jueves, 24 de septiembre de 2009

De cómo pisar esa piel de plátano que todo el mundo ve

Cuando todo el mundo pensaba que podía pasar lo impensable, pasó. El Atleti tiene estas cosas de siempre, pero aunque se ven venir sigue y sigue empeñado en cumplir las tradiciones.

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- Toc, toc, ¿Hola? ¿Se puede?
- Hombre, Armenteros, sí, pase, pase.
- Hola, buenos días. No, que era para decirle que el inventario ya está acabado y que tenía Vd razón, que todas las gomas de borrar blancas huelen a nata y las que son mitad azules y mitad rojas valen para lápiz y bolígrafo, pero la parte azul rasca el papel y lo deja hecho un asco, esto téngalo Vd en cuenta. Está todo apuntado aquí.
- Ah, vaya, sí, es un problema, me lo temía. En fin, gracias Armenteros, muy bien.
- Y otra cosa. Ya he terminado el informe que me pidió sobre la diferencia entre el bonito y el atún. Aquí lo tiene encuadernado, y aquí le dejo dos latas, una de cada. En aceite.
- Ah, sí, caramba, Armenteros, sí, muy diligente. Y qué rápido. Con que lo hubiera acabado esta tarde valía.
- Sí, bueno, justo de eso quería hablarle. Esta tarde tendré que irme un poco antes, a y media en vez de a en punto.
- Ah, ¿y eso?
- Bueno, verá, es mi cuñada, está mal, la pobre. Le quitaron dos muelas del juicio pero al parecer la raíz era larga y al extraerlas le han desplazado el páncreas hacia arriba. El páncreas ha comprimido el pulmón y se le ha aflautado la voz y ahora habla como Valerón. Esto le ha agravado la depresión que le entró cuando pidieron un autógrafo creyendo que era Falete y está medicada en casa, hecha polvo. Hoy voy a verla con mi mujer, son hermanas muy próximas, no puedo decir que no.
- Anda ... bueno, qué se le va a hacer, Armenteros, la familia es lo primero y la salud no digamos.
- Muchas gracias, oiga. De todos modos mañana vendré un poco antes para recuperar el tiempo y acabo de ordenar los post-its por tonalidades, de tonos fríos a cálidos, como a Vd le gusta.
- Muy bien, adiós Armenteros ... por cierto, Armenteros
- ¿Sí, jefe?
- Vaya Vd a visitar a su cuñada enferma a y cuarto en vez de a y media y así de paso se manifiesta en la Puerta Cero en mi nombre.

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Llegó la afición al campo directa de la oficina y la grada del Calderón iba mitad de rayas rojiblancas mitad de traje y corbata y los vecinos de localidad no daban crédito. Caramba, oiga, qué traje más elegante, es de corte italiano ¿no? La verdad es que se me hace raro verle así, casi no le reconozco, ya estamos acostumbrados a verle con la camiseta de Metallica y el penacho de plumas, así de traje como que no le hacía yo. Si, ya ve, es que soy el notario de Pozuelo.

Llegó la gente en tropel y con la hora pegada, dejando el coche en cualquier sitio y discutiendo con los policías municipales de Madrid, posiblemente los policías municipales peor educados del globo por encima incluso de los de Kioto, Riga y Bratislava, que hasta ahora lideraban el ranking gracias a su querencia al escupitajo y el pellizco de monja durante los reconocimientos. Los policías municipales de Madrid, ya lo saben Vds, llevan unas espaditas láser que valen para todo y van de dos en dos y uno hace de bueno y otro de malo, como en las películas. Uno es mayor y con canas y se muestra firme pero comprensivo, y a su vera va otro joven con patillitas y gafas de diseño que le mira a uno así como con desprecio mientras le lanza a la cara expresiones de esas que sólo usan los policías como mostrar la documentación o autoridad competente, qué ironía esta última. Los policías municipales de Madrid gesticulan mucho y ponen cara de mandar una barbaridad y se dirigen a uno como si uno fuera malo malísimo y, además, tonto. El cuerpo entero de la policía municipal de Madrid se ha ganado la reputación de conducir en moto con aire desafiante y maneras más correspondientes a un detenido en potencia que a un representante de la ley. Si a Madrid le dan las olimpiadas habrá que tener cuidado porque la policía municipal lo mismo hace un control que atasca el maratón o riñen a los vallistas por llevar tantas cadenas o hacer tonteriítas a las cámaras antes de salir, aunque bien pensado esto último estaría muy bien.

Salió el Atleti al césped y según salía se paró un momento al ver al rival. Es turquesa, decía uno, no, es verde agua, contestaba otro. Azul aguaviva, quizás, terciaba un tercero casado con una mujer con gusto para las cortinas. Era el Almería, por si no lo habían intuido. Salió el Atleti con Roberto vestido de sobrio negro zahíno y con Pablo y Juanito en el medio de la defensa. Con Perea, y Cleber, y Jurado, y Sinama y con todo esto la afición dijo no sé, no sé y se remangó un poco los pantalones del traje y se sentó no sin antes sacudir un poco la mugre del asiento con ese acto reflejo que caracteriza a los que acuden con frecuencia al Calderón. Y casi no se habían sentado y ya habían llegado los diminutos delanteros del Almería a asustar a Roberto y a obligar a la afición a añadir un no sé más y acabar diciendo no sé, no sé, no sé yo.

Transcurría el partido con aires de tostón venidero cuando a Forlán le hicieron penalti. ¡Penalti!, se grita en estos casos. Es raro ver que a Forlán le hagan una falta, piensa uno: no sé si es porque la da rápido, porque la conduce poco, porque no hay quien le pille corriendo o porque es más listo que el resto, pero mientras uno está harto de ver cómo le aporrean los tobillos a Agüero, la imagen de Forlán recibiendo una falta no es tan familiar. Eso sí, esta vez pareció claro y el propio Forlán se acercó a tirarlo. Desde la grada de lateral dio la impresión de que el portero no estaba centrado y le invitaba a Forlán a tirar por el lado que tiró. Y tiró fuera, quizás empeñado en ajustar tanto el balón que acabó echándolo a los fotógrafos. Forlán fallando un penalti, uyuyuyuyuy no sé no sé no sé yo, la cosa no pintaba bien.

De vuelta al partido, la grada se iba fijando en el Atleti: en el trotar cansino de Cléber cuando no tiene el balón, siempre unos metros por detrás de donde uno piensa que debería estar; en la inseguridad cercana al pánico que muestra Perea cada vez que tiene que jugar el balón aunque sea pocos metros; en la aportación al ataque de Sinama, ovacionado al ser más tarde sustituido entre multitud de signos de interrogación flotantes situados sobre la cabeza de muchos aficionados. Se fijaba también en las rayas laterales, que últimamente parecen más alejadas de la publicidad, quizás haciendo el campo más estrecho siguiendo instrucciones del osado Abel. El seguidor se fijaba en el partido y lo que veía le hacía complicado conservar la atención. Como no pasaba nada, la mente del aficionado colchonero se evadía y pensaba en dónde había dejado el coche, en si tendría una multa, en las patillas del joven agente de la policía municipal que le miraba con aire de superioridad, en aquella vez que vio rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. En todo esto pensaba el aficionado colchonero cuando su despiste se vio interrumpido por un gnomo irlandés. Éste no resultó ser tal sino Crusat a la carrera, haciendo un pase a Piatti que acabó en gol. Cero uno, uy qué mala pinta.

Tuvo suerte el Atleti y al poco tiempo empató Cléber tras un rebote. Cléber, que lo celebró así como con cara de ofendido por tantos abucheos recibidos, anduvo ayer más activo y tiró y cabeceó y apareció más. Un seguimiento exhaustivo de su juego, eso sí, muestra una actitud entre el despiste y la desidia cuando la pelota la tiene el rival. Algo parecido le pasa a Jurado. Jurado, que ayer destacó entre el petardo general, intenta regatear y desbordar e inventar cosas que no sean sota, caballo y rey, que es lo que deben hacer los centrocampistas según el manual de instrucciones. Sus aciertos, que los tiene, cobran un relumbrón especial cuando, como ayer, el resto está más gris que otra cosa: Maxi y Assunção estuvieron especialmente espesos y Sinama, como siempre, estuvo bastante Pongolle. Tiene también Jurado una preocupante tendencia a desentenderse del repliegue cuando la iniciativa cambia de bando y carece aún de peso en el juego del equipo. Es decir, hace unas cuantas cosas bien y otras cuantas cosas mal. Aún así, cuenta con el apoyo incondicional de la prensa, lo que se traduce en entusiastas ovaciones cuando se dirige al corner a hacer un saque de esquina; fuentes del servicio de inteligencia de la hinchada no han sabido aún esclarecer si estos aplausos son un reconocimiento al buen hacer de Jurado o una muestra de júbilo ante el hecho de que no sea Simão quien saca de esquina flojito y a dos metros del primer palo, como suele hacer últimamente.

Con uno a uno se llegó al descanso y la gente aprovechó para dormirse un rato. Empezó el segundo tiempo entre ronquidos y algún monólogo de un señor dormido y al poco tiempo se vio algo que hacía unos partidos que no se veía: un centrocampista presionando. Achuchó Jurado a un rival, éste despejó mal y Jurado realizó un pase con el costillar a Forlán, quien marcó sin piedad y con la rabia del que ha fallado un penalti. Y a partir de ahí, el Atleti decidió que había ganado el partido y que no había más que hablar. Ya está, señores, hemos ganao y sanseacabó, no me anden ahora con ataquitos, hasta aquí hemos llegado, hala, a cenar. El Atleti tiene estas cosas, que no son nuevas, y toma decisiones sorprendentes. El Almería, es cierto, no parecía poder hacer daño pero había avisado y había mostrado las miserias de la defensa en al menos dos ocasiones. Pero el Atleti tiene estas cosas y aún sabiendo que Assunção está empeñado en hacer grande a Raúl García durante su ausencia, a pesar de que Maxi anda perdido y Simão también, a pesar de que Cleber y Jurado dejan muchas dudas a la hora de contar con ellos para cerrar un partido con brega en el medio campo y a pesar de que los centrales habían declarado a gritos durante todo el partido que como a los bajitos delanteros rivales les diera por correr se iban a pasar fatigas, decidió que había ganado el partido. Menudo es el Atleti para estas cosas.

Se fue Forlán y salió Agüero a ver si cazaba alguna, y salió Simão y salió Koke. Estos dos últimos anduvieron especialmente espesos y sobre todo Koke, canterano cuyo nombre no consigue pronunciar nadie en el estadio sin decir inmediatamente después ¿Keko? Quizás confiado en la poca pegada del rival, quizás convencido de que el apelotonamiento de medios centros era la mejor manera de evitar el ataque rival, Abel echó el equipo unos metros para atrás en una maniobra que recordó a los peores momentos de algún predecesor en el cargo de segundo apellido Veteyá. El Atleti reculó, el Almería se echó hacia adelante viendo que quedaban diez minutitos y sobre el Calderón volvió a volar, como tantas tardes, la sombra del Cuarto de Hora Maldito, también llamado "El Ratito". La afición, que sabe de esto, añadía uyuyuys y nosénosés a las expresiones del primer cuarto del partido y por su mente pasaban recuerdos de Ratitos malditos en los que se han visto calamidades. En un ataque por la derecha del Almería en el que Simão, despistado, dejó en buena posición a tres o cuatro rivales, el Almería cumplió con el ritual del Ratito y empató el partido que el Atleti había decidido que él mismo había ganado hace un rato. Dos dos, final, el Atleti tiene dos puntos de 12 posibles y la autoestima por debajo de los suelos.

El Atleti va ahora a Valencia, y llega entre augurios de un nuevo batacazo y un partido memorable de Banega, ya saben Vds cómo son estas cosas. El Valencia, que anda a la gresca interna, parece un rival complicado aunque con estos equipos nunca se sabe. Tampoco se sabe nunca con el Atleti, equipo que parece haber perdido la estructura y el alma desde que se fue Raúl García, un jugador poco valorado por la grada pero que parece más necesario cuanto más tiempo falta. Hasta ahora el Atleti firma un principio de liga lamentable, con una imagen lamentable y unos resultados lamentables. Con este panorama y por si faltaba algo, la prensa empieza a volver al redil y, tras atizar a directiva y cuerpo técnico con montones de argumentos de peso, habla ahora de afición desquiciada y comportamiento cainita, de unidad ante la adversidad y de fidelidad a los colores a fuerza de silencio y resignación. Lo que nos faltaba, claro: a partir de ahora, ya lo saben, la culpa es de Vds.

domingo, 20 de septiembre de 2009

De cómo esperarse un desenlace y, aún así, cogerse un berrinche

Llegó el Atleti al Nou Camp a ver qué pasaba y salió peinado a raya, pero con peor pinta de lo que la expresión indica.

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Visto lo visto, el seguidor colchonero medio no esperaba sacar nada demasiado positivo del Nou Camp. Tras perder con el Málaga y no poder con el Rácing y el Apoel, tampoco había que ser un lince para suponer que contra un equipo como el Barcelona la cosa estaría más bien complicada. Y eso que antes, cuando el Atleti era el Atleti y las gaseosas tenían cierre de metal, el seguidor atlético nunca iba a los sitios sabiendo a ciencia cierta lo que iba a ocurrir. El Atleti era un equipo que se caracterizaba por ser imprevisible, sí, por poder ganar al más grande y dar lecciones de juego y perder al día siguiente contra el último de la clasificación por goleada. Sí, eso era el Atleti y a veces lo sigue siendo, y da igual que cambie la marca patrocinadora, el entrenador, media platilla y la contrata del bar de los pasillos. Pero es que encima había otra cosa que caracterizaba al equipo. Daba igual que estuviera bajo, en mal momento o que se enfrentara a un gigante. El Atleti, por apocado que estuviera, salía rabioso como un pitbull y nunca dispuesto a dejarse pisar por grande que fuera el rival. Podría perder o salir goleado, pero la tensión que ponía en cada choque, en cada balón disputado o en cada ocasión de peligro impedía que el rival se relajara, se sintiera cómodo y mucho menos que sonriera durante el partido. Ayer, durante un buen rato, los jugadores del Barça, un equipazo por cierto, sonreían y hacían comentarios jocosos mientras jugaban contra el equipo que ahora lleva la camiseta que antes daba pánico. En fin.

Por cierto, ¿es Nou Camp o Camp Nou?
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En un partido en el que el Atleti se jugaba mucho, y no sólo tres puntos que eran importantes pero muy improbables, el equipo salió vestido de marinerito y pidiendo la hora. Salió el Atleti con pantalón rojo, que hay que joderse y perdónenme la expresión, y con un equipo raro. El equipo que hay, por otra parte, con Perea de lateral y Pablo de central, con Jurado de pivote defensivo, que hay que joderse y perdónenme la expresión, y con los cuatro de delante, los que no se pueden quitar nunca porque son lo mejor que tenemos, los que aunque no estén bien no tienen competencia que les haga apretar los dientes, los que a estas alturas deben estar hablando con sus agentes y diciéndoles oye a ver si ves algo por ahí, que esto es lo que hay y estamos en año de mundial, que esta gente no va a invertir nada en mejorar el equipo sino más bien lo contrario, que me queda poco tiempo de fútbol y no estaría mal un buen contrato en un equipo competitivo, sí, aunque sea en diciembre, que sí, que da pereza, pero más pereza da lo que tenemos por delante con este equipo a menos de que cambie todo y no tiene mucha pinta. Salió pues el Atleti con estos cuatro delante y, como único recambio para casi todos ellos, con Sinama Pongolle; es que hay que joderse, oiga, y perdónenme la expresión.

Salió el Atleti con un equipo basado en su equipo titular pero con un par de remiendos, que se antojan pocos viendo lo que puede pasar, y sobre todo con un remiendo en la portería. Asenjo, fichaje estrella de la temporada, está concentrado con la selección sub-20 para nada menos que seis partidos, con Oporto y Valencia a la vuelta de la esquina, que es algo en lo que no había caído Pitarch al ficharle; debía estar probándose gafas cuando el agente de Asenjo se lo dijo por el móvil. El Atleti ha fiado toda la temporada a un portero sub-20 que tiene como suplente a otro portero de su misma edad que llevaba meses sin jugar un partido oficial y varios años sin jugar en primera división, donde sólo jugó una vez. Roberto se llama el pollo, y parece aún más grande de lo que es cuando va de naranja. Ayer, gracias a la calamitosa política deportiva del Club, fue lanzado a los leones delante de toda España con la misión de no encajar goles contra un equipo que alinea a Messi, Ibrahimovich, Henry, Xavi, Iniesta y Alves en su primer partido en serio en meses. En dos minutos le marcaron un gol que pudieron ser dos, y luego le cayeron otros cuatro. Y aún así, aunque parece que pudo hacer algo más en algún gol, aunque quizás tuviera una ocasión histórica para emerger como un grande en medio de la adversidad, aunque la gente se acordara de Asenjo, de Reina, de Molina y hasta de Elduayen durante todo el partido y sobre todo el primer tiempo, Roberto no nos pareció responsable de nada. Más bien, otra víctima más de este equipo hecho sin pies ni cabeza ni inteligencia ni profesionalidad ni amor por los colores ni ganas de agradar ni las más elementales reglas de la lógica o la decencia. Con Roberto puede que se haya hecho lo ya hecho antes con varios canteranos del Club: quemarles antes de tiempo, dejarles a los pies de los caballos sin darles antes partidos, pedirles que den el do de pecho en partidos demasiado complicados para debutar, exigirles estar a la altura contra los grandes sin tener minutos contra los más asequibles. Ver los primeros pasos de los canteranos era algo normal en el Calderón antes, cuando se pensaba en algo más que en los próximos tres minutos y el equipo titular no era lo único que podía ofrecer garantías de no ser vapuleado por el primero que llegase por el Manzanares. Roberto, que ha debido pasar una mala noche, aparece hoy en la prensa con cara de susto y de pasar un mal rato en su partido de debut. No estaría de más que la afición tuviera un gesto el miércoles cuando debute en casa; lamentablemente, los precedentes indican que el pobre se llevará una bronca mientras los responsables de su fichaje hacen desplantes a la afición con esa chulería que ni los más sagaces alcanzan a entender de dónde nace.

En fin, a lo que íbamos. Contra el Barcelona, equipo contra el que se han hecho partidos memorables, y en el Nou Camp, donde los goles de Torres y el regate de Caminero, salió el Atleti con actitud y vocecita del coro de niños de Betty Missiego. Hola, hola, uy, Messi, qué ganas tenía de conocerle, ¿me dará luego su camiseta? ¿no? ¿Una foto, al menos? Bueno, vale, gracias, lo que Vd diga, oiga, no es Vd tan bajito, no crea. Cuando el Atleti había terminado de dar las gracias por la hospitalidad y lo cuidado que estaba el césped, Henry pegó un tiro al larguero y dejó claras las cosas. Un minuto después, Ibrahimovic dejó claro que el Barça quería ganar y no sólo servir té. Ibrahimovic, algo despistado, algo fuera del juego del resto, necesitó un balón para marcar un gol y ya lleva varios a pesar de no jugar bien. El Barça metió un gol tras tres o cuatro toques y dando la sensación de que caerían más y no sería complicado. Y no lo fue. Un ratito después Xavi metía un pase estupendo, Perea miraba desde el otro lado cómo caía la bola, Messi se hacía con ella y hacía caerse a Roberto levantando una ceja. Dos cero a los quince minutos, demasiado fácil, demasiado previsible, demasiados partidos iguales en los últimos años.

Con dos cero y poco esfuerzo el Barça empezó a sonreir. También a dejar un poco de pensar en su retaguardia, y el Atleti tuvo alguna ocasión de marcar un gol que habría eliminado la sensación de que se avecinaba un paseo militar. Pero delante no andaban con muchas ganas. Sólo Agüero parecía pelear con la convicción de sus últimos partidos, Simao no parece en su mejor momento y Maxi, que apareció en algún momento y en muchos otros no, pudo marcar pero tiró al lateral de la red. Con Piqué renqueando y Chygrynskiy dejando dudas sobre su velocidad y concentración, quizás el Atleti pudo pensar en marcar. Pero tras los delanteros, Assunçao y Jurado se antojaban poca cosa para parar al medio campo del Barça, lleno de calidad y recursos. Assunçao parece haber perdido una buena parte de su aportación desde la lesión de Raúl y Jurado, muy alabado por la prensa últimamente, alterna pases con intención y llegadas al ataque en segunda línea con sus tradicionales pérdidas, regalos de oro para los rivales. Si Jurado recibiera un caramelo por cada acción de mérito y un pellizco por cada pérdida, nos tememos que a este ritmo acabaría la liga amoratado pero, eso sí, sin caries.

Tras una falta sobre Messi, marcó Alves de balón pegadito al palo al que quizás Roberto pudo llegar. Cuando se había visto un poco de luz sobre cómo llegar a la portería rival, volvía a marcar el Barça. Y volvió a marcar una vez más hacia el minuto 40 tras espectacular jugada de Messi delante de Pablo que remató con facilidad Keita. Pablo, más activo en el segundo tiempo cuando defendió más cerca del medio campo, aparece hoy en los resúmenes siendo desbordado en el primer y cuarto gol, haciendo penaltis y faltas peligrosas y jugándose tarjetas y, aún así, a uno no le pareció que estuviera tan mal durante el partido. Cosas del directo, que dicen por ahí. Antes del final del primer tiempo, marcó Agüero tras regalo de Busquets y sin mucha oposición de Chygrynskiy, el jugador de quien probablemente más hablara ayer el responsable financiero del Barça. El Kun pareció desesperado a ratos, harto de lo que veía tras de él, peleando solo contra el mundo. No tuvo demasiada ayuda y acabó con problemas musculares. Tanto el hastío como los problemas musculares del Kun, de confirmarse, serían noticias demasiado malas para este equipo.

En el segundo tiempo el Barça decidió no jugar. Nada, no, ya está bien, cuatro uno, a descansar que esta semana hay muchos partidos. Para certificar el armisticio salió Cleber en lugar de Simao, desconocido en muchos ratos del encuentro. El partido se convirtió en partido-homenaje y salieron Iniesta y Márquez para que la gente aplaudiera otras cosas. La prensa habla de la mejoría del Atleti y de las graves carencias del Barça en el segundo tiempo, pero el que suscribe sólo vio un partido en el que los contendientes no tenían más deseo que el de irse a la ducha. Poco peleó el Barça, jugando en modo económico durante todo el partido; poco hicieron los jugadores del Atleti, que bastante tendrían con pensar por dónde se irían a casa para ser menos vistos y no recibir un tomatazo. Marcó Forlán tras un fallo defensivo del Barça y marcó luego Messi con la pierna mala tras una jugada entre Iniesta y Alves que dejó claro que entre la defensa del Atleti es fácil pasear sin mancharse ni sofocarse. Cinco dos, pudieron ser más pero la imagen pudo ser desde luego mucho más digna.

El presidente Cerezo, ese humorista, vende hoy un discurso positivo que habla de un mejor segundo tiempo del Atleti y de un futuro prometedor, despejado y casi brillante. Cierta prensa deportiva, con reconocida querencia a hacer de menos al Barça para así vender más juegos de sábanas, pretende hacernos pensar que el Atleti dejó pasar una buena ocasión de hacerle un roto a un Barça debilísimo en defensa. Al que suscribe, que es tonto, la sensación que le dio el Barça fue de no querer apretar, de que, de haber querido, podrían haber continuado con la exhibición y meter unos cuantos goles más pero la decencia les impedía cebarse en una tarea tan sencilla, igual que la discreción impedía a Pete Townshed terminar sus conciertos destrozando un timple canario. La única realidad es que el Atleti lleva un punto de nueve posibles y empieza a dar signos preocupantes de poder quedar descolgado demasiado pronto. El entrenador parece no tener recursos ni disponer de una plantilla suficiente (y esto no es su culpa). El equipo tiene un único once de más o menos garantías y en tres jornadas ha perdido a tres titulares entre ventas, lesiones y convocatorias para la sub-20. Peor aún, se empiezan a notar signos de desesperación y desidia entre los llamados a mantener el tipo, que parecen desesperados con lo que ven al girar la cabeza. Queda mucho y por estas situaciones ya hemos pasado, pero las sensaciones que el equipo transmite son bastante peores de las que teníamos a estas alturas el año pasado. Esperemos que esto cambie, y pronto.

domingo, 13 de septiembre de 2009

El preocupante anuncio de una temporada larga, larga

Salió el Atleti a mejorar la imagen dejada en Málaga y, al final del partido, la afición reclamaba llevar al equipo al tinte. Y eso que antes del partido, la afición ya había reclamado limpiar de una vez el palco.

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Es importante tener un amigo farmacéutico para que le diga a uno qué le conviene tomar para evitar la gripe A. También es importante tener un amigo abogado que le explique cómo lidiar con un inquilino o un casero, o cómo reclamar al taller por una factura altísima y un montón de filtros nuevos que el coche parecía no necesitar. Es casi más importante tener un amigo que esté a la última en música, cine y libros y le tenga a uno informado de qué le va a gustar y qué no, qué debe probar y qué debe ignorar. Es esencial tener un amigo que conozca cómo llegar por carretera a los sitios más inaccesibles y que tenga la suficiente experiencia e información como para indicarle a uno dónde están las mejores ventas, bodegas y ambigús de la comarca. Es importante tener un amigo que tenga contactos en el sector, y otro que tenga contactos en la autoridad, uno que tenga una agencia de viajes y otro más que tenga un bar. Uno que sepa de coches, otro que sepa de vino, uno que tenga una finca, otro que sepa el camino que te lleva hasta tu casa cuando escasean los taxis y uno está en el quinto pino. Uno que organice fiestas, otro que organice cenas, uno más que lleve el fondo y uno que tenga una vespa. Todo esto es importantísimo y esencial, pero lo verdaderamente crucial, la clave de todo, lo importante entre lo importante es tener un amigo que sepa hacer bien el rabo de toro. Y no es fácil, que de esos no hay muchos. No es fácil, no es fácil, oiga.
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Hacía en Madrid un día de esos de final de verano en los que uno no tiene claro si lloverá o hará un calor horroroso y la afición, sabia y con amplios conocimientos de meteorología, se decantó mayoritariamente por lo segundo y fue al campo con pantalón corto y camiseta. La excepción, que siempre hay una, fue un señor con gafas que llevó un chubasquero en previsión del ataque de un huracán tropical y casi muere hervido en su propio jugo cual pescado en papillote. Esto ocurría en un día en el que jugaba el Atleti a las seis, hora poco habitual, y además se estrenaba el equipo en casa tras una derrota bochornosa en Málaga, tras dos semanas de ocupar el último puesto de la clasificación de liga y tras semana y media convulsa en la que la prensa, sin saber muy bien por qué, había reaccionado al unísono y de una vez por todas contra la directiva del Atleti. Las cartas abiertas y semi-cerradas del ente teórico conocido como Gil Marín, las ya habituales chulerías fuera de tono de Cerezo, la chulería menos justificada aún del incompetente Pitarch (quizás familia del igualmente inepto y altivo Villeneuve, por cierto) y el rosario de cartas, contra-cartas y descartes de la Agrupación de Peñas Atléticas habían convertido un suceso que dejará poco peso en la historia deportiva del Club - esto es, la salida de Heitinga - en el detonante de una revuelta esperada desde hace mucho tiempo y justificada desde hace mucho más.

Así que a las cinco, cuando amenazaba tormenta y España quedaba en evidencia ante Turquía, salió el Atleti y se colocó donde le dejó la fuerza pública. No lo hizo vestido con la camiseta oficial de la temporada, sino mezclando camisetas titulares y suplentes, camisetas de peñas y de equipos de aficionados, camisetas azules y rojiblancas y hasta alguna de esas de rayas amarillas y azules que parecían de Rosario Central. No salió plantado según un clásico 4-4-2 ni con un 4-3-2-1, ni siquiera con un 4-2-3-1. Lo hizo así como Dios le dio a entender, primero de forma más ordenadita, luego más así a lo ancho y al final, sobre la marcha, como buenamente pudo. Porque no es fácil organizar a once jugadores, no, de eso puede dar buena fe Abel, que a veces anda perdido; pero organizar primero a dos o trescientos, luego a mil y pico y al final a cuatro o cinco mil de forma que quede un dibujo reconocido y una táctica ortodoxa es algo que sólo consiguen en Corea del Norte y tras muchísimo ensayar. El Atleti salió por tanto como le dio la gana, se reunió donde le dejó la policía, marchó por fuera del campo diciendo lo que no le dejan mostrar en las pancartas dentro y se quedó más ancho que largo, se quitó un peso de encima y quitó razones a los prestidigitadores de ondas y prensa que intentan tapar con chascarrillos y medias verdades la situación en la que vive la entidad y el cabreo monumental que llevan aquellos a los que les importa de verdad el Club más allá de canapés, palcos vip, viajes pagados e historias en poli piel con las que adornar la boisserie.

Entró el Atleti esta vez cinco minutos tarde al campo donde, qué cosas pasan a veces, habían salido los jugadores del Atleti vestidos con la camiseta oficial de la temporada cinco minutitos antes. Esperó el Atleti en los vomitorios y vio al equipo rival vestido de dos colores, con una equipación con aire de túnica de caballero medieval y una media de cada color. Se maravilló el Atleti aún desde los vomitorios de que el rival llevase esas medias y, sobre todo, de que ningún jugador visitante se hubiera equivocado de pierna y llevara las medias cambiadas. Tanto orden asombró al Atleti, quien se preguntó en su fuero interno cuántos jugadores de su propio club serían capaces de distinguir con acierto en qué pierna iría cada media si algún año a la Marca le da por vestir a la soldadesca de esa guisa, y rápidamente pensó en Reyes. Echó entonces el Atleti media sonrisilla ladeada, levantó mucho las cejas, dijo para sus adentros "en fin" y subió a su asiento al ver que ya habían pasado los cinco minutos de marras.

Se fijó entonces el Atleti en el Atleti del campo, y se aflojó un botón del cuello de la camisa y tragó saliva y dijo glups. El Atleti sabe que este año el Atleti tiene una plantilla cortísima, sabe que tras el primer partido se ha lesionado un titular y se ha vendido a otro y que las grandes estrellas del equipo, las que sujetan los palos del sombrajo, tendrán que jugar partidos y partidos internacionales durante toda la temporada. Todo esto lo sabe el Atleti, que se temía lo peor, y aún así tragó saliva y dijo glups nada más ver el equipo titular. La baja de Heitinga, la lesión de Raúl García y Maxi y la fatiga del Kun y Forlán dejaron al Atleti con la media del Mallorca, un central del descendido Betis, un lateral suplente del Racing, un interior que ya no está ni para el Recre y un portero prometedor, del Valladolid, que además se irá cinco o seis partidos en cuanto coja la forma. La planificación deportiva del Club tiene estas cosas, pero cuando el Atleti protesta el responsable técnico se pone chulo, la prensa se pregunta que de qué se queja la muchachada y el presidente hace gala de su sentido del humor martinezsórico de dictadorzuelo seguro de sí mismo para decir que si alguien se manifiesta será para darle las gracias. En fin.

Empezó el partido y varios miopes radicales, gran cantidad de pacientes de cataratas y al menos una centena de invidentes santanderinos tuvieron claro que la banda derecha del Atleti era una perita en dulce. Y, aún así, poco hizo el Racing. Empezó el Atleti jugando con cierta sensación de solidez que parecía más basada en la debilidad del rival que en el mérito propio; pero, aún así, daba la sensación de que el Atleti se llevaría el partido, si no por mérito, sí por jugar en casa, por inercia, por ley de la gravedad. Tiraba a puerta Cléber, tranquilo hasta la lentitud y con pocos agobios, y tiró a puerta Assunção, perdido e impreciso sin Raúl a su vera. Jugando con un único delantero, Agüero, el juego de ataque del Atleti tuvo un protagonista nuevo: Jurado. Jurado hizo cosas, tuvo ideas, intentó sorprender, cambiar el aire. Si el Atleti juega con un punta y dos medio centros defensivos, quizás Jurado tenga sitio; eso sí, parece que sólo entonces. Porque Jurado intenta cositas y tiene ideas, pero pierde muchos balones y corre más bien poco en la recuperación. Durante fases del primer tiempo nadie supo bien de qué y dónde jugaba, pero cuando le llegaba el balón destacaba un poco. Si fue mérito suyo o demérito de sus compañeros es otro cantar. Porque ayer Simão no estaba, algo poco frecuente, y Sinama ayer no estaba, algo demasiado frecuente. Sinama no sabe tampoco a qué juega, y pulula por el campo con el aire insolente del que reclama una oportunidad sin caer en la cuenta de que ya ha tenido treinta o cuarenta. Vista la actitud de Sinama, uno se pregunta por qué no sale un canterano en su lugar para que al menos corra y alegre las pupilas de la hastiada afición colchonera trotando por esas bandas que, quizás sea un efecto óptico desde la grada de lateral, parecen más estrechas que hace unos meses. Milagros de la cal, serán.

Y tras Sinama, Valera, esto es, la nada. Valera lo intenta y lo intenta y le sale todo bastante mal. Justito de calidad y también de fuerza a pesar de su físico, empezó nervioso y acabó pidiendo unas vacaciones en un balneario. Su apoyo ayer fue Sinama por delante, toda una traición, y Juanito a su costado. Juanito, concentrado y voluntarioso, evidencia controles catastróficos y falta de rapidez en algunos lances. Si Assunção no tiene el día como ayer y su último apoyo es el ralentizado Cléber, la sensación que esa zona de la defensa transmite es que con muy poco se puede hacer un lío importante. De hecho ayer pudo el Racing marcar un par de goles en el primer tiempo casi sin querer, aunque su delantero centro, educadísimo, no quiso aprovechar la ocasión y rechazó el regalo del anfitrión para no hacer un feo en día de protestas. Así pintaba el Atleti en el primer tiempo y, cuando éste acababa, marcó Jurado desde fuera del área. El Atleti comprendió rápidamente que sí, que iba a ganar por gravitación universal y se fue un momento a por tabaco. El Racing aprovechó que el equipo local buscaba cambio y marcó un gol justo antes del final del primer tiempo con media defensa al trote, un gol de esos que debería conllevar que el Atleti en pleno pasara seis horas de cara a la pared y con orejas de burro. Uno uno al descanso, hay que ver qué cosas hace este equipo.

En el segundo tiempo salió Forlán y se fue el Kun. Si durante el primer tiempo Agüero fue el único que pareció tener peligro y ganas de crearlo, con Forlán pasó lo mismo. Tiró al palo una falta, tiró al cuerpo del portero rival tras una buena jugada con Jurado, tiró a puerta un balón que nadie supo bien de dónde caía, tiró, tiró y volvió a tirar como los peces en el río pero nada. Y eso que nada más empezar el segundo tiempo se quedó el Rácing con uno menos por una roja excesiva y el Atleti tenía tiempo para marcar. Pero el Atleti es a veces el Atleti que conocemos y no queremos y pasó todo el segundo tiempo jugando contra uno menos sin que se notara. No pasó apuros el Rácing, que en un par de ocasiones se fue para adelante tocando el balón, ni asedió el Atleti con las ganas que uno le pondría si llevara esa camiseta. Sólo Keko, que salió a mediados del segundo tiempo y por cierto fue ignorado en varias acciones por sus compañeros, parecía querer cambiar las cosas. Se fue Jurado y el equipo perdió claridad de ideas, salió Reyes y se apagó del todo la lucecita. El Atleti de ayer no tenía capacidad de pensar, ni de romper, ni de lanzarse a pecho descubierto, ni de engañar al rival. Un Racing con diez se bastó para parar al Atleti, evidenciando las carencias del equipo y anunciando una temporada larguísima para la hinchada. Otra más, por cierto.

El Atleti ha sumado un punto contra dos equipos contra los que hay que sumar al menos cuatro, y esto no ha hecho más que empezar. El equipo tiene nueve o diez titulares y no tiene margen de error. Nadie se puede lesionar, nadie se puede equivocar y ser sancionado, el banquillo da más pánico que el rival. Agüero y Forlán tendrán que jugar demasiados partidos sin un reserva que aporte tranquilidad y mordiente. El centro del campo funciona si están todos, en cuanto falta uno el riesgo de catástrofe es mayúsculo. El lateral derecho parece un agujero negro, y hoy por hoy la afición se encuentra rezando por la vuelta de Perea y no se reconoce. No hay banquillo, no hay dinero para fichar y sí hay, qué cosas, cinco o seis chavales que parecen dotados para hacerlo mejor que aquellos que les cierran el paso. La afición agradecería la apuesta, los chavales agradecerían la apuesta y puede que el equipo también. Si este año que se antoja tan largo y tan lleno de sinsabores fuera al menos el año en el que se recuperó la cantera, algo grande habríamos ganado aunque quedáramos décimos.

lunes, 7 de septiembre de 2009

De la traición a la esperanza (pasando por el bochorno)

Nuevas aventuras en rojo y en blanco, esta vez sin salir de casa

Capítulo 1 - Entre la traición y el alivio

Hay cosas que gusta hacer por primera vez, como por ejemplo recibir el premio Nobel o ir a Astorga. Por el contrario, hay otras que no. Entre estas últimas está hablar en público, ir al urólogo y dar de baja el Abono Total. Porque a pesar de tener uno pensado y repensado y claro y hasta clarísimo que ha llegado el momento de hacer algo que no se había hecho antes, el momento de llamar y negar tres veces se hace difícil. Uno, que siempre estuvo allí y que siempre pensó que siempre lo estaría, no se encuentra cómodo dando un paso atrás y saliendo de la fila de los que esperan para hacer lo que siempre se ha hecho. Uno, que sabe que por más que los cabreos sean sinceros en el fondo son también pasajeros, estaba acostumbrado a acabar volviendo al redil y sacar de nuevo su abono y renovar todo lo renovable y pagar en el día del club y en el Villa de Madrid y en la previa de la Champions y hasta en la Expo Atleti. Pero esta vez no, esta vez estaba claro, pensado, meditado y decidido y, lo que es peor, dicho públicamente. Vamos, que no había vuelta atrás.

Y aún así, en el momento de llamar y de marcar los números de la fecha de la fundación del Club y de escuchar opciones que no interesan y anuncios de cosas que no deberían despistarle a uno y apartarle de su objetivo verdadero, uno se siente raro. Hola, mire, sí, querría dar de baja el Abono Total. Y uno escucha su propia voz diciendo cosas que pensaba que nunca diría, como aquella vez que dijo que le gustan bastantes canciones de Juan Gabriel, y le choca, la verdad. Le choca también que el que habla al otro lado del teléfono no ponga el grito en el cielo ante lo que acaba de oír, que no diga "no me diga Vd que también Vd se da de baja", que no intente por todos los medios hacerle a uno cambiar de opinión. No. El tipo que contesta al teléfono, cómplice involuntario de la conspiración y partícipe en la traición, se limita a preguntar el número de abonado con voz y actitud funcionarial, con aire de verdugo, de matarife sin sentimientos. Ya está dado de baja, dice, hala, ya está, oiga. Bueno mire, ya sé yo que Vd se limita a contestar al teléfono y no toma decisiones y que a Vd no le pagan por oír quejas, pero entiéndame, a alguien tengo que decirle yo por qué no me abono a la Champions, en algún sitio tengo yo que dejar constancia de que esto es un acto de protesta y no otra cosa, que no lo hago por mi propia voluntad sino forzado por las circunstancias, que si el Atleti fuera el Atleti no intentaría yo esta última forma de hacer presión, de reivindicar una gestión honesta y un trato digno al socio sino todo lo contrario, a lo mejor daba de alta dos o tres abonos más para un vecino y dos sobrinos que no tienen claro de qué equipo son. Escucha paciente el oficinista rojiblanco y dice que sí, que sí, que ya, que ya lo han dicho varios ya estos días, hala, gracias, adiós, adiós.

Cuelga uno el teléfono y se siente un traidor por haber renunciado por primera vez a estar ahí, a intentar ayudar en primera fila como siempre hizo, a condenarse a ver el fútbol por la tele en vez de en el Calderón. Pero, curiosamente, la sensación de traición da paso poco a poco a una sensación nueva, más agradable, menos culpable: el alivio. Bueno, ya, no fue para tanto, al fin y al cabo has hecho lo que has decidido tras mucho pensar, fíate de tí, estás intentando otra vía tras agotar todas las demás, no se trata de dejar a los tuyos abandonados a su suerte sino de intentar cambiar la de todos. No fue agradable pero tampoco dolió tanto, se hizo y ya veremos si funciona, si algo cambia, si ayuda. Y de paso evitamos, aunque sea por unos meses, la sensación de ser preso de su forma de sentir esto del Atleti y, por tanto, de ser vulnerable, manejable y manipulable por aquellos que saben como uno se siente y lo usan en su propio beneficio, sólo en el suyo. Así damos un toque de atención, soltamos una amenaza, dejamos claro que sí podemos, que somos capaces hasta de renunciar a algo que nos encanta por el objetivo de mejorarlo. Pues sí que podemos, sí, que peso nos hemos quitado de encima, qué alivio.

Capítulo 2 - Entre el escepticismo y el bochorno

Una vez hecho el hecho, como Macbeth, y superada la culpa, como Tamayo y Sáez, uno mira a ver qué dice la gente, como Def Con Dos. Y uno relee la prensa y mira en Internet y habla en los bares y nota una oleada de indignación que parece que va más en serio, más documentada, más madura, más sólida que otras veces. El atlético escéptico está habituado a ver todos los años una ola similar de más o menos intensidad que varía entre el tsunami bíblico y la tacita derramada. En los últimos años se han vivido situaciones en las que uno pensaba esta vez sí, ya está claro, la gente está hasta el gorro, la prensa no puede dar la espalda en esta ocasión, esta es la buena, algo va a cambiar. Algunos artículos críticos, algunas protestas espontáneas en el Calderón, más socios dispuestos a coger las octavillas que los voluntarios reparten.

Pero casi sin excepción, sabe el atlético escéptico, a estas situaciones favorables le siguen las contrarias. Ante el acoso de la hinchada, el Club se ha especializado en desactivar movimientos de revuelta. A veces es el anuncio de un fichaje que nunca llegará, otras veces se le ofrece a la afición la cabeza del entrenador en una bandeja de plata tras un bonito baile de los siete velos en el que se sacan a la palestra los nombres de siete sucesores ilusionantes. Otras veces se desvía la atención con lacrimógenos spots firmados por la Sra Rushmore, o se prometen abonos a precios congelados que se descongelan por arte de magia el día menos pensado. La prensa cumple con su papel de rompeolas y airea movimientos de mercado, hace publireportajes, alaba la capacidad negociadora de la directiva, promete estadios gratis, autopistas sólo para colchoneros, publica planos de ciudades deportivas con helipuerto, bolera, casino flotante y parador canino y canta las bondades de la nueva escudería financiada por el club que no tiene un duro para fichar un lateral.

Esta vez también esperaba uno que la prensa ejerciera de Tedax pro-directiva, pero, salvo las clásicas y esperables excepciones colaboracionistas, la respuesta oficial se hacía esperar. Una novedad, oiga, hasta el más escéptico esperaba que a estas alturas estuvieran todos los medios hablando de que el club es suyo y no hay más que hablar, de que la gente se queja sin razón porque el club puede quedar cuarto en la liga, de que no hay que protestar en el campo sino animar a los chavales, los pobres. Y no, no pasaba, uno no escuchaba estas cosas más que de los que era demasiado obvio esperarlas y, por ello, prestaba una atención especial al silencio y la crítica del resto. Con cierta esperanza abría los periódicos deportivos y leía los foros, escuchaba con atención programas de radio e informativos de televisión. Y así fue hasta el bochorno, hasta el espectáculo sonrojante de los informativos de Cuatro en el que comparecieron como representantes del sentimiento atlético, y al menos en teoría para el que no sepa de esto, de la hinchada del Calderón dos tipos requetefinos: el insigne presentador televisivo Gonzalo Miró y el discreto y siempre ponderado Antoñito Ruíz, quizás los dos tipos que menos representen lo que a uno le gustaría que fuera esta afición. El primero, fijo en palcos y desplazamientos internacionales sin que nadie se haya molestado en explicar el por qué de tanto honor, defendía la gestión de la actual directiva (de cuya permanencia depende en gran parte el que quede sin tocar la partida "canapés" de su presupuesto); el segundo, qué cosas pasan a veces, se ocupaba de realizar las críticas más acidas a pesar de su trayectoria, tradicional posicionamiento interesado y ausencia total de carisma como opositor. No hay que insistir, creemos, en lo chocante del espectáculo.

Capítulo 3 - Del bochorno a la ira y, de ésta, a la esperanza

Sólo cuando uno creía haber llegado al fondo del pozo de la vergüenza ajena, descubrió que quedaban otros cuatrocientos metros de caída. Sin saber si fue o no casualidad, un periódico del mismo grupo editorial de la cadena antes referida publicó el mayor monumento al desatino, a la falta de vergüenza y a la tomadura general de pelo que uno recuerda desde el lanzamiento de los discos de Luis Cobos. Miguel Ángel Gil Marín, ese hombre que dicen se oculta en lo más profundo de un refugio nuclear junto con la fórmula de la coca-cola y el sarcófago congelado de Walt Disney, evitaba por supuesto salir a los medios (de comunicación) y se limitaba a enseñar la patita por la puerta entreabierta durante un instante, justo antes de volver a cerrarla, y publicaba una carta abierta que debería estudiarse en las universidades en el capítulo "Grandes caraduras del Siglo XXI". Miguel Ángel Gil Marín, veterinario con vocación moralista, no sabemos si en un ejercicio de audacia suicida o directamente de burla general, se permite invocar la ley para exigir justicia, reclamar la vuelta de los valores al fútbol español y pedir el ánimo y la colaboración de los seguidores a pesar de su natural tendencia a la frustración y la violencia. Todo ello en público y por escrito, ni más ni menos, ahí es nada. Pocas veces ha visto el que suscribe algo que le produjera tal sensación de incredulidad, vergüenza e ira, pocas veces ha visto el que suscribe una oda a la inmoralidad escrita con menos gracia. Del contenido de esta epístola diabólica tiene el lector ya referencias, por lo que no nos extenderemos (más). Tampoco comentaremos en detalle el sonrojante publirreportaje sobre la excelente gestión de la entidad que se publicó un par de páginas más tarde en el mismo número; les ahorraremos la vergüenza ajena.

Pero el efecto de este opúsculo histórico, qué cosas pasan, parece haber sido contrario al esperado. Y no nos referimos a la carcajada que produce la reflexión sobre lo que dice quien lo dice, no. Quizás Gil Marín, acostumbrado a la docilidad de la hinchada, pensó que esta vez, inmolado el ninot del secretario técnico que ejercía de primer parapeto, una palabra suya bastará para sanar a la afición irritada. Pero no. Apoyada por un medio visiblemente molesto por ver cómo ha sido la competencia la que ha sacado la exclusiva, la tortilla parece haberse dado la vuelta. El resultado ha sido la crítica general contra la carta de marras, la convocatoria de manifestaciones y actos reivindicativos, la publicación de artículos de opinión críticos con la directiva firmados por periodistas tradicionalmente afines al régimen, la petición casi unánime de que abandonen el club por la puerta de atrás, escoltados por la autoridad y sin tocar ni quemar ningún documento. De la vergüenza más absoluta parece haber nacido, por fin, la esperanza de que algo cambie. En los próximos días anunciarán un fichaje, la construcción de un segundo helipuerto en la Peineta y la inauguración de una peña atlética en Manchuria. Pero ni por esas ya. Hasta los que hemos visto esto antes, los que hemos pensado cada año que el momento podría llegar, no podemos resistirnos a volver a pensar que este años sí, que ahora sí, que esta sí es la buena. A ver si es verdad.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Doble ración

Tristes razones para no ir a ver la Champions

El Club Atlético de Madrid, Rey de la Furia Española, consiguió meterse en la fase de grupos de la Champions hace pocos días. Esto, que ni es un título ni un logro histórico, era el modesto objetivo para la temporada pasada. Eso sí, daba dinero, daba prestigio, permitía ver a grandes equipos europeos en el Calderón, daba alicientes a la afición para creer en la vuelta a la élite de la que nunca se debió salir. Vamos, lo mínimo exigible.

Tras la clasificación se anunció una entrada importante de dinero en la caja del Club en concepto de derechos de televisión, taquilla y demás. Con ese dinero, dijo la directiva, se ficharán refuerzos para los puestos más flojos de la plantilla. La cuestión era qué puestos: el aficionado medio veía ya con claridad que, si bien hay un equipo titular algo apañado, la plantilla es demasiado corta y demasiado limitada en calidad como para garantizar el paso digno por tres competiciones. No era difícil ver que hacían falta laterales de ambos lados, refuerzos en el medio centro con cierta calidad creativa, un delantero de garantías que diera descanso a los dos titulares, condenados a jugar todos los partidos de liga, copa y Champions, además de los de sus selecciones, vista la ausencia de recambios competentes. Vamos, que había donde elegir.

El puesto elegido fue el lateral derecho. Bueno, puede ser, es verdad que no hay laterales derechos puros salvo el limitado Valera, pero ... ¿era lo más urgente?. El Atleti cuenta con varios centrales que pueden jugar ahí en una emergencia, la afición no se explicaba bien el por qué teniendo, por ejemplo, dos laterales izquierdos cuestionados y refuerzos muy pobres para media y delantera el elegido era el lateral derecho.

Sonó una oferta del Everton por Heitinga; qué raro. Heitinga llevaba una temporada en el Club y, si bien había jugado por debajo de las expectativas, parecían superados sus problemas físicos y, lo que es más importante, parecía haberse hecho con el puesto de lateral derecho titular. Heitinga es joven, titular con Holanda, jugador de carácter y de Club, identificado en apariencia con la grada del Calderón. Aún admitiendo que puede que no figure como titular en la selección ideal de todos los tiempos, visto lo visto sólo una oferta económicamente irrechazable podría hacer pensar en una venta. Pero la oferta, qué cosas, era pobre: más baja que el precio pagado por él hace un año, una vez cumplida la temporada de adaptación al equipo, por un jugador que ocupa una demarcación en la que no hay recambio. Cualquier persona cabal, cualquiera que sepa de fútbol, cualquiera que haya visto jugar al Atleti o a Heitinga y que sepa usar una calculadora, un ábaco o los dedos de más de una mano no habría entrado al trapo. Vender a Heitinga por poco dinero, sin sustituto, con la plantilla como está ... no hace falta ser catedrático de Harvard para llegar a una conclusión rápida.

Se cerró el plazo de fichajes, el Atleti no fichó a nadie y Heitinga se quedó en casa. O eso parecía. En Inglaterra el plazo no se había cerrado, había un día más y el Everton se hizo con Heitinga, así, de repente. El Everton, club histórico con pocas posibilidades de hacerse con la liga de su país y que jugará la antigua UEFA de este año se hacía por menos dinero del previsto con un jugador titular en un equipo de Champions en año de Mundial. Qué raro todo. Estas cosas no pasan en los clubes serios, normalmente pasa al contrario, si se vende un jugador es porque el precio es alto, normalmente cuando uno entra en Champions y se asegura nuevos ingresos compra jugadores para mejorar el rendimiento deportivo del equipo, normalmente cuando uno se ha hecho con el puesto titular de un equipo que juega la mejor competición posible duda ante la posibilidad de irse a un club que, aunque posiblemente mucho más serio y respetuoso con jugadores y grada, no vaya a jugar competiciones a la misma altura. Pero no, tras entrar en Champions y asegurarse nuevos ingresos, el Atleti vende y no compra. ¿Qué habría pasado si no se entra? ¿Se habrían vendido a Agüero, Forlán y Maxi? ¿Se habría culpado a los jugadores, como se quiere hacer con el holandés? ¿Alguien habría asumido responsabilidades?

Lamentablemente el Atleti nuevo es así y, lo peor de todo, ya nada nos extraña. A los aficionados no nos extrañan movimientos absurdos en la plantilla ni nos extraña esta sensación de, una vez más, haber sido timados. No nos llama la atención que se nos cuente una película imposible de creer ni que se brinden como coartada periodistas y medios que deberían ser neutros, objetivos y llamar a las cosas por su nombre, ni tampoco que éstos lo hagan de forma servil y carente de toda credibilidad. Ya no nos choca que las decisiones tengan poco que ver con el futuro deportivo de la entidad, con la calidad del equipo y la satisfacción de la grada, ni nos irrita como debiera ver cómo el futuro del equipo está en manos de un director deportivo incompetente que se permite salir en los medios hablando al aficionado como si fuera tonto, contando milongas e impartiendo doctrina sobre cosas que Perogrullo rebatiría en menos de diez segundos. Ya no nos extraña que salga el presidente de la entidad que un día presidiera Vicente Calderón diciendo, con la colaboración de la prensa, cosas que sonrojan al más ignorante de los aficionados, utilizando un lenguaje y un conocimiento de la materia impropio de alguien que tiene, lamentablemente, el poder de tomar decisiones que acaban por amargarle las tardes de domingo a un millón de personas y poner en bandeja el chiste fácil a otros treinta millones. Ya no nos extraña que éste mismo personaje se permita utilizar un tonillo burlón hacia las preocupaciones del aficionado y sugerir que en el fondo le trae al pairo lo que de él se opine porque él tiene dinero y el resto no, que de eso se trata. No nos extraña tampoco que el verdadero hacedor del Club no de la cara, a pesar de tenerla fácilmente reconocible, y viva en la penumbra, ajeno al ruido y parapetado tras el personaje graciosillo que tiene la penosa labor de dar la cara entre chistecitos, pérdidas de papeles y fotos con la camiseta que más asco produce entre la parroquia a la que representa.

Pero lo peor de todo es que el aficionado crítico también se ha acostumbrado a que no pase nada, a que la grada no brame, a ver cómo otras aficiones se echan a la calle y acosan a los que acaban con su prestigio y su alegría para engordar sus bolsillos y su capacidad de influencia mientras que la afición propia intenta iniciar la ola tras un uno cero al Panathinaikos. El aficionado crítico se ha acostumbrado a sentirse un perro verde, un iluminado que no es bienvenido, un tipo molesto por reclamar lo que es suyo y lo que es de los que callan, un invitado que se torna incómodo cuando sale el tema de marras y lo despacha con rabia y montones de razones. El aficionado crítico se nota extranjero entre sus correligionarios, abducidos por la idea de que la mejor afición del mundo, ese título honorífico tan discutible, rechaza la idea de protestar para no perder su estigma de inasequible al desaliento, de leal y fiel seguidora incluso si el Club al que sigue se va hundiendo en parte por culpa de su maternal y excesivamente benévola forma de entender lo que es su responsabilidad como hinchada. El aficionado crítico se ve ajeno a la masa que se identifica con los lacrimógenos anuncios con los que la directiva procede año tras año a sedar al seguidor que tiene todos los motivos del mundo para revelarse, pero que tiene también la fibra demasiado sensible como para no considerarse parte de algo único y, por tanto, preso de su propia lealtad.

Y por eso, algún aficionado crítico como el que suscribe, harto de los desmanes de la directiva y de la pasividad de la hinchada, harto de ver cómo protestar en el campo no vale de nada, harto de ver como las iniciativas de grupos de aficionados quedan en nada o juntan un número de gente insuficiente para provocar la alarma y suficiente como para provocar el chascarrillo de la prensa cómplice, harto de gente que protesta en los bares y en los foros pero hace poco cuando hay que remangarse, se plantea no ir a los partidos de Champions en casa. Ahí es nada. El atlético de pro, el más atlético de todos, el que hace que el oso del escudo parezca poco colchonero a su vera, ese mismo, sí, se plantea dejar de ver al equipo en casa en la Copa de Europa, ni más ni menos. Ese aficionado, eso sí, no tiene el valor de dejar su abono definitivamente, no quiere perder el número de socio del abono que le regalaron sus padres cuando se hizo un hombrecito, no tiene el valor de seguir el ejemplo del más grande, José Eulogio Gárate, que dejó su abono hace poco, harto de ver cómo juega el equipo y cómo se rigen los destinos del Club del que es máximo referente histórico y del que debería ser Presidente honorífico aunque la directiva no sepa quién es ni se acuerde de él.

El aficionado crítico que suscribe no se atreve a tanto, tiene demasiadas ligaduras morales y demasiada nostalgia acumulada, pero está tan harto que no quiere participar más en el secuestro de la entidad y prefiere renunciar al Abono Total, al peaje injusto de pagar por logros menores aunque se haya estado apoyando toda la vida al Club, al timo de ver cómo se anuncia un equipo y se acaba jugando con otro, al escándalo de ver cómo no sólo no se compensa al aficionado por el partido no visto en casa el año pasado sin que la hinchada tuviera culpa ninguna, sino que se engaña al socio prometiendo precios congelados y cobrando el partido de la previa de Champions a 20 euros por cabeza. No quiere subvencionar, en fin, a los que anteponen sus intereses a los de la masa social, a los que sin tapujos ni vergüenza dicen una cosa y hacen la contraria y que, cuando los periodistas colaboracionistas les preguntan, se permiten emplear un tono de burla y poco interés en contestar.

Por eso, por todo eso, el que suscribe no se hará con el abono que le permita ir al Calderón a ver a su equipo del alma jugando la Copa de Europa. Sólo como tímida medida de protesta, sólo para evitar colaborar en el timo anual, sólo para intentar otra forma de denuncia aunque nadie se dé cuenta, aunque no valga para nada. Renunciar a ver la Champions por principios, vaya, algo poco comprensible para los que hoy en día deciden si somos dignos o tenemos un cabreo perpetuo que no nos merecemos.

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Martes, 1 de septiembre de 2009
Crónica de un día infausto por Fran Omega

Cuando yo era pequeño y me portaba mal, si en un momento dado me pegaba un castañazo, mi abuela aprovechaba siempre para decirme: “¿Ves? Castigo de Dios”.

En este fútbol español, unos tienen dinero y otros no. Unos hacen proyectos y a otros les basta con tirar de talonario. Algunos sobreviven, y punto. La mayoría saben, o eso aparentan, lo que tienen que hacer, para lo que se marcan objetivos y hacen cosas para lograrlos. Otros no lo necesitan, porque tienen todo el poder y el dinero para hacer y deshacerlo todo, una y otra vez, según la fuerza y la dirección del viento.

Y luego está el Atleti, en una categoría aparte. Sus ilegítimos propietarios ni siquiera saben lo que es “un proyecto”, tampoco les interesa lo más mínimo y, como por esas cosas que tiene la vida, les cayó del Cielo un equipo en el que se juntaron varios jugadores extraordinarios, al que un entrenador mexicano supo dar la química necesaria para que funcionase muy bien de vez en cuando, bien bastantes veces; y otro entrenador, toledano y con más que respetable currículum atlético como jugador, ha sabido coger el testigo, una vez superadas sus iniciales ínfulas pseudo-revolucionarias …

… Se ha dado el hecho extraordinario de que ese equipo, hecho de cualquier manera, sin plan alguno que lo alumbrase, se ha puesto a la altura deportiva de otros que, por el contrario, son el resultado de mucho trabajo, mucha ilusión y, también, mucho cerebro puesto al servicio de los colores que defienden y de la Historia que representan, en unos casos para mantenerla, en otros para cambiarla y mejorarla radicalmente.

Y tal hecho es injusto. Clamorosamente injusto. Nos lo merecemos ampliamente nosotros, nostálgicos de no-sé-qué, fieles, incondicionales. Se lo merecen también ellos, los jugadores, aunque sólo sea por cumplir con su obligación, enmedio de un ambiente y unas condiciones que no son las normales. Pero no se lo merecen en absoluto quienes, sin hacer absolutamente nada, encima sacan pecho.

Por eso, como acabábamos de meternos por segunda vez consecutiva en Champions, como han sido incapaces de invertir un duro, justamente cuando esa misma Competición le dará al Club unos beneficios enormes, y como pese a todo ya estaban empezando a hablar de Títulos y cosas así; pues ha resultado que, en este partido, el grupo de jugadores del que se sirven, no les ha resuelto la papeleta. Esta vez no. Castigo de Dios.

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Me encantaría saber cómo, y de qué manera, llegó un día el nombre de Johnny Heitinga a la mesa del Sr. García Pitarch.

Es que verán; ya que ésto es El Rojo y El Blanco, y ya que quien comanda es la mejor pluma atlética del Universo Mundo, sería imposible para este humilde participante igualar, siquiera acercarse, a aquella magnífica definición del personaje, que Don Carlos nos brindaba en mayo de este año, con el título de “… Y Parásitos”:

“ … Hay otros secretarios técnicos, sin embargo, que no se sabe muy bien a qué se dedican. Viven a la sombra, sólo salen a la palestra cuando se lo piden sus empleadores ante la amenaza de revolución de la hinchada, y no cuentan nada de lo que hacen en su día a día. No tienen ni idea sobre la identidad y la historia del equipo para el que trabajan, cuentan sus decisiones por fracasos que enmascaran hablando de la madurez psicológica del jugador, de su tendencia al corte capilar fashion y, naturalmente, del entorno (…)

Tienen un trabajo que a muchos apasionaría pero se lo toman sin pasión ni interés más allá de su lucro personal, porque la profesionalidad y el prestigio del club y la felicidad de la afición y la exigencia de la historia se la traen al pairo en el momento de recibir un cheque ...”

Sin embargo, como decíamos, sobre la mesa de este señor, apareció un día el nombre de Heitinga; que era un desconocido para el público en general, y que ni siquiera era especialmente bien valorado en el Fifa de la Play Station, que –no nos engañemos- es la fuente habitual de inspiración de profesionaletes de este tipo.

El turista accidental de las gafas de sol y los pantalones de pitillo, consiguió su fichaje –o al menos no logró estropearlo- y, entonces, vimos que un Amsterdam Arena lleno hasta la bandera, le despidió con los máximos honores.

Y a mí eso me impresionó mucho, la verdad, porque ya sé que el Ajax lleva muchos años apartado de la Elite; pero malos defensores de la Historia y sentimiento atléticos seríamos, si redujésemos por cuestiones de resultados puntuales o de épocas, el buen gusto y el valor de la opinión de una Afición que ha celebrado 4 Copas de Europa, 29 Ligas y así hasta totalizar 80 Títulos, ganando todos los posibles, nacionales e internacionales, al menos una vez.

Vimos que llevaba muchos años siendo fijo en la Selección de Holanda, le seguimos durante la Eurocopa, en los ratitos libres que nos dejó la prodigiosa España de Luis, Ufarte y La Máquina; y le recibimos con la natural expectación habitual en todo nuevo jugador … pero con el plus adicional de simpatía que mereció Johnny cuando descubrimos que, incluso desde antes de debutar con nuestra camiseta, en su página web oficial figuraba un amable y simpático resúmen de la Historia del Atlético de Madrid, en el apartado “Mis Equipos”.

Hecho excepcional éste, vive Dios, en un mundillo en el que casi todos tienen pinta de no saber muy bien dónde están, ni importarles demasiado los colores que defienden, y que incluso algún canterano (Arizmendi en “Marca” hace unos años) es capaz de contestar “pos no sé, tres o cuatro” cuando le preguntan por las Ligas que ha ganado el Atleti.

Un año después, García Pitarch ha traspasado a la baja a Heitinga. Que finalmente se vaya o no, será otra cuestión, completamente independiente del hecho cierto de que estaba traspasado, y del hecho presumible de que han intentado convencerle, por activa y por pasiva, para que se fuese.

Por eso, el “Caso Heitinga” es la gota que colma el vaso de la incompetencia del secretario técnico atlético; porque ya sabíamos de su falta de cultura futbolística, de su desinterés y de su desprecio supino respecto a lo que es y representa el Club Atlético de Madrid. Teníamos claro que ni sabe, ni quiere saber, que heredó a casi toda la plantilla por la que saca pecho, que acertó con Forlán porque, con él, habría acertado hasta la portera de José Luis Núñez; que lo hizo con Simão porque le falló Quaresma, etc, etc …

Y a partir de ahora, ya sabemos que su incapacidad llega hasta tal extremo, que no se entera cuando, de modo accidental, acierta de pleno. Que no defiende a sus jugadores, porque no los considera como tales. Acertó y ni siquiera lo sabe.

Estamos hartos de verle vendiendo burras, defendiendo lo indefendible pero, cuando ha llegado el día de dar la cara por un jugador comprometido, un jugador de equipo, un líder en potencia y un titular fijo, que encima ha fichado él mismo; ha preferido irse de turismo a Francia. Para una vez que ha podido ejercer de verdad el cargo, incluso poniéndose medallitas, se ha escondido vilmente.

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Con esa amenaza flotando en el ambiente -y cuando hay amenaza flotando, con esta gente, sabes que la Ley de Probabilidades se rompe, hasta convertirse en certeza- varios centenares de atléticos, incapaces de llenar una determinada zona del Estadio, pero desperdigados y visibles por nuestros colores a lo largo de las tribunas de preferencia (porque nos robaron en taquilla, sí, pero al menos nos colocaron noblemente) nos preparamos para ver al Grupo de Jugadores que actualmente representa, por sí y exclusivamente ante nosotros, al Atlético de Madrid.

No iba a ser el desinterés por la Afición, y la desidia en el empleo de la inteligencia, patrimonio de nuestros ilegítimos propietarios; así que el partido, en Málaga y en pleno agosto, se celebró a las cinco de la tarde. Hombre … San Florentino, su Apóstol Valdano y la pléyade de escribidores comprometidos con su causa, quieren que se juegue a las tres; así que al menos salimos ganando ese par de horas y, al fin y al cabo, para eso están las gorritas, las gafas de sol y además, de paso, aprovechamos para broncearnos un poco, y rematar así el Verano, en plena Costa del Sol. Visto así, fue fenomenal.

Hay que reseñar también un hecho, totalmente desconocido para quienes ocupamos el Estadio Vicente Calderón: la manifiesta incompatibilidad entre la declarada manía persecutoria que el Sr. Cerezo tiene con la limpieza, y el estado de nuestras gradas, ha sido heroicamente vencida en La Rosaleda. Ignoramos cómo lo han conseguido, pero las gradas originariamente azules y blancas, son de ese color en la actualidad. No observamos plantación alguna, ni siquiera acumulación de papeles considerable en los suelos y encima, con miradas bastante atónitas, pudimos comprobar que los azulejos de los servicios brillan y, por lo tanto, aunque a los atléticos practicantes nos pueda parecer mentira, llegamos a la conclusión de que limpiar un Estadio es posible. Increíble.

Así que enmedio de tanta limpieza, bajo un sol típicamente costasoleño y convertidos en las únicas personas que, a esa hora y a lo largo de cientos de kilómetros, no estábamos refugiados ni en casa, ni en ningún chiringuito, piscina o playa; asistimos a la presentación liguera del Atlético 2009-10 y, también, al estreno en pasarela de la primera combinación entre las diversas equipaciones de nuestro equipo, que eligió para la ocasión, por cualquier motivo que no sea la coincidencia de colores con el local albiceleste, camiseta negra y pantalones y medias rojas.

En cuanto al partido, yo les prometo por lo que ustedes quieran que ni los jugadores del equipo local, y ni siquiera sus bulliciosos y algo pesaditos aficionados, las tuvieron todas consigo hasta el preciso instante en que, mientras el engominado y siempre nefasto árbitro miraba su reloj al borde del minuto 90, entró de un modo bastante incomprensible el gol que hizo el 3-0 definitivo.

Y es normal que nadie viera nada del todo claro, porque el partido fue raro, muy raro y no fue hasta el final del todo, por simple cuestión de tiempo, que dejó de dar la sensación de estar ahí, abierto, a disposición del equipo que quisiera llevárselo.

Verán … es que reconozco que no me apetece nada apedrear a nuestro equipo, por los motivos expuestos, las imperdonables culpas y responsabilidades ajenas, y la firme convicción de que, con ellos, tal vez no seamos lo que deberíamos ser pero, sin ellos, no seríamos nada.

No obstante, en este partido, tampoco es menester defenderles muy ardorosamente, porque colectivamente funcionaron mal y, si nos metiéramos a calificar actuaciones individuales, sería complicado salvar a dos o tres, poniendo la generosidad extrema en on.

El caso es que los jugadores atléticos parecieron estar buscándose a sí mismos durante los noventa minutos, sin llegar a encontrarse nunca. Mientras tanto, el Málaga tampoco es que hiciese nada especialmente significativo, salvo correr más, y desde luego mejor, teniendo en cuenta que llegaban antes a prácticamente todos los sitios. Pero, pese a ello, no deja de ser cierto que no buscaron, sino que más bien se encontraron con ese espectacular 1-0 con el que nos fuimos al descanso. Es decir: a meter las cabezas bajo los (relucientes) grifos.

Hasta entonces, Sergio Asenjo había intervenido exactamente lo mismo que yo, aunque hay que decir en su favor que él no llevaba gorrita y, en cambio, Raúl García había puesto demasiado ardor en un remate de cabeza facilón, que se le fue por encima del larguero y, poco después, el aparentemente escuálido Simão, emulando a Robinson en versión de César-Luis Menotti, remató balón y, a falta de cochinillo, pobre defensa rival con un apellido rarísimo, para estrellar el balón en el larguero y mandar al defensa rival a la enfermería.

Esa jugada acabaría siendo clave: pudo ser el 0-1 que habría cambiado el partido por completo, y no lo fue. Simão acusó el golpe, permaneciendo algo despistado, como sonado, y acompañado por una bolsa de hielo hasta su prematura sustitución y, mientras tanto, la lesión fortuita del defensa malagueño de nombre irreproducible, provocó la entrada al campo de quien acabaría siendo el jugador del partido: un canterano llamado Manu, que primero se convirtió en un frontón, sacando más o menos el 80% de los balones que cayeron en el área malacitana y, más tarde, marcó de cabeza el 2-0, en los minutos, no vamos a decir “mejores”, pero sí “uno de los menos malos” del Atleti, en este triste partido.

A falta de inspiración o suerte de los titulares, la clave está en el fondo de banquillo. Y el nuestro dio para que salieran, a arreglarlo, Jurado, Sinama y Reyes. El primero lo intentó, de forma reiterada y hay que decir que respetable, aunque sin resultados visibles. El segundo pudo marcar en un intento de tiro con rosca, que se le fue por milímetros y del tercero, a partir de su desagradable, lamentable y sumamente expresivo gesto con sus manitas y deditos hacia la grada, que estrenó el día de la visita del Panathinaikos, nada se vio en cuanto a juego aunque, paradójicamente, estuvo a milímetros de marcar un gol de falta directa.

Agüero, empeñado en una especie de batalla en solitario, con la intermitente ayuda de Forlán y Jurado, también rozó el gol en un par de jugadas individuales … pero del hecho de intuirse que aquél sería el último partido de Johnny, de la lesión de Raúl García, del remate que nos dejó sin Simão, del insoportable calor, del hecho de saber que, en esos momentos, Pitarch se estaba haciendo fotitos en vaya usted a saber qué localidad francesa, mientras sus jefes preparaban con mimo la presentación de no sé qué coche, para participar en vaya usted a saber qué Fórmula … De todo, en suma, se deducía claramente que aquél no era el día, que no saldría nada a derechas y que había que pasar página.

Como en Santander hace unos meses. Más o menos. Consta de Muñiz que es asturiano, que jugó en el Spórting y en el Rayo, y que como entrenador es una especie de héroe en Málaga. No se sabe nada, en cambio, de las circunstancias que explican que haya sido el entrenador rival en los dos partidos peores, más humillantes y más planos del Atleti de Abel, si es que ésta categoría, la del “Atleti de Abel”, existe realmente.

Johnny Heitinga, internacional holandés, héroe recordado en Amsterdam y jugador implicado con el Atleti desde el minuto uno de su llegada, ha recibido como premio a su entrega, la petición desesperada, por quienes dicen ser los regentes del Club, de que acepte una oferta a la baja de un histórico venido muy a menos, y una despedida como la de Málaga, cuando por última vez hemos podido decir: “y con el 5, Heitinga”.

Desterrado ya incluso el “Vendrá uno igual o mejor”, esta es una muestra perfecta de cómo, por una mezcla (que tristemente es casi perfecta) entre incapacidad, ineptitud, desidia, falta de inteligencia e ignorancia absoluta de lo que es y significa este Club; han sido capaces de estropear una situación que les había caído del cielo, gracias a la actuación de un grupo de jugadores que, de corazón, no quiero ni pensar lo que estarán sintiendo en estos momentos.

Ω - Fran Omega – septiembre 2009