viernes, 20 de julio de 2007

¿Yo? Más del Atleti que el oso del escudo

¿Yo? Del Atleti más que nadie, socio desde chico, me hizo mi padre a mí y a mis hermanos y no me pierdo un partido en el Calderón. Uf, que si soy del Atleti yo, más que el oso del escudo, más que las rayas y las estrellas.


Más del Atleti que nadie, he visto a Ayala y a Pereira y a Leivinha y a Gárate, y fui a Lyon y todo, me llevó mi padre, fuimos todos en un autobús. ¡Y cómo animábamos! Más del Atleti que nadie, oiga, menudos somos en casa.

¿Y este año? Pues un horror, qué mal hemos jugado pero en fin es lo que hay; no había plantilla para más, no es poco quedar séptimos, así al menos volvemos a Europa. Este año ha sido un tostón, y un horror por las obras, pero yo he ido al campo a pesar de lo mucho que me ha costado aparcar el coche, y hasta desaparcarlo alguna vez a pesar de que me he ido todos los partidos a falta de diez minutos. A ver el año que viene, yo creo que Forlán es un fenómeno y el Kun tiene que romper, Aguirre sabe lo que hace. Y no nos ha venido mal que se fuera el Niño, hemos hecho caja, nos ha venido bien porque había tocado techo este chaval, define muy mal y es un cabra loca, se deja el balón atrás en los balones y falla los penaltis y está a veces más pendiente de los peinaditos y de los tatuajes que de jugar.

Mejor que se haya ido, no ha venido mal. ¿Un símbolo? Si claro, lo era, sí. ¿Que no queda ninguno? Bueno, es posible, pero hoy el fútbol es dinero, claro. ¿Que todos los equipos grandes tienen jugadores que entienden lo que es el club y que eso es importante para imprimir carácter ganador y respeto por la afición? Sí, puede, sí, ahora que lo dices sí, pero vaya, que por el estadio se aparca fatal, una vergüenza, vaya.

¿La directiva? Pues mal, qué voy a pensar, pues que lo hacen mal, pero no podemos hacer nada, el club es suyo y ellos deciden. ¿Que se hicieron con el Club de forma fraudulenta, que hay una sentencia que lo deja claro? Ah, eso no lo sabía, si, había oído que andaban en líos con lo de las acciones pero no lo tengo claro. ¿Que es fácil informarse en Internet o en la prensa? Puede, sí, pero es que yo no tengo tiempo, tú a lo mejor estás más metido en esto y por eso lo sabes pero yo no lo sabía. Y sí, sí, claro, mi padre fue socio y sí, claro, imagino que parte del dinero de su abono sirvió para pagar el estadio, si, imagino que sí, mi padre era muy del Atleti, menudo era él. Y bueno, sí, ahora van a vender un campo que sí, así visto, pagó mi padre en parte, pero bueno el Club es suyo. Ah, es verdad, que me has dicho que un tribunal dijo que no lo era así, tan claramente. Bueno sí, pero es que no podemos hacer nada¿qué vamos a hacer? ¿Protestar? ¿y de qué sirve? ¿Que le ha servido a otras aficiones? ¿Que los del Alavés, con cuatro mil y pico socios, han conseguido echar a Piterman? Bueno, sí, pero es que es distinto porque los directivos del Atleti salvaron al Atleti en su momento, pusieron la pasta. Bueno sí, está lo de la sentencia, a lo mejor no pusieron la pasta, es verdad, que me lo has dicho ya tres veces, pero bueno, nadie puso dinero en su momento, las cosas son así, y eso, que no vale de nada protestar si no hay una alternativa.

¿Que sí ha habido alternativas? Ah, no sabía ¿Que ha salido en la prensa? Bueno, sí, ahora que lo dices pero bueno, que si llegara una alternativa con pasta y un buen proyecto el socio estaría de su parte, sí, el socio, o sea, yo, que yo veo en mi sector de la grada que la gente está harta y alguno hasta protesta. ¿Yo? Sí, una vez protesté, sí, pero vamos, no mucho, es que así solo no sé, da vergüenza o algo. Y además no vale para nada, ¿no? porque al final, ¿cuántos protestan? ¿Mil? No sé, además, el Atleti es diferente, hay que animar siempre, fíjate los anuncios de todos los años, que son buenísimos y se llevan todos los premios no sé, sí, yo preferiría volver a ganar cosas, claro, pero el Atleti es distinto, no sé. Es verdad, antes ganábamos cosas, no éramos distintos de los equipos campeones pero ahora, es verdad, todo ha cambiado, es así ahora, no podemos hacer nada por cambiarlo. A menos, claro, que llegue una alternativa con dinero.

¿Yo? ¿tengo que ser yo quien busque la alternativa? Vaya, encima, con lo que me cuesta aparcar y encima quieres que busque yo una alternativa, ja ja, si hombre. Bueno, sí, eso sí, si la busca otro yo apoyo. ¿Cómo? No sé, primero que me ofrezcan algo sí, sí, yo soy tan del Atleti como el que más, pero es que yo no tengo tiempo. A mi que venga alguien con pasta y yo le apoyo, ojalá pudiera ser yo, pero no. ¿Que hay movimientos críticos con la directiva? ¿Que hay plataformas que denuncian la política del club? Ah, no sabía, de eso no me he enterado ¿Que es fácil enterarse? Ah bueno, miraré, Internet dices ¿no? y algunos periodistas también y algunos blogs y algunos foros y algunos diarios económicos ya, uff, es que yo no tengo tiempo.

Ahora, eso sí, yo más del Atleti que nadie. Sí, claro que me importa el club, cómo no me va a importar, claro sí, pero eso, que no tengo tiempo, pero si viene alguien con una buena alternativa yo le apoyo sí, claro, sí, le apoyo ¿cómo? Pues no sé, hablando, estaría de su parte, sí, claro aunque todo es muy difícil, no podemos hacer nada, es la verdad, es así. Y la Peineta no está mal, dicen que se va a aparcar de miedo, que habrá calefacción. Bueno, sí, es verdad, también dijeron que volvería el balonmano y que recuperarían la cantera y que nos harían una ciudad deportiva con un hotel y un helipuerto y hasta un barco en el Manzanares y no hemos visto nada de eso, sí, es verdad, en eso te doy la razón. Pero bueno, lo dicho, que no podemos hacer nada.

Eso sí, yo más del Atleti que nadie. De los luchadores, de los que se rebelan contra el grande, contra la injusticia, contra los árbitros, que yo estuve el día de Álvarez Margüenda y me acuerdo de la señora que tiró los zapatos y de cómo caía la valla del fondo, sí, que yo estuve ahí. Uff, claro que estuve, porque soy del Atleti, menudos somos, cómo empujamos, cómo rugimos, cómo peleamos por lo nuestro, cómo nos rebelamos contra la injusticia. Esos somos nosotros, menudos somos, los elegidos, los de la extraña conexión, los de la fé, los del mematamedalavida. Del Atleti. Ah, ¿Qué hay una manifestación el día 26 en el estadio, a las 20.30, en contra de la gestión y de la venta del estadio? Que sí, que sí, que parte del estadio la pagó mi padre y ahora se la va a quedar otro así por la cara, sí, ya. Pero es que ese día, uy, no sé, ese día me viene mal, creo que tengo dentista y hará muchísimo calor y no sé si se aparcará bien, pero vamos, que si viene una alternativa con dinero contad conmigo, que yo la apoyo porque yo, yo, soy más del Atleti que el oso del escudo.

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Quizás no hayamos perdido sólo a Torres y al Estadio, y la historia, y la ilusión, y las razones y la esencia. Creemos que nos queda la dignidad, pero eso hay que demostrarlo. Y todos tenemos tiempo para ello.

lunes, 9 de julio de 2007

Derrotas, derrotados

Valencia, Copa América, posible última regata de la competición que lidera el equipo suizo Alinghi, defensor del título. Enfrente, perdiendo por 4 a 2, el Team New Zealand, los kiwis que dicen algunos, los all blacks, los neozelandeses, vaya.

Hasta ahora la final está siendo muy disputada, con constantes cambios de líder en cada regata. Los suizos han mostrado cierta ventaja tecnológica y táctica, los neozelandeses han mostrado coraje, determinación y algo de mala suerte: un spinaker que explota, otro que no quiere subir, varios cambios de viento que favorecen a los rivales. No todo está perdido, la afición neozelandesa se encuentra extrañamente confiada. Se han desplazado en masa a Valencia, en la otra punta del mundo, para ver a su equipo. Hace unos años perdieron en casa la Jarra de las Cien Guineas, el trofeo que permanece en casa del mejor equipo del mundo hasta que un desafiante consigue hacerse con él. Desde que el equipo suizo les arrebatara la jarra, irónicamente bajo las órdenes de un neozelandés, el Team New Zealand tiene una misión: recuperar el trofeo, traerlo de vuelta a casa, vengar la afrenta, la traición.
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Llega uno a Valencia sin saber muy bien qué va a encontrarse.

- (voz en off) pero … ¿también estuvo Vd. en la Copa América?
- Pues sí
- No se pierde Vd. una, ¿eh?
- Pues no
- Pues mire Vd. qué bien
- Pues sí

Aparca el coche en el parking del nuevo puerto, anda por los muelles en el momento en el que salen los barcos del Team New Zealand a calentar antes de la regata. Sin velas, el mástil está ocupado por una bandera neozelandesa de veinte metros de altura. La salida de los dos barcos del equipo, ambos con los colores del país, se recibe con un estruendo. Ochenta mil personas esperan en los muelles de la bocana, hacen sonar bocinas, rugen como en un estadio de fútbol en plena final de copa. La tripulación titular responde al estruendo con pocos aspavientos, levantan levemente la mano y respiran hondo, aprietan las mandíbulas y miran al frente. Tampoco los tripulantes del barco sparring sonríen en exceso. También ellos tienen una misión, también son responsables de la suerte del equipo.

La afición neozelandesa ruge y uno, que es muy de estas cosas, sonríe mientras siente un escalofrío por la espalda. No entiende nada de vela, o al menos sólo lo imprescindible, pero le atraen estas competiciones. Hoy viene uno a ver la regata, va con los suizos. Si el Alinghi gana la copa se queda en Valencia, al menos eso parece, y eso siempre es bueno: puede volver a venir, a Valencia le viene de perlas, quién sabe si para entonces uno tendrá suficiente experiencia como para entender la jerga de la vela. Vamos con los suizos, pues.

Se fija uno entonces en la afición. Los suizos, los nuestros, son discretos. Andan de acá para allá con bolsas en las que guardan la ropa que han comprado en las tiendas oficiales de los equipos: polos del Luna Rossa, jerseicitos del Mascalzone, cortavientos del Oracle. Alguno se come un helado. Los más echados p’alante llevan un cencerro, como en las competiciones de esquí. Otros, una camiseta con una vaca. Uno se plantea por qué no llevan un reloj de cuco a la espalda, que tendría más gracia, pero el clima húmedo y pegajoso de Valencia le da la respuesta.

Mira entonces uno a los neozelandeses. Nada de polos de marca perfectamente planchados, nada de bolsas de boutique, nada de cencerros. Tipos en bermudas bebiendo cerveza, señores con aspecto de rudos marineros quemados por el sol charlando con los policías locales, chicas estupendas en bikini. Se arremolinan en los chiringuitos, piden bebidas, invitan a los rivales, a los locales, a los periodistas, a los camareros. Hacen grupos espontáneos, hablan con todo el mundo, no paran de moverse. Sonríen, se ríen, charlan, te preguntan de donde eres. Si eres español te hablan de lo que les gusta tu país, de lo maravilloso que es todo, te invitan a cerveza y de paso te piden que la pidas tú que el camarero no les entiende. En cuanto les das su vaso te lo devuelven vacío, que hace calor y han dado con un tipo que les echa un cable en la logística. Más cerveza, más risas. Vienen a ver una regata, entienden de esto, vienen a ganar, lo tienen claro. Esto no les impide ser una afición alegre, hospitalaria y salada, como alguna que conozco de cerca y de dentro. Eso sí, cuando empieza la regata rugen como un trueno, ahora están a lo que están. Siguen siendo afables, pero sonríen menos: está en juego algo importante, y se nota.

A estas alturas, queda claro con quien va uno. Los suizos siempre me parecieron un bollo de lo más soso, no lo puedo remediar. Vamos con los neozelandeses, naturalmente.

Empieza la regata, los neozelandeses van por delante, luego no. La cosa está apretada, los suizos parecen mantener la calma, tienen ventaja y no sienten en la nuca la urgencia de un país entero. Entran con ventaja en las boyas, los el TNZ no pueden más que jugársela. Lo hacen, fuerzan la máquina, penalización. La regata, la copa, parece sentenciada. Los suizos van a ganar, sus rivales aún tienen que dar una vuelta sobre su eje, demasiado tiempo perdido.

Última empopada, el TNZ va detrás, sólo un milagro puede impedir que los suizos ganen. En Nueva Zelanda no creen en milagros, pero tienen una misión y no van a bajar los brazos. Siguen, aprietan los dientes. De repente, algo pasa, los suizos se quedan clavados. El spinaker no sube como debiera, los neozelandeses ven un rayo de esperanza. La mala suerte que se ha cebado con ellos parece darles una oportunidad. Toman ventaja, avanzan. A pocos metros de la meta inician la maniobra de sanción, los suizos están lejos pero también avanzan. Terminan el giro pero se quedan clavados, casi no hay viento. Los suizos, desde atrás, llegan con un poco más de velocidad. Sobre la línea les adelantan, un segundo de diferencia, la Copa América no irá a Auckland. Se han ahogado al llegar a la orilla, han caído de la forma más cruel posible.

Entran los barcos al puerto. La tripulación neozelandesa llega seria, decepcionada, con cara de pocos amigos. La afición les recibe como a héroes a pesar del fracaso: han peleado hasta el final, han mantenido el orgullo intacto, han dado una lección de gallardía y saber hacer. La suerte les ha dado la espalda y lo asumen, saben que no son peores que los ganadores pero también saben que se volverán a ver. En la cara de los tripulantes parece que se ven ganas de volver de inmediato al gimnasio, al estudio de diseño, al taller: hay trabajo que hacer desde mañana mismo, hay que volver a por la copa. La suerte ha soplado del lado de un equipo de mercenarios que compiten por un país sin mar, y eso no hace más que reafirmarles en sus convicciones. En ese momento uno, y aquellos que, como uno, ya desde pequeños iban con los indios en las películas y admiraban a Héctor, domador de caballos, por encima del ventajista Aquiles, tenemos claro quién queremos que gane la siguiente edición si no son los nuestros – nuestros.
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Visto lo visto me permito darles dos consejos. El primero es de índole empresarial, por si quieren hacerse ricos. Vayan a Nueva Zelanda y registren la palabra “Pupas” como quiera que se diga en inglés, maorí y samoano. Vayan a la televisión local y hagan un número cómico basado en el equipo nacional de vela que siempre pierde. Hagan un himno que hable de su estruendosa forma de quedar segundo. Contacten con productoras de cine y ofrézcanles guiones sobre un detective gordo, perdedor, sucio y despreciable, con un ayudante maorí al que humillar con fáciles comentarios racistas, ambos fans del TNZ. Cuéntenles lo gracioso que resulta reírse de aquellos que aceptan la derrota aún a sabiendas que merecían ganar, aún a sabiendas que el otro peleaba con la ventaja que da el dinero y el poder. Hablen de proyectos a futuro sobre el TNZ basados en patrones de hidropedal y marineros de barca de la casa de campo, convenientemente ensalzados por la prensa local. Hablen con agencias locales de publicidad y convénzanles de lo buena idea que resultaría hacer anuncios basados en el sentimiento trágico del seguidor del equipo de vela, en la fe en recuperar la copa perdida, en lo inexplicable de la pasión por un equipo que no gana absolutamente todas las competiciones, a pesar de pelearlas como un toro bravo. Háganse por fin con la propiedad del solar sobre el que se asienta el astillero de los barcos sagrados que en su día ganaron la copa, y hable con el alcalde para que se los recalifique.

Hasta aquí el primer consejo. Si han decidido seguirlo, les daré otro: corran por su vida.

jueves, 5 de julio de 2007

Pues sí. Al final, se nos fue.

Mira que lo sabíamos. Mira que estaba claro, que los intuíamos, que nos lo habían dicho. Mira que se veía venir, que era lógico, que quizás fuera hasta bueno para él. Mira que estábamos preparados, y resignados, y hasta convencidos, si me apuran. Mira que no nos pilló de sorpresa, mira que era algo que veníamos hablando. Mira que la prensa especuló con ello verano tras verano, mira que nos habían dicho veces que fuentes solventes confirmaban el interés de los mejores clubs de Europa. Mira que lo dijeron en los informativos, mira que lo juraron y perjuraron los periodistas más afamados, aunque luego no sucediera y sus palabras quedaran sin respuesta, sin castigo, sin consecuencias. Mira que la grada lo barruntaba, mira que él mismo tenía cara de que las cosas no podían seguir así, de que no podía aguantar más. Mira que nos lo advirtieron, mira que se decía en los mentideros de la villa y corte, mira que no lo habían desmentido desde hace tiempo. Mira, en fin, que estaba clarísimo. Pues ni así.


Ayer vimos a Torres con la camiseta del Liverpool y se nos quedó cara de haber visto a nuestra ex–novia de la mano de otro, nos entró ese escalofrío hondo y sordo que te deja helado. Lo sabíamos, lo teníamos claro y hasta nos parecía lo mejor para él, pero nada. La imagen de Torres en otro estadio, con otra camiseta, hablando de un futuro lejos del Atleti tuvo en el que suscribe más impacto del que esperaba. Y eso que uno, escéptico, cínico y casi marmóreo estos últimos tiempos lo tenía asumido. Uno pensaba que era bueno para el chaval, que no se le podía exigir más aguante y más respeto por los suyos. Que tendría que elegir y habría elegido lo correcto. Que si el que suscribe fuera su amigo o su hermano le habría aconsejado lo mismo. Pero nada. Ni así.

Se ha ido Torres y muchos, más de los que se lo esperaban, nos hemos quedado con cara de tontos. Yo, el primero. Tristes, más de lo que uno hubiera esperado por la simple marcha de un simple futbolista. Vacíos, más de lo que uno se hubiera esperado por la simple pérdida de un simple símbolo de un simple pasatiempo. La sensación no es que se haya ido un gran jugador de fútbol, sino que se ha ido lo último que nos quedaba. Se ha ido Torres y al verle vestido de otros se nos ha quedado cara de ver cómo se cae al río la única medalla de oro que ganamos en los juegos escolares. La cara que se te queda al ver cómo se va por el desagüe el décimo premiado. La cara que se te queda cuando te explota en la cara la bota de vino. Cara de tonto, de tonto triste, de tonto que no entiende por qué le pasan a él las cosas.

Se ha ido Torres y no nos explicamos cómo han podido dejarle marchar, pero todos sabemos por qué lo han hecho. Torres, el símbolo de un club, en eslabón que ligaba a una afición en horas bajas a un pasado brillante, se ha marchado y en el club van y dicen que si quiere volver tiene las puertas abiertas. Algunos, los que no nos explicamos que los que tengan las puertas abiertas sean los directivos, lo llevamos mal. Llevamos mal ver a Cerezo leyendo torpemente los folios que le ha escrito el responsable de prensa, diciendo obviedades que sonrojarían a un becario. Llevamos mal que el supuestamente máximo responsable del Club y máximo accionista se vaya de vacaciones cuando ocurre algo así, por más que nos hayamos acostumbrado a verle escurrir el bulto. Llevamos mal que vendan a Torres y que lo hagan un par de días después de cobrar los abonos, así, como para evitar represalias económicas de la afición, que al fin y al cabo si la afición les interesa por algo es por el parné que les pueda reportar. Llevamos mal que nos cuenten que van a hacer por fin un equipo campeón, como si no fuera lo que merecemos, como si no fuera lo que nos corresponde, a lo que deberíamos estar habituados. Llevamos mal que directiva y prensa elaboren discursos de club pequeño que vende a sus estrellas para que así puedan evolucionar, reproduciendo las palabras de equipos que antes nos vendían sus jugadores consagrados y ahora nos miran por encima del hombro. Llevamos mal que se despida al jugador que más ha representado en los últimos años de la historia del club de esta manera, por lo bajini, a primera hora de la mañana, en una rueda de prensa restringida. Llevamos mal que aquél que se supone nos representa en público, para nuestro sonrojo, insista en dar a Torres una camiseta del equipo del que le han echado a fuerza de hacer mal las cosas, incomodando al chaval en el día que se tiene que presentar con otro equipo, a las pocas horas. Llevamos mal que no dejen a la gente decir lo que piensa, que oculten cobardemente a la afición sus propios actos. Llevamos mal que vendan a Torres para hacer caja y afrontar las deudas que nos inundan por causa de su nefasta gestión y que nos cuenten que la decisión fue suya y sólo suya.

El problema es que no es lo único que llevamos mal. Porque, en otras circunstancias, la marcha de un jugador emblemático hubiera sido traumática, y triste, y problemática, e incluso vergonzosa. Pero en esta situación es aún peor. Torres, el último símbolo de la grandeza del equipo, se va en el momento más bajo de la historia del club. Se va cuando ya no somos ni la sombra de lo que fuimos, y cuando aspiramos a ser un tercio de la mitad de un cuarto de lo que deberíamos. Se va cuando la gente está más desanimada que nunca, harta de años de timos y disgustos y bochornos. Se va cuando la imagen del club está en sus mínimos históricos, caricaturizada por torrentes y richardnúñezes y cerezos y gilmarines. Se va cuando delante de nosotros aparece una estepa desierta y cuando, al mirar atrás, vemos veinte años de sonrojo y pérdida de identidad. Se va Torres y con él se va la ilusión de ver a uno de los nuestros defendiendo lo nuestro. Se va Torres y nos dejan un equipo de mercenarios que no tienen ni idea de lo que este club es, fue y debería ser, sin referencias para forofos, niños y coleccionistas de cromos. Se marcha Torres y el jugador que más temporadas seguidas lleva en la plantilla debe ser Luccin, lo que dice mucho de en qué situación nos quedamos.

Y a todo esto, ¿y Torres? Pues, qué quieren que les diga, yo le entiendo estupendamente. Cansado de jugar en un equipo de patanes, de soportar la carga histórica de un colectivo que no sólo no se ha mostrado dispuesto a compartirla sino que le ha usado de parapeto, Torres ha hecho lo que debía hacer. Harto de tirar de un carro lleno de tipos mirando cómo sudaba, harto de reclamar medidas a una directiva más entretenida en eludir sus obligaciones con acreedores, hacienda y justicia que en hacer un proyecto deportivo, Torres se ha ido a otro sitio. Hastiado de ver cómo la prensa le atizaba sin motivo y como una parte de la afición reclamaba su cabeza cada vez que el portero de turno despejaba mal de puños, se acentuaba la sequía o subía el Euribor, Torres ha preferido buscar fortuna en un club con un proyecto deportivo a largo plazo no basado exclusivamente en comisiones y traspasos sino en estabilidad, títulos y seriedad. Lo normal. De sobra ha demostrado su fidelidad a los colores, a la memoria y a la afición pero, aún así, hay quien aprovecha y lanza aún un dardito al que se ha ido más tarde de lo que a él le hubiera gustado, qué cosas pasan.

Ante su nueva etapa, sólo nos queda desearle suerte y darle las gracias. Suerte en lo que le espera, gracias por todo lo que nos ha dado. Por hacernos felices muchas veces, por hacernos pensar que no todo estaba perdido a pesar de los pesares. Por correr con las ganas que le pondríamos nosotros, por decir una y otra vez que él es del Atleti antes que nada. Por celebrar los goles besándose el escudo y haciendo el arquero, por hacer siempre declaraciones tan cabales y tan racionales, por callar bocas sin faltar al respeto a nadie. Por no rechazar la desproporcionada responsabilidad de mantener viva la llama de la esperanza en una afición vapuleada. Por mantener la ilusión de los niños que son del Atleti en estos días complicados, por ahorrarnos tantas y tantas explicaciones sobre por qué se es de un equipo que no da más que motivos para bajarse en marcha de su tren. Por dejarnos claro con su expresión que él siente lo mismo que nosotros cuando nos meten un ignominioso 0-6 mientras el presidente del club se monda de risa en el palco. Por meter esos golazos, por hacer esas arrancadas dejando sentadas a las defensas, por marcar de todos los colores y formas posibles a todos los equipos posibles, por enseñarse siempre, también para tirar penaltis bajo la mirada de miles de ojos deseosos de que los fallara. Por decir que el día más feliz de su vida deportiva fue cuando, tras fallar un penalti, un estadio entero coreó su nombre, resumiendo así lo que era este equipo y esta grada.

Por lo que a mi respecta, nada me alegraría más que el triunfo de Torres. Hasta ahora Torres se ha encargado él solito de despejar dudas, así que es lo que espero ahora. Iremos a Liverpool a verle, eso está claro, y quizás volvamos de allí con la lagrimita que provoca el ver de nuevo lo que fuimos y lo que parece que no volveremos a ser en un tiempo. Y es que por culpa de este chaval con pecas ahora también seguiremos al Liverpool, nos alegraremos con sus victorias y criticaremos a los árbitros de la Premier. Lo que nos faltaba ya.