miércoles, 17 de junio de 2009

Canto dolente del Forlán partente.

Por Vito Galliani, l'Altissimo di Milano

El Rojo y el Blanco tiene el placer de contar hoy con un artículo en italiano escrito por uno de sus más insignes comentaristas. Por tanto, y en homenaje al invitado, en este post únicamente se admitirán comentarios en la lengua de Renato Carosone, aunque sea en su modalidad dialectal macarrónica.

Per tanto, queda inauguratta ufficialemente la temporata transalpina de Il Tinto e il Bianco.



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La metà di giugno è ormai oltrepassata, è quasi mezzanotte, nello stereo Uncle Meat (Zu Carni, in siciliano), la ventolina del mio portatile gira, con ragione, al massimo, dentro il mio appartamento il termometro registra 28,5 °C, la temperatura ideale per i muscoli della mia schiena, magari, magari potessi sempre vivere con questo caldo.

Ecco, i muscoli della schiena, lì si accumulano le tensioni della giornata: una non trascurabile parte di esse è causata dall’Atlético di Madrid.

Pare sempre più probabile che Diego Forlán se ne vada all’altra squadra grande della capitale, una scelta comprensibile e, cercando di mantenere una visione imparziale, quasi condivisibile: l’ultimo grande contratto della sua carriera, la possibilità di raddoppiare o triplicare il proprio ingaggio, di far parte di un progetto ragionato (quantomeno pensato), seppur impregnato di delirante megalomania.

¿Come sarà, l’anno prossimo, vedere l’uruguayo segnarci nel derby?

¿Sarà più o meno umiliante di sapere che qualsiasi giocatore buono che passi per l’Atletico, finirà poi per lasciarci per altre squadre più competitive e meglio gestite?

¿Sarà peggio che avere la certezza, giorno dopo giorno, che solo i giocatori mediocri possono durare nel nostro club e che due, o tre, mascalzoni ogni stagione, saranno messi nella squadra titolare grazie ai maneggi del procuratore di turno?

¿Rendersi conto che non è bastato vendere lo stadio e la stella della squadra per poter arrivare a competere per la vittoria di qualche titolo sarà più doloroso che comprendere come neanche la vendita della seguente idolo dei tifosi, a soli due anni di distanza, ci renderà più competitivi?

Un tedesco del quale non mi ricordo il nome, una volta scrisse che ciò che la storia una prima volta presenta sotto forma di tragedia, la seconda presenta come farsa…¿e la terza, la quarta, la quinta volta?

Passando, a sproposito, di citazione in citazione, un francese, adesso, disse che la ripetizione eccessiva porta alla perdita del significato, forse è per questo, che dopo aver visto e vissuto lo stesso film per anni di gestione Gil, sono ormai rassegnato alla mediocrità più assoluta.

lunes, 1 de junio de 2009

Tanguillos del año salvado

Terminó el Atleti cuarto y clasificado para la Champions en un año en el que se pudo acabar peor y se debió acabar mejor. Pero al final se rascó algo, se consiguió un poco de alivio y se cerró una temporada que nos venderán como un gran éxito cuando, analizando todo lo ocurrido, parece más bien la demostración de un fenómeno futbolístico como Forlán .

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Cuando, en un día ya veraniego más que primaveral con bochorno tropical de esos con los que a veces nos premia Madrid, apareció una nube negra negrísima con cara de poner pingando a aquellos que osaran pasar un rato a la intemperie, el aficionado veterano lo tuvo claro. Pudo llover a las ocho, y pudo llover a las siete. Pudo llover a las once, o a las doce, o incluso no llover. Pudo llegar el viento y llevarse la lluvia a Aranjuez, o pudo invertirse el efecto de la sierra y que la tormenta se quedara en El Escorial, tomando algo por el monte Abantos. Pero no, ya sabía el aficionado veterano lo que iba a pasar, ya tenía claro el atlético de corazón que sólo había un desenlace posible. Y no se equivocaban, y así sucedió y así, en efecto, cuando podía haber pasado cualquier otra cosa, cuando el cielo podría haber tenido algo de compasión por la afición congregada en el estadio, cuando la afición podía haber esperado un guiño de la naturaleza, pasó lo que se veía venir: que a las nueve en punto, con toda la grada llena, con el partido a punto de comenzar, con la hinchada en manga corta y sin paraguas, con las señoras recién peinadas de peluquería y los niños sin chubasquero, se puso a llover a cántaros, y lo hizo durante toda la primera parte. Pudo no ser así, pudo esperar el cielo un rato o bien adelantarse o bien renunciar del todo, pero no fue así. Y lo malo es que, los que llevamos tiempo en esto, teníamos claro que podíamos correr pero no escondernos, que podíamos rezar a San Antonio o llevar huevos a las clarisas, pero que la suerte, con una nube negra como el historial de Pitarch en medio del cielo, estaba echada. Echada en lo meteorológico, gracias al tradicional cenizo rojiblanco, y echada en lo deportivo gracias a la nutrida asistencia de niños-talismán que ocuparon la grada, en especial cuatro, tres niños y una niña, que acudieron juntos tras hacer acopio de fanta naranja en un bar del Paseo de Pontones

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Salió el Atleti en medio del chaparrón, y salió también el Almería vestido de cualquier otro equipo, la verdad. La grada buscaba un paraguas o un chubasquero o una plástica mantita rosa como la que hizo famoso al que suscribe aquella tarde de invierno, pero había poco con lo que resguardarse. La gente buscaba también en el banquillo rival al técnico visitante con ganas de decirle lo muchísimo que se acuerda esta afición de su Sra Madre, pero este no salió en toda la noche de su cubil, quizás con pocas ganas de repasar su árbol genealógico en esta ocasión tan poco heráldica.

Salió Leo Franco en su último partido con el equipo y no se tuvo la sensación de que se fuera nadie importante; quizás no fuera justa una despedida tan comedida para alguien que ha hecho buenos y malos partidos pero que últimamente ha sacado bastantes castañas del fuego, aunque nunca ha logrado ganarse el respeto ni el cariño de la grada. Salió también Pablo, quien volvió a jugar bien y volvió a dejar dudas sobre si es tan malo como a veces parece o si es bueno, como parece otras. Salieron Heitinga de lateral y Ujfalusi de central, y ambos dejaron claro que están bien en su sitio, sobre todo si el rival es tan blandito como ayer. Salió también Pernía en lo que probablemente fuera su último partido con el Atleti por petición de la grada, quizás mayoritaria y quizás poco justa. Salió Pernía y tocó el último balón que tocó el Atleti en la temporada entera tras un buen partido y algunas muestras de cariño de la grada, quizás tardías, y lanzó el balón a la gente y cambió la camiseta y se fue para la caseta mientras el resto del equipo agradecía a la afición el apoyo. Quizás por no tener mucho que agradecer sino más bien lo contrario se fue Pernía solo por el vestuario buscando la ducha e irse a su casa a comerse un helado. Alguno le ovacionó mientras salía y uno no sabe si se fue con pena o con alivio, pero sí tuvo la sensación de que se iba alguien con quien no se había sido justo, y esta vez ya sin quizás, ya con toda seguridad.

Jugaron por delante de los anteriores el siempre irrelevante Sinama, y también Assunção y Raúl García, ambos entonados, el primero bien colocado y el segundo trotón y con carácter además de goleador. Marcó Raúl García de cabeza tras una falta bien lanzada por Maxi, quien hizo un partido notable con aspecto de joya en medio del barrizal de sus últimas actuaciones. Maxi, notable en todo pero especialista en pocas cosas excepto en su llegada prodigiosa en segunda línea, ha hecho un año por debajo de sus condiciones y trayectoria, aportando menos de lo necesario y quedando a veces en evidencia ante las actuaciones de los otros tres responsables del ataque del equipo. Maxi, que suena en las quinielas como uno de los posibles traspasos hacia un equipo de campanillas aprovechando que su reputación sigue intacta, quizás también haya jugado su último partido como local en el Calderón. Quizás también se haya ido por la puerta falsa, tras algunas críticas y pocos reconocimientos, tras muchos kilómetros recorridos y muchos goles vitales, tras oír su nombre coreado tras los buenos partidos y demasiadas críticas en los momentos bajos, tras poner su cara a los anuncios en los que el Club pide sumisión y falta de crítica a una grada que este año sí estalló, y con razón. Se irá Maxi, quizás, y nos acordaremos de él como un gran jugador que nos dio grandes momentos y con el que no tuvimos la palabra amable que merecía, una vez más.

Jugó también Agüero, quien marcó un gol increíble e hizo un control de balón igualmente increíble en el segundo tiempo. Agüero, quien reconoció recientemente que en algunos partidos no había dado todo lo que tenía, trabajó para sus compañeros y dejó claro que es capaz de hacer lo que muy pocos jugadores del mundo pueden llegar a soñar. Pero Agüero, estrella en potencia si es que no lo es ya, no ha lucido con la fuerza de su compañero de ataque, el máximo goleador de Europa, el tipo que ha conseguido que se formen colas de colchoneros ante el consulado del Uruguay con el único objetivo de darle vivas a la madre que parió al embajador, al cónsul, al que tiene los documentos que demuestran que Gardel nació en Montevideo y al primer profesor de Francescoli. Forlán, que ayer volvió a marcar un golazo de esos que se saca de donde menos se espera, terminó ovacionado al ser sustituido, proclamado pichichi y bota de oro tras competir contra otros jugadores que sólo tienen la misión de rematar a puerta vacía o que tienen detrás cinco o seis jugadores capaces de darle un pase de gol de esos que sólo hay que empujar dentro. Forlán, que quizás también juegue lejos del Calderón el año que viene si nadie con seso lo remedia, ha dejado esta temporada muescas de jugador grande en la memoria de la afición, destellos de profesional irreprochable y de tipo inteligente, de prodigio físico y de técnica sobrada en ambas piernas. Vaya donde vaya, y si es en casa mejor, la presente temporada de Forlán merece ser recordada durante años y contada a sobrinos, nietos y vecinos de escalera.

Y entre tanta despedida y bota de oro y gol asombroso, una mención justa e infrecuente para la grada. La grada, que últimamente ha protestado la actuación de los jugadores (ya saben que, según el que suscribe, con injusta virulencia en algunos casos) y ha empujado al equipo hasta la victoria cuando los jugadores no creían demasiado en ella, dio de nuevo síntomas de recuperar la grandeza mostrando durante el partido, a pesar de las buenas noticias, pancartas que dejaban claro que un cuarto puesto no eclipsa demasiados años sin títulos, que un par de jugadores extraordinarios no convierten en aceptable una política deportiva marcada por el cobro de comisiones y no por el interés deportivo del club. "Culpables", decían las pancartas entre las caras de Cerezo y Gil Marín. Por si había dudas, sobre el palco se desplegaba otra que rezaba "Nuestra Ruina", con dos flechas que apuntaban al palco para facilitar las cosas a aquellos que prefieren mirar para otro lado y repetir lo que dice la prensa cuando las circunstancias les exigen hacer el esfuerzo de reflexionar durante tres segundos sobre la situación de la entidad. La afición, hoy contenta por lo conseguido y temerosa por perder a algunos de sus artífices, puede presumir, gracias a unos cuantos esforzados pancarteros, de no ser ya la afición mojigata a la que conquistar con un ñoño anuncio de la Sra Rushmore. Gracias.
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Terminó el partido y la gente se dirigió hacia la puerta 7, esperando la salida de su cofradía, dado que aprovechando el final de la temporada hacía estación de penitencia la hermandad local, cuyos datos se detallan a continuación:

Nombre completo: Ilustre, Antiquísima, Leal - y nunca Real - Hermandad y Archicofradía de la Límpia y Pura Raya Rojiblanca, vulgo "la Nuestra"
Nazarenos: cincuenta mil, otros tantos penitentes, más simpatizantes e innumerables hermandades filiales
Túnicas: roja y antifaz blanco, túnica suplente al capricho del proveedor textil, últimamente roja, azul, amarilla y hasta con telita de araña bajo fondo azulgrana.
Pasos: Misterio, Cristo y Dolorosa

El paso de Misterio, llamado vulgarmente "La Última Plantilla", representa una gran mesa similar a la de la última cena. Sentados a ella, de izquierda a derecha, un discípulo alto con cara de argentino y vestido de gris, que ojea un billete de avión hacia un destino lejano o quizás no tanto; en primer término y a la izquierda de la mesa, cuatro discípulos de gran envergadura, uno calvo, uno negro y espigado, uno con la lengua fuera y otro con melena, barbita y cara de malo, que inspiran algo de seguridad; en segundo plano, un discípulo de Alicante pone cara de lesionado; a su lado, algo apartado y más en primer plano para resaltar protagonismo, un discípulo calvo, algo demacrado y con cara de pensar que las cosas se hacen de otra manera sobre cuyo hombro se posa un angelote que le susurra las palabras "Digan lo que digan, gracias por todo. Y mucha suerte".

Hacia el centro de la mesa un discípulo joven con la nariz grande y cara de rabia por no haber hecho la temporada que de él se esperaba, mira de reojo hacia la parte de Bilbao; a su lado, un discípulo negro de cabeza redonda ocupa en la mesa exactamente el sitio que debe ocupar, sin alardes ni dudas, en su sitio, donde debe. Sobre ellos, tres demonios chiquititos: uno con media melenita y papada, otro con túnica griega y un tercero con melenita más larga, orejas de soplillo y web cam; a su lado, dos angelotes rubios con pecas y diadema les expulsan a los infiernos blandiendo un manual de buena conducta rojiblanca. A los lados de los dos comensales anteriormente descritos, un discípulo menudo con cara de listo y pelo con crestita, con una mirada determinada que no pega con su físico liviano, y un discípulo fornido con cara de fiera y la mirada ausente, quizás debatiéndose entre la floja temporada realizada y un futuro quizás lejano de la Hermandad.

Al extremo de la mesa opuesto al del portero, un discípulo joven, moreno, bajito y fornido mira al cielo con cara de pillo pensando quizás que es verdad eso que dicen de que su suegro es el Altísimo; a su vera, irradiando una luz que atrae la fe de beatas y cofrades, un discípulo con melena rubia y porte arcangelical; sobre su hombro, un diablo vestido de azul y grana le tienta con una vida mejor apartando a otro diablo vestido de azul celeste que lleva en la mano una chequera.

Frente a la mesa, en primer plano y en la parte anterior de la canastilla del paso, tres personajes siniestros. El primero, conocido vulgarmente como "El Abochornador", con anacrónico traje azul entallado y fosco pelo cano mira en dirección contraria de hacia donde debería mirar, y cuenta la tradición piadosa que se fija en los escotes de las devotas en los momentos menos indicados. Tras un olivo natural que adorna la escena se oculta el segundo de los pérfidos personajes, llamado "El Oculto Perillán", evitando ser visto; este personaje, perfilado, lleva en su mano una calculadora y en la otra un convenio urbanístico. El tercer personaje maléfico es de talla más pequeña que los anteriores, lo que simboliza su servilismo. Luce traje de pantalón pitillo, gafas de sol y en la mano lleva un ejemplar del Forza Atleti en el que se lee "Very Cléber", y, debajo, escrito a mano, "30%". Como complemento a la escena, es preciso indicar que todo el grupo escultórico se encuentra sobre la piel de un mapache de tamaño gigante, de piel raída y dentadura en mal estado, con pérdida de piezas dentales y caries generalizada.

El segundo paso es el paso de Nuestro Señor del Inmenso Dolor por el Prestigio Olvidado, el Palco Usurpado y el Estadio Condenado. La imagen, que recuerda a los cristos sevillanos camino del Monte Calvario, representa al Club en actitud doliente y expectante, con la expresión del que se teme que el alivio temporal pueda convertirse en inmenso dolor si los responsables de dirigir el asunto siguen en su puesto durante mucho tiempo. La figura destila, empero, la dignidad del que puede estar herido pero no se deja abatir fácilmente, la rabia del que sabe ocupando un lugar inferior al que le corresponde, y el alivio del que conoce que, a pesar de los pesares, tiene detrás de él una legión entera aguantando los palos del sombrajo.

El tercer paso, de palio, representa a Nuestra Señora la Afición de la Paciencia Infinita, Bondad Excesiva e Ira Demasiado Escasa Aunque A Veces No Bien Dirigida Del Todo, Qué Cosas. Es un paso de palio de estilo sevillano, con siete varales de plata por lado y techo de bambalina. La imagen viste manto rojiblanco con flores de madroño bordadas y luce como adorno rosas rojas y blancas y, en las esquinas, cuatro angelotes que la guardan: uno rubio con pecas y diadema como los del primer paso, otro con porte elegante y de Eibar, uno negro con collar de cuentas verdes al cuello y otro con bigote, pelo ensortijado, un pan debajo del brazo y cara de que por su lado del palio mejor no pasar. En uno de los varales, algunos hermanos de la cofradía han atado una cinta verdiblanca como homenaje a un club pariente condenado a una suerte nefasta por culpa de un directivo que se asemeja, en su trayectoria e intenciones, a los que rigen los destinos del club propio.

Salió pues, decíamos, la Cruz de Guía de La Nuestra por la puerta 7 entre el fervor y los vítores de la afición congregada ante la misma, y salió en procesión rumbo al Ayuntamiento de Madrid, ante el que protestaría por el trato dispensado a los devotos de la misma. Volvió haciendo su carrera oficial por la plaza de Neptuno, el túnel de Atocha, la glorieta de Embajadores y la de Pirámides para finalmente recogerse en su casa matriz, entrando el último paso hacia las cuatro de la mañana. En ese momento, un tipo con canas, gafas y rebeca con coderas echa el cierre a la Casa de Hermandad, bajando una cortina metálica hasta la temporada que viene, con cierta pena y algo de alivio también, no vamos a negarlo.