sentimos al Atlético de Madrid como parte fundamental de nuestras vidas.

Se sabía que Abel Resino no era del gusto del cooperador necesario que figura como Presidente del club. No, no lo era. El cooperador necesario prefería a Juande Ramos. Se sabía que a Abel Resino le fichó el delincuente prescrito que figura como Consejero Delegado del club aunque tal vez prefiriese a otro. Puede incluso que el delincuente prescrito prefiriera a un robot para manejarlo con un mando a distancia desde su todoterreno de alta gama mientras circunvala una y otra vez, obsesivamente, la M-30. Tal vez. Lo que se sabía es que Abel Resino debía hilar muy fino, muy fino, muy fino esta temporada con una plantilla corta y descompensada, sin refuerzos y abiertamente enfrentado al individuo que, contra toda lógica, el delincuente prescrito ha situado como Director Deportivo del club. Un individuo especializado en decir muchas palabras necias y en fichar muy pocos futbolistas válidos. Su último logro fue vender a un jugador titular, Johnny Heitinga, dos días después de empezar el campeonato y, acto seguido, declarar que ese puesto estaba cubierto con otros tres futbolistas, Pablo Ibáñez, Luis Amaranto Perea y Juan Valera, de los que, curiosamente, tenía apalabrada su venta diez días antes. En fin.

El equipo de Abel Resino completó el pasado miércoles, en Londres ante el Chelsea, un arranque de temporada paupérrimo, de los peores que se recuerdan: dos derrotas y un empate sin goles en Liga de Campeones; además de una victoria, tres empates y tres derrotas en el Campeonato Nacional de Liga. El cese de Abel Resino era cuestión de horas y los rumores, cada vez con más insistencia, empezaron a dispararse. La jornada del jueves resultó casi cómica: Abel Resino entrenaba, el delincuente prescrito desaparecía, el cooperador necesario se infatuaba y el individuo que, contra toda lógica, ejerce de Director Deportivo se dedicaba a hilvanar sus frases cuajadas de palabras necias en distintos medios de comunicación mientras su teléfono móvil echaba humo. El individuo que, contra toda lógica, ejerce de Director Deportivo, temeroso de que el sustituto de Abel Resino fuera un sobrino (tal vez un nieto) de Lola Flores, declarado enemigo suyo, trató de contratar por teléfono a un entrenador danés especializado en defensas de mantequilla y vanguardias alegres y partidario, por dejación de funciones, de que los jugadores se organicen en el campo y fuera de él como mejor les parezca. Desacuerdos sobre la duración del contrato, así como desconfianza en cuanto a las garantías de cobro de ciertos pagarés emitidos no se sabe bien si en las Islas Caimán o en Abu Dhabi frustraron dicha operación. El cooperador necesario pensó entonces en un entrenador italiano calvo y feo y el individuo que, contra toda lógica, ejerce de Director Deportivo volvió a descolgar el teléfono para enterarse de que: a/ el entrenador italiano tiene desde hace meses un acuerdo verbal con el Zenith de San Petesburgo con unos emolumentos tres veces superiores a los que hipotéticamente hubiera cobrado gracias a unos pagarés emitidos no se sabe bien si en las Islas Caimán o en Abu Dhabi; y b/ que dicho entrenador italiano sólo faltaría a la palabra dada a los multimillonarios rusos si el AC Milan llamara a su puerta. Concluido su trabajo, el individuo que, contra toda lógica, ejerce como Director Deportivo se fue a la cama, no sin antes pasar por una radio y asegurar que Abel Resino no había sido cesado porque no había podido ponerse en contacto telefónico con él. Que lástima.

Hoy, viernes, los medios de comunicación estaban citados en el Vicente Calderón a las 11 de la mañana para un entrenamiento a puerta cerrada y para la tradicional rueda de prensa previa al partido del entrenador del equipo, señor Abel Resino. A las diez y cuarto de la mañana todos los medios de comunicación recibían una llamada indicándoles que se dieran mucha prisa, que el entrenador Abel Resino iba a dar la rueda de prensa a las diez y media y que no iba a entrenar. A las diez y media entraban en la sala de prensa del Vicente Calderón el citado técnico señor Resino, así como el individuo que, contra toda lógica, ejerce de Director Deportivo. Este individuo señaló que se “había llegado a un acuerdo para que Abel Resino no dirija al equipo”. El señor Resino, por su parte, aseguró que “quién lo ha dado todo no está obligado a más, ¿no?”. El individuo que, contra toda lógica, ejerce de Director Deportivo añadió que Santiago Denia ejercerá mañana de entrenador y que esta noche se concentrará con el equipo junto a los señores Bastón, Peiró y Sabas. El señor Resino sentenció que “con un par de victorias esta situación se revertirá” y deseó lo mejor a su sucesor y al equipo, en tanto que el individuo que, contra toda lógica, ejerce de Director Deportivo respondió de mala manera a una periodista que le preguntaba sobre el teléfono del ya ex técnico rojiblanco y sobre unas llamadas matutinas de las que habló por la noche. Parece lioso pero no lo es tanto. En estas, eran ya las doce de la mañana, el equipo había entrenado bajo las órdenes de Santiago Denia que debía comparecer en rueda de prensa tras ser los medios presentes informados de los 18 convocados para el partido ante el Mallorca. Pero el señor Denia no comparecía y no se ofreció la lista de convocados. El cooperador necesario, entre tanto, hablaba por teléfono con un amigo del delincuente prescrito, apellidado Quilón, que no es representante de artistas aunque lleve los asuntos de un sobrino (tal vez un nieto) de Lola Flores. Del delincuente prescrito nada se sabía. Finalmente, tras tensas negociaciones, compareció en rueda de prensa el señor Denia, Santiago, quién dijo que “no, no es un papelón coger el equipo ahora” y que, en todo caso, piensa disfrutar estas 36 horas “como un sueño”. Mientras en Madrid el señor Denia soñaba despierto, en Valencia el señor Quilón arrancaba su vehículo de alta gama y enfilaba la A-3 en dirección a Madrid con el mandato de un sobrino (tal vez nieto) de Lola Flores de cerrar su fichaje por el Atlético de Madrid.

Y a mi, que soy un antiguo, todo esto me parece triste. Muy triste.

lunes, 19 de octubre de 2009

Deprimente crónica del equipo sedante

Jugó el Atleti un partido importante en el que tenía que puntuar y consiguió que a los veinte minutos la afición discutiera sobre la relación calidad precio en las ofertas del Lidl. Es lo que tiene a veces este equipo.

_____

El pasado día 12 de octubre estaba anunciada la vuelta a Madrid de Mariano Pernía, recuperado ya del accidente que casi nos cuesta un disgusto, y la nación lo celebró con una gran parada militar y un día de fiesta a los escolares. Se pensó también en dedicarle una calle principal de uno de los tres mil ensanches previstos en el plan urbanístico recién aprobado por el consistorio madrileño, que recibiría el nombre de "Avenida del Excelso Lateral Calvo", y también se valoró realizar un gran homenaje acuático llevando al Manzanares varios remolcadores lanzando grandes chorros de agua en señal de buena nueva. Sin embargo, esta idea se abandonó ante la intención del alcalde de Madrid de aprovechar la ocasión para lanzar un nuevo impuesto municipal sobre celebraciones fluviales (el llamado IMUCEFLÚ); el impuesto recaería sobre todos aquellos madrileños que hubieran visto al menos una vez un barco, bajel, bote, patera, chalupa o piragua, ya fuera al natural o en fotografía, dibujo, boceto o ilustración. Ante el temor de una revuelta fiscal se prefirió limitar el homenaje a los eventos referidos al principio del párrafo, esto es, la parada y el día festivo.

No obstante, no fue sino durante el desfile militar cuando se conoció la noticia de que no era el día 12 sino el día 18 el finalmente elegido por el Sr Pernía para volver a su casa madrileña. Este grave error organizativo provocó un aluvión de críticas hacia el gobierno, manifestadas sobre todo con una sonora pitada al Sr Presidente del mismo al paso de una compañía de cazadores de montaña con base en Jaca, Huesca, en cuya defensa salió sin éxito el simpático alcalde recaudador y autor intelectual del frustrado IMUCEFLÚ. Estos pitidos, por cierto, fueron aprovechados por la tendenciosa prensa nacional para inventar reproches políticos al ministro del ramo y al gobierno en general y así azuzar la crispación general. Pero la verdad, la única verdad que ahora aflora a pesar de la ventajista postura de los medios, es la que se describe más arriba en rigurosa primicia para los lectores de El Rojo y El Blanco.
_____

Con un sol de justicia y una grada repleta de niños y adultos, salió el Atleti a jugarse mucho más que una victoria. Lo hacía en campo ajeno, sin árbitros y ante un rival de enjundia que prometía pelea y saber hacer. Y cuando la grada esperaba un partido complicadísimo, cosas que tiene este equipo, el Atleti fue un vendaval que arrasó al rival ya desde el primer tiempo. El equipo dió muestras de más conjunción y aplomo de lo que el público esperaba de una plantilla que aún no se conoce bien y mandó con autoridad y alegría desde el principio del partido. Bajo el sol madrileño el Atleti se pegó un atracón de juego y de paso empachó de ganas al público asistente. Dirigidos por las patadas de tiralíneas de su número diez, quizás el organizador de juego del que tanto se viene hablando desde hace varias temporadas, y apoyado en la movilidad de su omnipresente número ocho, el Atleti se sintió cómodo en campo rival y pasó poco tiempo en el campo propio. Dos jugadores destacados entre todo un equipo a destacar por colocación, ganas y pelea, y eso que el primero es un apertura con hechuras de tercera y el segundo un lock con cintura y sprint de centro.

Y es que ayer, bajo un sol de justicia y ante una grada repleta de niños y adultos, disputó su primer partido oficial de la historia el Rugby Atleti, el equipo de rugby del Atlético Club de Socios, el equipo que retoma la historia de la sección de rugby del Club Atlético de Madrid. De éste equipo son aficionados y/o abonados los socios fundadores y los jugadores del Rugby Atleti, reflejo de la sección que desapareció y a cuya resurrección renunció a ayudar la actual directiva del Club, esa que deja de lado todo lo que huela a ilusión de los aficionados. Y ayer, el día en el que se estrenaba el equipo ante un rival con una primera línea de asustar y una afición fiel y la mar de educada, el Rugby Atleti cosechó la primera victoria de su historia al ganar por cuarenta y seis a cero al XV de Hortaleza después de anotar más ensayos de los que el que suscribe fue capaz de contar y, ya de paso, dando una alegría gorda a los atléticos aficionados al rugby y a los que, aún sin serlo, celebran el ver que el Atleti de verdad sigue vivo allí donde se juntan unos cuantos seguidores de esos que ven en las rayas rojiblancas lo que no ven en el palco. Es lo que tiene este equipo, que cuando uno se desespera viendo lo que ve en el estadio llegan unos cuantos defensores de lo que es de todos y crean el Atlético Club de Socios y, por si fuera poco, llega un tipo de nombre Manu y forma lío monumental que cristaliza en un equipo del que sí estar orgulloso, gane o pierda. Y llega otro, llamado Paco, y le hace al que suscribe ponerse a buscar el protector dental en cuanto llega a casa. Así que, en nombre de unos cuantos, gracias a todos y Forza Atleti.

_____

Unas horas más tarde, ya de noche y ante una grada llena de gente dando voces, salió el Atleti a jugarse mucho más que una victoria. Lo hacía en campo ajeno, esta vez con árbitros y ante un rival de los que antes se consideraban más que ganables aunque prometía pelea y presión. Y cuando la afición esperaba un partido complicado pero asequible, en atención a los objetivos del equipo y el peso de la camiseta, el Atleti fue una mosca muerta, arrasado por el rival ya a los veinte minutos de juego. Dando muestras de una ausencia total del compromiso, conjunción o aplomo que sería de esperar en una plantilla que aspira a acabar arriba en la liga o al menos cobra como si así fuera, el Atleti pegó un nuevo petardo supino y de paso amargó la noche a los aficionados que llenaban - a medias - los bares. Sin dirección ni presión en el centro del campo y vendido por una defensa generadora de una sensación a medio camino entre la duda y el pánico (más próxima eso sí de la segunda), el Atleti se sintió incomodísimo en campo propio y pasó menos tiempo del deseable en campo rival. Sólo el Kun y un poco Asenjo y Raúl García merecieron ser salvados de la quema general, tres jugadores indultados entre todo un equipo destinado al desolladero, y eso que el primero muestra síntomas de desesperación, el segundo juega arropado por una defensa que se ha convertido en su peor enemigo y el tercero sólo jugó unos minutos en los que, fuera por que el partido estaba decidido, fuera porque el Osasuna estaba aburrido o fuera por lo que fuera, el rival se notó incómodo por primera vez en el encuentro.

Salió el Atleti achicado y despistado, que es precisamente lo que no hay que hacer nunca y mucho menos cuando uno juega contra el Osasuna, equipo bravo al que apoya una afición que presiona más lo que lo hace nuestro centro del campo. Salió el Atleti vestido casi igual que su rival y la afición acabó con dolor de cabeza de tanto entornar los ojos para saber si el que atacaba era de los suyos o de los nuestros. Salió el Atleti con una defensa veterana que no puede alegar el susto como coartada para su actuación y con un solo punta, que podría hablar de mala suerte y soledad para justificar su partido pero que, aún habiendo fallado ocasiones (algunas de ellas muy claras), fue el mejor del equipo tan sólo por su entrega y lucha. Entre una y otro, un centro del campo con dos medios defensivos, dos interiores ofensivos y un media-punta no se sabe si creador o florero, ayer totalmente inédito. Los mediocentros defensivos, dos, no pudieron nunca con el centro del campo rival; uno lo intentaba pero no puede sólo, y pena por las esquinas llorando por la vuelta de Raúl García; el otro lo intentaba menos, con esa peculiaridad suya de parecer mucho algo con el balón y nada sin él, de trotar a la manera cochinera a la manera de Donato (ya quisiéramos nosotros), intentando ocupar huecos a un ritmo demasiado lento para esa misión; este último tiró un par de veces a puerta con acierto, disimulando para el neófito lo limitado de su aportación.

En las bandas, dos centrocampistas más, estos ofensivos. Uno viene de sacarle las castañas del fuego a su selección, asumiendo el protagonismo que la prensa reconoce a un compatriota suyo de depilada ceja, gesto tontuno y malas relaciones con los que ejercen la brujería. Sin embargo, lo que hace en su selección no lo consigue hacer este año en el equipo, en el que juega algo triste y despistado. Algo le pasa al chiquillo, que ya ha demostrado con creces ser un jugador listo y con calidad para tener mucha más importancia de la que tiene este año; quizás vea cómo funciona su club y le entre un cabreo de mona. El otro, en una fase preocupante de su carrera, alternó un par de pases y acciones de calidad con muchos minutos de desaparición. Junto a estos jugó, según cuenta el acta, un media punta destinado a crear peligro. Tras un debate enconado sobre si su aportación era imprescindible o insustancial, salió ayer a jugar con el dibujo táctico que al parecer reclama para hacer resplandecer sus alabadas virtudes (virtuales algunas). Quizás achicado por los malhumorados centrocampistas locales, algo preocupante en un jugador profesional, o quizás contagiado por la empanada general, algo preocupante en un jugador cuyo máximo mérito se supone que es su capacidad para pensar, el media punta imaginario naufragó y sus detractores, ávidos de oportunidades para ejercer el noble ejercicio del recochineo ante sus partidarios, dicen hoy ves, ves, no, si no sé yo qué necesitáis para convenceros de que este chico no vale. En la parcela atacante acabó por ayudar un suplente, francés, que limita sus actuaciones a discutir con los rivales, dar grandes saltos verticales y caerse al suelo: escasa aportación para alguien con esa responsabilidad y ese sueldo. También salió un jugador de banda que luce siempre una sonrisita a la que nadie le ha encontrado explicación. Algo hizo éste, si bien debe hacer aún mucho más para entrar en la lista de los que no merecen llevarse un tomatazo metafórico a la mínima.

En el equipo jugó también la defensa, aunque a ratos no lo pareciera. Jugó un lateral izquierdo y no se enteró casi nadie: este jugador, querido por la grada, se encuentra tan cómodo por la ausencia total de competidores que ha adoptado una actitud funcionarial ante los partidos que empieza a irritar al personal. Jugaron dos centrales, catastróficos en el juego aéreo y bochornosos a la hora de evitar que les ganaran la espalda (todo sea dicho, gracias también al blandito partido de los mediocentros, incapaces de hacer la vida un poco incómoda a los rivales encargados de lanzar los ataques). Jugó también un central que es lateral derecho también, y que acostumbra a hacer buenos partidos. Ayer no. Ayer falló en los goles, paró en medio de carreras que había que haber continuado, dejó libres de marca a jugadores en magníficas posiciones para el remate. Intentó ayudar en ataque, intentó mostrarse pero, a pesar de la actitud en algunos momentos, dejó una de sus peores actuaciones en el equipo y eso nos duele en alguien que pocas veces nos defrauda. Aún así, conserva el crédito que empiezan a perder a marchas forzadas sus compañeros de línea.

El equipo lo diseñó un entrenador de gesto enfadado, ojos chicos y tez acartonada. Éste entrenador, que vino a sustituir a otro cuya cabeza exigió la grada tras bailar la danza de los siete velos al compás que marcaba la prensa, no ha conseguido hacerse con el equipo y así van las cosas. Es cierto que la plantilla es corta, fea y bajita. Es cierto que faltan jugadores, que se ha ido algún elemento válido y que el director deportivo es pérfido y se parece al chiquitito criticón de Érase Una Vez el Hombre. Es cierto que cualquier rival de medio pelo tiene tres o cuatro jugadores que podrían ser titulares en el Atleti de hoy. Es cierto también que el club está en las últimas, que la grada ha perdido el norte y que la prensa no ayuda. Todo eso es cierto, sí. Pero también es cierto que el entrenador, de voz grave y tono soberbio, no ha aportado al equipo nada reseñable. No ha mejorado las prestaciones teóricas del grupo, no ha impuesto su criterio táctico ni ha encontrado soluciones a los problemas que todos vemos. No ha dado un puñetazo en la mesa cuando le imponían una plantilla delirante, no ha transmitido compromiso a los jugadores y no ha dado con la longitud adecuada de su corbata. No ha aportado casi nada, aunque no es menos cierto que por mucho que se le cambie casi nada cambiará. Su cabeza está ahora en el centro de todas las dianas, y en el Club posiblemente trabajen ya en su sustitución por otro entrenador amaestrado que repita los mantras corporativos: hay lo que hay, el equipo está en formación, necesitamos asentarnos en primera, tengo una plantilla estupenda, el director técnico ha hecho un gran trabajo aunque no sepamos cómo le caben los gemelos en esas perneras.

Mientras tanto el equipo sigue huérfano de patrón de juego, de referencias y de orgullo al inicio de una temporada que ya se antojaba que iba a ser larga tras el primer cuarto de hora del primer partido. El Atleti pierde con los de abajo, encaja tres goles con demasiada facilidad, da puntos a los necesitados y empieza a ver demasiado lejos el lugar que para él se esperaba. Los jugadores aparecen perdidos, desganados y aburridos, enfadados, despistados, deseosos de irse a casa. A la afición le pasa lo mismo, y tras ver al Atleti no le quedan ganas de nada. No le quedan ganas de ver los resúmenes, ni de pensar en el partido, ni de pensar en el próximo. No le quedan ganas de hacer cuentas, de mirar el calendario y reservar el tren para ir a un estadio rival. No le quedan ganas de comer, ni de tomarse otra, ni de irse a casa tampoco. El Atleti es hoy por hoy un sedante poderoso, un depresivo del sistema nervioso, un anestésico potentísimo que, a su vera, deja al propofol como un excitante parecido a la teína. Quizás, eso sí, sea la solución para acabar con la hiperactividad infantil, quizás sea el remedio contra el estrés crónico, quizás la alternativa al dardo tranquilizante que usan los veterinarios con los grandes felinos. El Atleti, en vísperas de un partido europeo que debería ilusionarnos y llenarnos de ganas de sacar la bufanda de casa, es un equipo triste que nos hace esperar que no nos saquen los colores. Es lo que tiene este equipo, que cuando uno llega contento tras ver un buen partido de rugby y pasar el domingo al solecito, llega la noche, pega un petardo y le deja a uno sin ganas de nada.

lunes, 5 de octubre de 2009

Sobre esas discusiones que inundan los graderíos

El Atleti ganó su primer partido de liga contra un recién ascendido, lo que se antoja insuficiente para la gran cantidad de conclusiones que se están sacando tras semejante acontecimiento.


___

Llegan un rato antes que el resto para evitar el follón y estar cómodas en su sitio antes de que empiece el partido, sin empujones ni prisas de última hora. Suelen ir muy bien peinadas y llevan pendientes y un bolsito pequeño que ponen en el regazo, y algunas no sueltan nunca las asas no sea que se les caiga. Algunas quizás no sean abonadas, pero aprovechan si su hijo no puede ir y se sientan tan contentas tras limpiar con un papelito el asiento mugriento con el que el Club les da la bienvenida. Quizás no sepan de táctica y de estrategia y del cuatro cuatro dos, pero saben de historia y de rabia y de ganas de ganar y de ganas de agradar, que es mucho más importante. Puede que no sean eruditas pero sí son forofas, y entablar una discusión con ellas es garantía de fracaso para el antagonista, que además de perder el asalto se puede llevar un bolsazo. Siempre llevan una rebequita que combina con la camisa, por si refresca, y un abanico, por si hace calor; cuando llueve o hace mucho frío, siempre llevan una manta y siempre, siempre, otra de repuesto por si le hace falta a algún vecino de localidad despistado. Se alegran cuando marcan los jugadores guapos y sobre todo cuando lo hacen los más jóvenes, los debutantes, los que más cuidado requieren, porque les recuerdan a sus propios niños cuando jugaban por el patio con la camiseta rojiblanca recién estrenada el día de Reyes (Magos). Acompañan los ataques rivales con un uuuUU y las buenas acciones locales con un aaaayy ay uuuyyyy, y cuando el equipo marca no se levantan y gritan sino que se quedan sentaditas en su asiento, discretas a pesar de estar tan contentas como el resto, aplaudiendo con las manos muy abiertas y muy paralelas. Tejieron la primera bufanda rojiblanca de sus hijos y les gustaría hacer lo mismo con la del nieto, aunque este lleve piercings y prefiera una bufanda industrial con motivos bélicos.

A ellas, mamás y abuelas rojiblancas, matriarcas de largas y orgullosas estirpes colchoneras, va dedicada esta crónica.
___

El sábado, que era uno de esos días otoñales que da gloria pasar en Madrid de terraza en terraza y de calle en calle, jugó el Atleti a las veintidós horas. Las diez es una hora muy mala, demasiado temprana para ir cenado, demasiado tardía para no irlo. Las televisiones tienen estas cosas, y a los clubes les da igual que a esas horas lo aficionados de fuera de Madrid se vean condenados a llegar a casa a las tantas, que los aficionados con niños tengan que buscar a alguien para encasquetar a la prole o que la afición en pleno se debata entre comer antes, comer durante o comer después. Hay empero otros partidos que se celebran bajo un sol de justicia, a las 12 del mediodía, a los que se puede ir con niños vestidos del Betis y tras los que uno sale del estadio morenito y en el momento justo para ir a tomarse el vermouth; estos partidos, estupendos, tienen el inmenso problema de que en ellos no juega el Atleti.

El caso es que a la tardía hora de las diez de la noche empezó un partido de fútbol en el Vicente Calderón. Salió el Atleti vestido de Atleti y salió también el Zaragoza vestido de señor que cambia una rueda, y si llega a jugar el Zaragoza de esa guisa contra el Betis que visitó Vallecas se hacen colas en el servicio de transplante de córneas. Antes del partido se hizo entrega a Forlán de la Bota de Oro de la pasada temporada, galardón que presentó al respetable entre suspiros de la parroquia femenina y estruendosas ovaciones de la muchachada en general. Coincidiendo con la presentación del trofeo se desplegó en el fondo Sur una pancarta en un idioma desconocido que, gracias al traductor de gúguel, hoy sabemos que rezaba "Exigimos abdominales para todos".

Vaya por delante lo siguiente: al que suscribe el Atleti le gustó más que en los últimos partidos y, aún así, no le gustó. El Atleti se enfrentó al Zaragoza, equipo recién ascendido en cuya sala de máquinas juega Gabi y en cuya punta juega Arizmendi, jugadores ambos con pasado colchonero y unanimidad en cuanto a su falta de calidad para jugar en el Atleti. También juega en el Zaragoza Pavón, pero de eso no hablaremos para evitar entrar en disquisiciones ofensivas. El caso es que el Atleti, que en general mejoró, dejó claro que está lejos de ser el equipo que queremos que sea. Tuvo menos problemas en defensa, pero no tuvo la contundencia que debe exigirse; mejoró el centro del campo, pero jugó con más mediocampistas y no tuvo enfrente un rival con galones; el ataque no estuvo fino, pero Forlán y Agüero se han ganado el beneficio de la fe y la esperanza. El Atleti mejoró, sí, pero aún así al final del partido el aficionado de a pie, el que no firma crónicas ni se ve obligado a ver brotes verdes a cualquier precio, volvió a casa con rictus escéptico, los hombros encogidos y aire de decir uy uy uy no sé yo, no sé.

Salió el Atleti con Ujfalusi de lateral derecho y con Perea de central junto a Juanito. Juanito, que puede que no sea el central ideal, va cumpliendo. Con él ha mejorado la seguridad por arriba y quizás han empeorado un poco otras facetas defensivas. Juanito parece estar concentrado y en su papel, pero compensa sus aciertos en la anticipación con un toque de balón sorprendente con el que consigue convertir un despeje simple en una curva de perfil campana de Gauss inversa muy molesta para sus compañeros de línea. Pero Juanito, que tampoco es la panacea, parece que hace valer esa pinta de Cabo Primero de artillería que tiene y va ganando puntos. Por su parte Ujfalusi, que lo hace bien casi siempre, lo hizo una vez más bien y dejó en evidencia al resto de jugadores que optan a la banda derecha de la defensa a pesar de hacer un penalti que en el campo no pareció y en la tele, más. A Ujfalusi le pasa lo mismo cuando juega de central, puesto en el que también suele ser el más competente de la línea y dejar en evidencia al resto a la primera de cambio. Ujfalusi, que ha tenido y tendrá algún fallo garrafal, es un jugador constante con un nivel de juego normalmente de notable alto que saca el balón con autoridad y contribuye al juego colectivo con generosidad: todo esto no es aplicable a muchos jugadores de la actual plantilla, por cierto. El caso es que el partido de Ujfalusi contrastó con el de Antonio López, despistado y fuera de sitio en muchas fases, poco combativo y con poca aportación. Como las cosas son así, cuando más criticaba el que suscribe a Antonio López marcó éste un gol con sabor a enváinesela-Vd-oiga, un gol de esos que alegran porque conllevan el dulce sabor de la palabra propia tragada. Eso sí, momentáneamente, porque la sensación que deja el lateral izquierdo en lo que va de temporada dista de tranquilizar al personal, sobre todo cuando no existe alternativa fiable por el momento.

En cuanto al capítulo ofensivo, uno percibió una mejoría en las prestaciones de Simao, que tampoco nos dice mucho vista la floja tendencia del portugués durante los últimos partidos. Forlán lo intentó desde lejos con menos precisión que en su asombroso tramo final de la liga pasada y el Kun se mostró de nuevo peleón y algo impreciso. Maxi, que salió en el segundo tiempo, aportó pocas cosas pero alguna buena, a pesar de haber fallado una ocasión clara que, todo hay que decirlo, también él contribuyó a crear con su instinto y llegada. Salió Reyes, ovacionado de nuevo tanto en el calentamiento como al acercarse a un corner: hay cosas que uno no entiende, incluso cuando Reyes lleva un par de partidos haciendo las cosas mejor, que tampoco era difícil.

Quedan para el final las reflexiones sobre los dos elementos que centran los debates de la hinchada: la portería y la media. El primero está marcado por la irrupción de De Gea. De Gea, de quien se esperaba muchísimo, pasó por una fase mala el año pasado que le hizo perder partidarios, galones y la titularidad de la selección y el Atleti B. Pero De Gea, qué cosas, ha aprovechado su oportunidad estupendamente y ha firmado dos buenos partidos con el Atleti nada más volver al ojo del huracán. Contra el Zaragoza hizo un penalti claro que él mismo paró, adelantándose con decisión a un tiro centrado pero muy fuerte. Encajó un gol de penalti, que tampoco pasa nada, pero sobre todo transmitió una sensación que se presupone a los porteros pero que escasea entre los que defienden la portería del Atleti en los últimos tiempos: la seguridad. Tanto por alto como por el pie De Gea da la impresión de estar en el sitio oportuno y no dudar, de no necesitar varios toques para controlar un balón con el pie y de no necesitar más que un grito para dejarle claro a toda la defensa que el balón que llega alto es suyo y sólo suyo. En un equipo que últimamente se caracterizaba por tener porteros mudos, un portero que le dice al resto dónde está y dónde deben estar es todo un acontecimiento. De Gea hizo además alguna buena parada y se fue entre ovaciones del campo escoltado por los dos más veteranos de la defensa, Ujfalusi y Juanito, que fueron a recibirle a los medios cuando volvía de recibir la ovación del fondo Sur en un bonito gesto que les honra. Las ovaciones y vítores dejaron clara las ganas de la grada de tener ídolos hechos en casa mientras que, qué cosas, en el palco se podía observar la curiosa mutación de algunas pupilas, pasando su forma de circunferencias perfectas a símbolos del dólar en cuestión de segundos.

Pero la afición atlética, lejos de alegrarse por la buena nueva, ha tardado poco en llevarse un sofocón. Si De Gea es bueno ... ¿qué hacemos entonces con Asenjo? La afición atlética gusta de estos dilemas y a veces prefiere adelantar el debate a disfrutar del momento. Es más, la afición ya da muestras de división entre partidarios de uno y otro portero; es más, como viene siendo tradicional, los partidarios de uno son además detractores furiosos del otro. Los asenjistas achacan a De Gea su pasado dudoso y su carácter inestable, le perciben como una amenaza para su preferido y optan, ya hoy, por su venta a cualquier precio. Los degeístas, por el contrario, abogan por la titularidad inmediata para su protegido, que para eso es de la cantera, y por la defenestración inmediata de Asenjo, por palomitero y por irse a jugar el mundial sub-20. Como respuesta, los asenjistas se empadronan en Palencia y se apuntan al gimnasio y los degeístas se tiñen de rubio, se dejan patillas y piden Licor 43 con naranja en homenaje al dorsal y la camiseta de su ídolo, como apuntó ayer uno de esos tipos con talento que pueblan la grada de lateral. Otros, que se acuerdan del pobre Roberto, prefieren esperar algunos partidos y ver cómo responde Asenjo a la presión, si De Gea es consciente de su corta edad y de lo que le queda por delante, y se asombran por lo rápido que ha cuajado el debate entre la grada y lo poco que dura la alegría entre la abnegada afición colchonera.

Pero el debate gordo, la madre de todos los debates, tiene por protagonista a Jurado. Jurado jugó el sábado en sustitución de Maxi, con Assunçao y Cléber por detrás y Simao, Kun y Forlán por delante. Jurado jugó bien, quizás no tan bien como dice la entusiasta prensa ni tan mal como dicen sus ofuscados detractores. Jurado jugó en su sitio, que no se sabe qué sitio es aunque para los efectos del presente artículo nos referiremos al mismo como demarcación de mezzo-soprano. Jurado metió un buen gol, templando un balón tras una serie de rebotes cómicos, e hizo un pase excelente que no acabó en gol de milagro, lo que uno espera de un mezzo-soprano como Dios manda. Jurado también perdió balones, como viene siendo habitual, pero contó esta vez con más ayuda de Assunçao, muy perdido en los últimos partidos pero con síntomas de recuperarse de la morriña que le produce la ausencia de Raúl García. No contó con mucho apoyo de Cléber, eso sí, que anduvo de lado a lado cuando no tenía el balón por más que disimulara cuando sí lo tiene. Jurado, todo hay que decirlo, ha aprovechado la oportunidad que le brindaba el mal momento de Maxi y Simao para reclamar una poda en el jardín de los cuatro fantásticos y pedir para sí la atención que la afición lleva poniendo los últimos años en la enigmática figura del mediapunta, ese ser mitológico con cerebro de científico y cuerpo de fondista que parte de la prensa reclama como solución a todos los males del equipo, incluidos la caries, la alopecia y el flato.

La afición, presta al debate, se encuentra de nuevo dividida. Los Juradistas aprovechan el mínimo logro de su ídolo y pasean orgullosos entre las huestes de Anti-Juradistas sacando la lengua y diciendo ñe-ñeñeñe-ñé. Por su parte, los Anti-Juradistas afilan los cuchillos en silencio, esperando el próximo partido en el que Jurado desaparezca tras dos detallitos y medio, lo que sin duda ocurrirá. A los primeros se unen, oportunistas, los Anti-Maxistas para así crear un frente Juradista-Anti-Maxista difícil de definir y de justificar; los Anti-Juradistas se convierten por efecto simpático en Maxistas, conformando el frente Maxista-Anti-Juradista, entente interina condenada a la división interna. A todas estas variables se unen, según en qué caso y qué foro, los Raulgarcíistas y los Cleberistas-Leninistas, estos últimos escasos y con bigotito. Los Assunsaístas, normalmente discretos y con la cabeza gorda, por el momento gozan del privilegio de no tener que alinearse, aunque notan presión de los Anti-Simaístas que empiezan a asomar la cabeza con gran riesgo, por cierto, de llevarse un golpe de mazo que los devuelva a la cueva. Se salvan de la quema también los Agüeristas y los Forlanistas o Uruguashistas, quien sin embargo se verán obligados a tomar partido en cuanto el Kun engorde un kilo o Forlán caiga en una racha negativa. Mientras tanto, los escasos Reyistas aplauden a rabiar mientras el líder de su grupúsculo se acerca a un corner con su característica sonrisilla me-da-iguá-tó. Aprovechan la coyuntura para meter cabeza en la polémica los Migueldelascuevístas, secta minoritaria que viene de abrir un templete en Gijón, y los Diegocostistas Ortodoxos de los Últimos Días, tipos algo rudos y mal encarados pero con cierto talento.

Entre todos propone el club convocar un gran torneo de lucha en la modalidad todos-contra-todos, a disputarse en las obras del futuro estadio olímpico, quizás en alquiler hasta 2078 y más tarde en usufructo del que serían beneficiarios el Club y Egeda en régimen de custodia compartida. En dicha magna pugna estarán permitidos recursos pugilísticos de todo tipo como el sopapo a rotabrazo (arma preferida de los Raulgarciístas Moderados o Navarro-Todocampistas Tradicionalistas), el cabezazo frontal (que caracteriza a los Assunsaístas más aguerridos) o el pellizco de monja (recurso propio de Juradistas, ya sean Anti-Maxistas o Maxi-Escépticos). El jurado (qué ironía) del torneo, que recibirá el nombre de Trofeo Hellboy Rumble in the Jungle II, estará compuesto por el consejero delegado del club, dos hermanos y una hermana de éste, dos sobrinos de esta última, el presidente de la entidad y Gonzalo Miró, que también presentará la gala ataviado con una camisa blanca por fuera del pantalón y una gran pajarita negra que, en momentos especialmente jocosos, podrá hacer girar sobre su eje accionando una perilla que llevará oculta en un lugar secreto próximo a sus nalgas. Como premio, al campeón se le entregará la cabeza del entrenador que él decida clavada en una pica y el Privilegium Olandi, que confiere a su titular el derecho exclusivo de iniciar la ola de la afición cuando tenga a bien, por ejemplo en el caso de un empate in-extremis contra el penúltimo clasificado, o cuando se anuncie la candidatura de la ciudad de Madrid como sede de la Feria Internacional de Ganado Clónico, a celebrarse en 2100. Ya les digo yo que lo vamos a pasar estupendamente, oiga.

jueves, 1 de octubre de 2009

CRÓNICA OPTIMISTA DE UNA DERROTA ENGAÑOSA

Por Jesús Doggy, enviado especial a un bar.


Empecemos por los hechos que, como todos ustedes saben, tienden a ser tozudamente objetivos. El Atlético de Madrid, tras una pretemporada esperanzadora con una plantilla corta y descompensada que, a última hora, recibió una inesperada puñalada trapera, ha jugado siete partidos, cinco de Liga y dos de Liga de Campeones, y todavía no conoce la victoria. Ha perdido tres encuentros y ha empatado otros cuatro. Ha recibido 15 goles y tan sólo ha marcado 7. El Atlético de Madrid es último de su grupo en la máxima competición continental y antepenúltimo en la Liga. Interpretaciones caben unas cuantas, pero esta, desgraciadamente, es la única realidad.

No resulta, por tanto, extraño que una negra nube de espeso pesimismo se observe estos días flotando alrededor de las cabezas de los seguidores atléticos, tan dados, pobrecitos ellos, a la tragedia. El aficionado rojiblanco –pobrecito él- deambula estos días cansado, hastiado, harto; desesperado finalmente, tras muchos años (22 para ser exactos) de empobrecimiento deportivo, vergüenza institucional y pérdida de valores del club de sus amores. El aficionado rojiblanco –pobrecito él- a estas alturas no sabe ya si bajar a la calle en busca de algún bar que emita el partido europeo de su equipo o, directamente, meterse en la cama a las nueve menos cuarto tras ingerir una dormidina con un vasito de leche caliente y una cataplasma en la cabeza. Los que optan, tras mucho renegar, por la primera opción, se encuentran con que la tarea es ardua: a esa misma hora disputa su compromiso europeo otro equipo grande de la ciudad, el que goza de bulas bancarias y preside un señorón financiero que regresó a la presidencia andando sobre las aguas, como un Mesías con gafas. En fin, que el aficionado atlético –pobrecito él- tras una intensa búsqueda, muchos cruces de miradas y dos o tres sofocones consigue ponerse frente a un televisor que emita el partido de su equipo.

En esas, el aficionado rojiblanco –pobrecito él- descubre que Luis Amaranto Perea se ha convertido en lateral izquierdo, que Thomas Ujfalusi se apresta a defender desde el lateral derecho y que, por consiguiente, el equipo empieza el choque con cuatro centrales. Descubre también que, de nuevo, es Maximiliano Rodríguez el que paga los platos rotos para que juegue un tal José Manuel Jurado, un mediocampista, mediomediapuntista, mediofantasista, mediofutbolista gaditano que, en realidad, sólo ha medio rendido como segundo medio delantero en un equipo de medio pelo. En fin, flanquean al blandengue medioregista el imperial Paulo Assunção y un señor de aspecto rarísimo que se llama Cleber Santana y del que uno, verdaderamente, no sabe muy bien que pensar. Atacan, sobre el papel, Diego Forlán, Sergio Agüero y Simão Sabrosa. Entretanto, el aficionado rojiblanco –pobrecito él- ve calentar a una bestia parda brasileña que se llama como el superhéroe verde de la Marvel y le da el tembleque acordándose de lo del año pasado.

Y hete aquí que comienza el choque. Y hete aquí que tras intentarlo un par de veces por su banda, la izquierda, la bestia parda brasileña decide cambiarse de lado para encarar a un Luis Amaranto Perea al que las crónicas trituran, pero que, sin embargo, no estuvo mal. De hecho, rememorando su rendimiento en las dos últimas temporadas, estuvo bastante entonado. Lo mismo ocurrió con el resto de la defensa. Se ha convertido ya en un tópico decir que la defensa del Atleti hace aguas, que es de chiste, que no vale, que es ridícula, que trata de arrancarlo, Carlos… Cuando la tozuda realidad nos enseña que en ningún equipo de nivel defienden sólo los cuatro de atrás, pero, bueno, eso son ya batallas perdidas. En Oporto, los cuatro de atrás estuvieron razonablemente bien: Pablo en su mejor versión; Juanito demostrando una vez más que tiene orgullo profesional y que ha venido a sumar y no a jubilarse; Ujfalusi, como casi siempre, un valladar y exhibiéndose como el mejor lateral derecho de la plantilla y Luis Amaranto, ya se ha dicho, razonablemente bien teniendo en cuenta que le tocó bailar con la más fea, esto es, con la bestia parda brasileña.

Avanzaba el partido y se veía a un Atleti serio y concentrado, que no dejaba jugar al Oporto y que gozó de dos o tres ocasiones con disparos lejanos de Agüero o de Forlán que desvió sin problemas un tal Helton, un guardameta al que el año pasado le metían tres goles cada dos tiros a puerta y que, anoche, fue, junto a la bestia parda brasileña, el mejor de su equipo. Destacable, por lo inusitadamente mediocre de su estado de forma, fue lo de Simão. El portugués ha comenzado la temporada bajo mínimos y el equipo lo nota. Tuvo dos buenas ocasiones en la primera mitad y las mandó al limbo. Forlán estuvo batallador y con ganas como cuarto centrocampista, el problema es que cuando el uruguayo se aleja de la portería, se le notan mucho sus pocos defectos (malos controles, falta de pausa, escasa calidad combinativa) y apenas se aprecian sus enormes virtudes. Y, además, no está fino Forlán, no, ni mucho menos: pifió, completamente solo en la frontal del área, una magnífica jugada ensayada de corner, un tiro fácil de esos que, la temporada pasada, hubiera elegido por que palo lo metía. Arriba, como una isla rodeada de piratas, estaba el Kun Agüero, siempre hambriento y pundonoroso, vaciándose físicamente, que fue de más a menos.

El Atleti parecía un equipo serio y concentrado como visitante en un campo difícil. Tenía el partido controlado y había gozado de las mejores ocasiones para marcar, abundando en la mejora que se observó en Mestalla, donde se empató in extremis un partido en el que se hicieron méritos y ocasiones suficientes para ganar. Y en esas se lesionó Roberto. Nuestro espigado guardameta, repescado del Recre en una extraña operación este verano, sería el jugador con peor suerte del equipo de no existir el pobre Juan Valera. Roberto se resintió al despejar una cesión atrás y, poco después, se rompió definitivamente tras despejar con apuros un balón que entraba pegado al larguero. Tiene para cinco semanas de baja. La lesión de Roberto posibilitó la entrada –y, de paso, el debut con el primer equipo- de David De Gea, un portero con cara de niño del que venimos oyendo hablar maravillas casi un lustro, pese a que el año pasado perdió la titularidad en la Selección Sub-20 y en el Atlético de Madrid B. Quedó claro, visto lo visto, que De Gea es un portero sobrio, con buena colocación, buenos reflejos, buena salida por alto así como listo y rápido para lanzar las contras. Son las cosas que pasan en este equipo: el tercer portero, el que se iba a ir cedido al Valladolid, al Numancia o a la Unión Deportiva Las Palmas porque no convence a un señor con gafas necias que no entiende muy bien lo que es el Atlético de Madrid, va a ser el portero titular en el momento más delicado de la temporada, incluyendo la visita a Stamford Bridge. Esperemos, por nuestro propio bien, que siga en la línea de lo mucho bueno que mostró en Oporto.

Tras la ducha, el Atlético se fue aún con más claridad a por la victoria, ahogando a un Oporto que, para desesperación de su técnico, caía una y otra vez en el fuera de juego. Los rojiblancos acumularon cuatro oportunidades claras, incluyendo un trallazo de Ujfalusi tras la mejor jugada colectiva del partido, que Helton mandó a corner con apuros. Simão lo botó bien esta vez, templado y al balcón del área chica, y el buen testarazo de Juanito se fue levísimamente por encima del larguero. Otra más, la más clara, que no entraba. Maxi Rodríguez entró por Simão y el Oporto, presionado por su público, empezó a probar a De Gea con lanzamientos lejanos. El jovencísimo e imberbe guardameta respondió con agilidad y temple. Y en esas llegamos al fatídico minuto 30. La bestia parda brasileña encara a Luis Amaranto en el pico del área, se va, remata con la diestra al muñeco y De Gea repele dejando el balón muerto en el borde del área pequeña, la bestia parda brasileña intenta engatillar con la zurda pero la pifia y se queda con el balón muerto a sus pies, se la da con la diestra a Radamel Falcao que marca de tacón, al estilo de Rabah Madjer, aquel fabuloso delantero argelino del Oporto que ganó, junto a Paul Futre, una Copa de Europa. Ahí acabó el partido. Quedaban todavía 14 minutos, pero el encuentro estaba sentenciado. Abel Resino, que tenía a Sinama el Ignoto preparado para saltar al campo, lo sentó y metió a un tal Reyes por el medio intrascendente José Manuel Jurado. Todo daba ya igual, incluso esas rarezas. El Oporto, para más INRI, se permitió marcar un segundo tanto tras un saque de corner rematado maravillosamente por Bruno Alves que se impuso en las alturas a Pablo y Juanito. Rolando sólo tuvo que empujar a la red el balón repelido por el poste.

Y, así, cariacontecidos, volvemos al principio de esta apresurada crónica: el Atlético ha jugado siete partidos de competición y todavía no ha ganado ninguno. Nuestro capitán de facto juega ahora en el Everton, nuestro todocampista con galones y carácter tiene un pie roto, nuestro canterano más carismático trata de acelerar su recuperación tras una operación de cadera y nuestro Mariano se recupera de un accidente de coche que le pudo costar la vida. Tenemos al portero titular y al único central zurdo de la plantilla haciendo turismo por Egipto, mientras el entrenador-pantalla, cuestionado desde el primer día, entrena con catorce futbolistas, incluyendo a un tal Reyes, al medio pelo gaditano, a Sinama el Ignoto, al muy tocado físicamente capitán del equipo y a un señor muy raro, del que uno no sabe bien que pensar, que se llama Cleber Santana.

Total que, en estas circunstancias, el aficionado atlético –pobrecito él- se prepara, tan contrito y temeroso como iracundo, para recibir el sábado a las diez de la noche al Zaragoza en el estadio Vicente Calderón. Y ya hay aficionados atléticos –pobrecitos ellos- que piensan que si después de tanto clamar al cielo sin respuesta y de tanto ver cerradas las celestiales puertas, habrá de ser el cielo quién responda de sus actos en la tierra. Porque esto, señores, empieza a parecerse demasiado a una tragedia.